Lectionary Commentaries for September 25, 2022
Decimosexto domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Lucas 16:19-31

Fausto Liriano

De todas las parábolas de Jesús, la que corresponde al comentario de hoy, popularmente llamada “El rico y Lázaro,” está entre las más conocidas. Lamentablemente, es muy probable que esto se deba, no al mensaje central de la historia, sino a su aparente referencia al infierno. Pero es mucho más que eso. Como veremos, es un texto cargado de mucho significado.

La parábola nos presenta a dos personajes:

  1. “un hombre rico”: Su nombre no es mencionado.1 quizás acentuando la generalidad, es decir, el hecho de que podía ser cualquiera de los ricos viviendo en Palestina en la época de Jesús (algunos de estos fariseos) y con las mismas actitudes. De él se nos dan dos detalles: se vestía con ropa costosa y diariamente organizaba suntuosos y caros banquetes.
  2. “un mendigo llamado Lázaro”: Que ha sido abandonado delante de la puerta del rico, y que sí tiene un nombre, acentuando su individualidad y destacándolo sobre el rico. Esta es la única parábola en la que se le da nombre a uno de los personajes,2 y este nombre jugará un papel importante en el mensaje central de la historia. De él también se nos dan dos detalles: estaba lleno de llagas y, mientras observaba los suntuosos banquetes del rico, deseaba comer de lo que caía de la mesa.3

En un giro repentino, ambos mueren,4 y aun en su muerte, el trato es diferente:

  • El rico es sepultado, lo que nos dice que aun en su muerte recibe privilegios.
  • A Lázaro no se le dio el privilegio de ser sepultado,5 pero fue llevado por los ángeles al Paraíso, al “seno de Abraham.”

Es aquí donde la historia hace uno de sus más grandes giros, sorprendiendo a sus primeros oyentes, ya que rompe un patrón de pensamiento. En tiempos de Jesús y entre los judíos, las riquezas eran consideradas una bendición de Dios y la pobreza una maldición; en pocas palabras: si eras rico estabas bien con Dios (o viceversa) y si eras pobre entonces estabas mal con Dios, sufriendo las consecuencias de tu afrenta o la de tus padres. Por eso los discípulos se sorprenden cuando Jesús habla de lo difícil que es para un rico entrar al reino de Dios:

Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: —¿Quién, pues, podrá ser salvo? (Marcos 10:25-26).

Abraham es el antepasado de ambos, es padre tanto de Lázaro como del rico, pero sólo uno descansó con él. ¡Vaya sorpresa! Lázaro, que debería estar en Hades, ahora pasa la eternidad con Abraham y el rico es atormentado. Y aquí se rompe un segundo patrón: para muchos judíos, ser “hijo de Abraham” bastaba para ser salvo y pasar la eternidad en su regazo. Esta popular idea ya había sido refutada por Juan el Bautista (ver Mateo 3:9) y por Jesús:

Respondieron y le dijeron: —Nuestro padre es Abraham.

Jesús les dijo: —Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. (Juan 8:39).

Y esto nos lleva a una pregunta importante que debe hacerse al estudiar este pasaje: ¿El pecado del hombre rico era… ser rico? ¿Es pecado ser rico?

¡No, por supuesto que no! Como “hijo de Abraham” (algo que Abraham no niega, pues en la parábola le llama “hijo;” ver v. 25) estaba obligado a no dejar en hambre y pobreza a uno de sus hermanos (Éxodo 23:11; Levítico 19:10; 23:22; Deuteronomio 15:7-9; Isaías 58:7; Amós 4:1). El problema no eran sus posesiones. No podemos tomar el pasaje como punto de partida para condenar el tener dinero o ser rico; su pecado era nadar en abundancia e ignorar a uno de sus hermanos en decadencia, hambre extrema y pobreza.

Vemos la prueba de que ignoró al pobre mendigo en el hecho de que sabía su nombre (vv. 24 y 27). Conocía su necesidad, pero nunca ayudó (Proverbios 3:28). Y da una gran pena que aun en el Hades vea a Lázaro como siervo:

“Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.” (v. 24).

