¿Quién permanece de pie? Solo el hombre cuyo estándar final no es su razón, ni sus principios, ni su conciencia, ni su libertad o su virtud, sino que está listo a sacrificar todo esto cuando es llamado a la obediencia y la acción responsable en fe y en alianza exclusiva con Dios… ¿Dónde están estos hombres responsables? (Dietrich Bonhoeffer).
Las multitudes son engañosas. Sin embargo, se las sigue tomando como referencia.
Lo sorprendente es que uno piensa que este fenómeno “multitudinario” es reciente, quizás producto del modernismo o de su primo no tan popular el post-modernismo, pero no es así. El asunto viene de lejos.
A Jesús le resultaban sospechosas las multitudes, y era muy cuidadoso de usarlas como un indicador de éxito:
Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos; y no necesitaba que nadie le explicara nada acerca del hombre, pues él sabía lo que hay en el hombre (Juan 2:24-25).
Llama la atención que a algunos de sus seguidores les resultaran atractivas o la usaran como indicador. Y esto es aún más llamativo considerando que unos cientos de años antes de Jesús, el Señor ya nos advertía que tuviésemos cuidado de ir tras las multitudes (ver Éxodo 23:2), especialmente si se trataba de hacer el mal.
En el texto para este domingo, Jesús hace una especie de depuración dejándoles saber a las multitudes que hay ciertas condiciones que deben tomar en cuenta si realmente quieren seguirle y no perseguirle. Perseguir sería seguir sin ningún propósito, quizás para ver qué va a hacer o qué está haciendo, pero no realmente para involucrarse. Para el Señor, en cambio, era muy importante que la gente lo siguiese por las verdaderas razones, y les deja saber que hay tres cosas que deben considerar: amarlo sobre todos los demás, dar un paso racional y no de fe, y tomar la cruz, renunciar a todo y seguirle.
Amarlo sobre todos los demás
La palabra que llama más la atención en nuestro texto es “aborrecer” (v. 26). En otras versiones se utiliza: “dejar” (BLP), “renuncia” (RVC) y hasta “no sacrifica” (NVI). El equivalente más cercano en español para el término usado en el texto en la lengua original es “odiar”, ¡que es una palabra muy fuerte! No obstante, todos los intentos de que el pasaje no resulte chocante al traducir el texto han sido inútiles. No hay forma de que no nos sorprenda o desagrade, máxime si tenemos en cuenta que son palabras de Jesús.
Aunque el texto del Evangelio de Lucas fue escrito en griego, Jesús hablaba arameo y hebreo1 en su día a día, y en las lenguas semíticas se expresa que algo se ama sobre todo lo demás con una referencia al “odio.” Por eso, en Deuteronomio 21:15 se habla de un hombre que tiene dos mujeres, “una que ama, y otra que odia.”2 De la misma manera, el amor de Jacob por Raquel es destacado diciendo que él odiaba a Lea (Génesis 29:31), y Jesús advierte sobre las lealtades divididas usando la misma relación:
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Lucas 16:13).
El Señor no puede darnos el mandamiento de “amar al prójimo como a uno mismo” y al mismo tiempo pedirnos que “lo odiemos.” Entonces, definitivamente, Jesús se refiere a que no puede haber hacia otros un amor que comprometa la lealtad que tenemos hacia él.3
Es un paso racional, no de fe
En el pasaje se usan dos ejemplos, uno de un hombre que necesita edificar una torre y otro de un rey que tiene conflictos con otro gobernante y hay posibilidades de guerra. En ambos ejemplos hay tres movimientos. Primero se sientan. Luego calculan el costo o la posibilidad. Y finalmente, toman una decisión sobre la base de dicho cálculo.
Jesús usa estos ejemplos para llevarnos a este punto: que nos sentemos, calculemos el costo o la posibilidad de seguirlo y tomemos una decisión en base a eso. ¡Nos invita a tomar una decisión haciendo uso de nuestras capacidades mentales y nuestra experiencia!
El Apóstol Pablo parece haber hecho ese ejercicio, y en Filipenses 3:7 comparte el resultado de haber comparado el valor de todo lo que estimaba con el valor de seguir a Cristo: “Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.” Y llega a esta conclusión: “Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8).
¿Y la fe? Una vez tomada la decisión, una vez dado el paso racional, hacemos un paso de fe (que no es un salto al vacío, ya que se ha calculado el costo y se han considerado las posibilidades) y lo seguimos, confiando en su cuidado, provisión y dirección.