Solo en su muerte el rico experimenta un poco de compasión, pero por los de su casa, y en la respuesta de Abraham no podemos evitar hacer una conexión con la resurrección de Jesús, una declaración en cierto modo profética:

Abraham le dijo: “Si no oyen a Moisés y a los Profetas,6 tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos.” (v. 31).

¿Cómo es nuestro trato con los “Lázaro”? ¿Con quienes yacen en nuestras puertas? Quizás no en las puertas de nuestras casas, pero sí en nuestros pueblos, en nuestras ciudades, bajo los puentes o en los bancos de los parques. ¿Sólo oramos por ellos o nos convertimos en oración? ¿Cómo oras por los alimentos: “Señor, provéeles alimentos a quienes que no tienen,” o: “Señor, quiero ser tus manos para darles de comer a quienes no tienen”? El pasaje nos lleva a reflexionar sobre nuestra acción ante los más vulnerables. Quizás somos rápidos en juzgar al rico, pero… ¿y nosotros/as?

Reflexionando sobre esto, recordé las palabras de Bono, vocalista principal de U2, en el Desayuno Nacional de Oración7 de Estados Unidos, en febrero del 2006:

A pesar de la idea que ustedes puedan tener de Dios, de quién es o de si existe, todos estamos de acuerdo en que, si hay un Dios, en Él hay un lugar especial para los pobres. De hecho, los pobres están donde Dios vive […]

Dios bien puede estar con nosotros en nuestras mansiones en las colinas. Eso espero. Él puede estar con nosotros en todas los aspectos controversiales [de nuestra vida], quizás sí, quizás no. Pero en lo que podemos estar todos de acuerdo, toda fe, toda ideología, es que Dios está con el vulnerable y el pobre. Dios está en los cerros y en los ranchos de cartón. Dios está en el silencio de una madre que infectó a su hijo con un virus que los matará a ambos. Dios está en los gritos que se escuchan debajo de los escombros de la guerra. Dios está en las ruinas de las oportunidades y vidas malgastadas. Dios está con nosotros, si nosotros estamos con ellos…

No sigas pidiéndole a Dios que bendiga lo que tú haces; involúcrate en lo que Él está haciendo—porque Él ya lo ha bendecido.7


Notas:

  1. En algunos documentos y comentarios antiguos se le ha llamado “Divas” (del latín que significa “rico”). En el texto de Lucas de los “Papiros Bodmer” (que datan del s. III d.C.) se le llama “Nivas”.
  2. Lázaro es la versión helenizada de “Eleazar”, que significa “Dios es mi ayuda.”
  3. Los manuscritos más antiguos no tienen la palabra que la RVR95 ha traducido como “migajas,” y solo dicen “de lo que caía,” acentuando la suntuosidad y la exageración de los banquetes del rico.
  4. No se nos dice el tiempo que hay entre las dos muertes, y debemos considerar posible que haya pasado mucho tiempo entre una y otra.
  5. En los primeros siglos de nuestra era, ser sepultado era bien costoso y no todos tenían un lugar para ser sepultados o para sepultar a un ser querido. Documentos antiguos destacan que proveer sepultura a quienes no tenían era una de las obras caritativas de los primeros cristianos.
  6. Con esto Jesús se refiere al Antiguo Testamento, usando dos de las secciones en que los judíos lo dividen: Torah (o [Libros de] Moisés) y Nevi’im (o Profetas). Los judíos llaman a la Biblia Hebrea (nuestro “Antiguo Testamento”) Tanakh, usando las primeras letras de sus tres secciones e insertando la vocal “a” entre ellas: Torah, Nevi’im y Ketuvim.
  7. Puede verse su reflexión en este vídeo (en inglés): https://www.youtube.com/watch?v=lrH8hExXDiw&t=4s&ab_channel=AmericanRhetoric.com
    O puede leerse en este blog (también en inglés): https://www.danwilt.com/bono-at-national-prayer-breakfast/. Es mi traducción al español.