Hay que tomar la cruz, renunciar a todo y seguirle
Esta es la segunda vez en el evangelio de Lucas que Jesús les dice a quienes le siguen que deben tomar su cruz. En la primera ocasión, en 9:23-25, el asunto es conservar la vida. En nuestro pasaje de hoy, el asunto está en calcular el costo.
Aun así, el contexto de Lucas 9:23-25 es el más conocido, y ahí tomar la cruz incluye tres pasos: negarse a uno mismo, tomar la cruz y seguirle.
Usualmente, sólo se enfatiza el “tome su cruz.” Se habla del “tamaño de la cruz,” se cuentan historias de “comparación de cruces,” y se proveen ilustraciones de gente cargándola. Tanto el “negarse a uno mismo” (que es un proceso sin ayuda de otros, porque es la decisión propia, y algunas versiones lo traducen como “abandone su manera egoísta de vivir”4) como el “sígame” son con frecuencia dejados en un plano muy secundario y sólo se los menciona ligeramente. El problema es que muchos abandonan su cruz y dejan de seguir a Cristo precisamente porque no han aprendido a negarse a sí mismos. No han calculado el costo, ya que sólo calculando el costo pueden darse cuenta de que no puede haber una cosa sin la otra, y que es imperante tomar una decisión.
No puedes tomar la cruz sin negarte…
no puedes seguir a Cristo si no tomas tu cruz…
si no te has negado y has tomado tu cruz, eres solo un espectador que piensa que está siguiendo…
multitud.
Un rechazo de nuestra manera actual de vivir es necesario. Aunque pienses que es “perfecta,” al menos ábrete a la posibilidad de que sea aún mejor. Aceptar las condiciones de Cristo nos lleva a morir al yo y nacer de nuevo a una vida de resurrección caminando con Jesús.
Notas
Es bien conocida la idea de que los judíos dejaron de hablar hebreo durante el exilio, pero esta popular concepción no es cierta. Si bien el arameo se convirtió en la lengua más usada entre los judíos, el hebreo siguió siendo usado en ciertos contextos (no solo en lo religioso) hasta siglos después de Jesús y no solo en Palestina. Es muy probable que Jesús no solo hablase hebreo y arameo, sino también griego.
La traducción es del autor.
La Traducción en Lenguaje Actual (TLA) traduce: “tendrá que amarme más”.
Como es el caso de la Nueva Traducción Viviente (NTV)
¿Quién permanece de pie? Solo el hombre cuyo estándar final no es su razón, ni sus principios, ni su conciencia, ni su libertad o su virtud, sino que está listo a sacrificar todo esto cuando es llamado a la obediencia y la acción responsable en fe y en alianza exclusiva con Dios… ¿Dónde están estos hombres responsables? (Dietrich Bonhoeffer).
Las multitudes son engañosas. Sin embargo, se las sigue tomando como referencia.
Lo sorprendente es que uno piensa que este fenómeno “multitudinario” es reciente, quizás producto del modernismo o de su primo no tan popular el post-modernismo, pero no es así. El asunto viene de lejos.
A Jesús le resultaban sospechosas las multitudes, y era muy cuidadoso de usarlas como un indicador de éxito:
Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos; y no necesitaba que nadie le explicara nada acerca del hombre, pues él sabía lo que hay en el hombre (Juan 2:24-25).
Llama la atención que a algunos de sus seguidores les resultaran atractivas o la usaran como indicador. Y esto es aún más llamativo considerando que unos cientos de años antes de Jesús, el Señor ya nos advertía que tuviésemos cuidado de ir tras las multitudes (ver Éxodo 23:2), especialmente si se trataba de hacer el mal.
En el texto para este domingo, Jesús hace una especie de depuración dejándoles saber a las multitudes que hay ciertas condiciones que deben tomar en cuenta si realmente quieren seguirle y no perseguirle. Perseguir sería seguir sin ningún propósito, quizás para ver qué va a hacer o qué está haciendo, pero no realmente para involucrarse. Para el Señor, en cambio, era muy importante que la gente lo siguiese por las verdaderas razones, y les deja saber que hay tres cosas que deben considerar: amarlo sobre todos los demás, dar un paso racional y no de fe, y tomar la cruz, renunciar a todo y seguirle.
Amarlo sobre todos los demás
La palabra que llama más la atención en nuestro texto es “aborrecer” (v. 26). En otras versiones se utiliza: “dejar” (BLP), “renuncia” (RVC) y hasta “no sacrifica” (NVI). El equivalente más cercano en español para el término usado en el texto en la lengua original es “odiar”, ¡que es una palabra muy fuerte! No obstante, todos los intentos de que el pasaje no resulte chocante al traducir el texto han sido inútiles. No hay forma de que no nos sorprenda o desagrade, máxime si tenemos en cuenta que son palabras de Jesús.
Aunque el texto del Evangelio de Lucas fue escrito en griego, Jesús hablaba arameo y hebreo1 en su día a día, y en las lenguas semíticas se expresa que algo se ama sobre todo lo demás con una referencia al “odio.” Por eso, en Deuteronomio 21:15 se habla de un hombre que tiene dos mujeres, “una que ama, y otra que odia.”2 De la misma manera, el amor de Jacob por Raquel es destacado diciendo que él odiaba a Lea (Génesis 29:31), y Jesús advierte sobre las lealtades divididas usando la misma relación:
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Lucas 16:13).
El Señor no puede darnos el mandamiento de “amar al prójimo como a uno mismo” y al mismo tiempo pedirnos que “lo odiemos.” Entonces, definitivamente, Jesús se refiere a que no puede haber hacia otros un amor que comprometa la lealtad que tenemos hacia él.3
Es un paso racional, no de fe
En el pasaje se usan dos ejemplos, uno de un hombre que necesita edificar una torre y otro de un rey que tiene conflictos con otro gobernante y hay posibilidades de guerra. En ambos ejemplos hay tres movimientos. Primero se sientan. Luego calculan el costo o la posibilidad. Y finalmente, toman una decisión sobre la base de dicho cálculo.
Jesús usa estos ejemplos para llevarnos a este punto: que nos sentemos, calculemos el costo o la posibilidad de seguirlo y tomemos una decisión en base a eso. ¡Nos invita a tomar una decisión haciendo uso de nuestras capacidades mentales y nuestra experiencia!
El Apóstol Pablo parece haber hecho ese ejercicio, y en Filipenses 3:7 comparte el resultado de haber comparado el valor de todo lo que estimaba con el valor de seguir a Cristo: “Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.” Y llega a esta conclusión: “Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8).
¿Y la fe? Una vez tomada la decisión, una vez dado el paso racional, hacemos un paso de fe (que no es un salto al vacío, ya que se ha calculado el costo y se han considerado las posibilidades) y lo seguimos, confiando en su cuidado, provisión y dirección.
Hay que tomar la cruz, renunciar a todo y seguirle
Esta es la segunda vez en el evangelio de Lucas que Jesús les dice a quienes le siguen que deben tomar su cruz. En la primera ocasión, en 9:23-25, el asunto es conservar la vida. En nuestro pasaje de hoy, el asunto está en calcular el costo.
Aun así, el contexto de Lucas 9:23-25 es el más conocido, y ahí tomar la cruz incluye tres pasos: negarse a uno mismo, tomar la cruz y seguirle.
Usualmente, sólo se enfatiza el “tome su cruz.” Se habla del “tamaño de la cruz,” se cuentan historias de “comparación de cruces,” y se proveen ilustraciones de gente cargándola. Tanto el “negarse a uno mismo” (que es un proceso sin ayuda de otros, porque es la decisión propia, y algunas versiones lo traducen como “abandone su manera egoísta de vivir”4) como el “sígame” son con frecuencia dejados en un plano muy secundario y sólo se los menciona ligeramente. El problema es que muchos abandonan su cruz y dejan de seguir a Cristo precisamente porque no han aprendido a negarse a sí mismos. No han calculado el costo, ya que sólo calculando el costo pueden darse cuenta de que no puede haber una cosa sin la otra, y que es imperante tomar una decisión.
No puedes tomar la cruz sin negarte…
no puedes seguir a Cristo si no tomas tu cruz…
si no te has negado y has tomado tu cruz, eres solo un espectador que piensa que está siguiendo…
multitud.
Un rechazo de nuestra manera actual de vivir es necesario. Aunque pienses que es “perfecta,” al menos ábrete a la posibilidad de que sea aún mejor. Aceptar las condiciones de Cristo nos lleva a morir al yo y nacer de nuevo a una vida de resurrección caminando con Jesús.
Notas