Lectionary Commentaries for October 24, 2021
Vigésimo Segundo Domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Marcos 10:46-52

Enrique Vega-Dávila

Este pasaje, al igual que los de los domingos pasados, se encuentra en el segmento llamado “En Camino.” En esta ocasión se trata del viaje desde Galilea hacia Jerusalén y Jericó queda a más o menos 36 km de Jerusalén (unas 21 millas). Esto, caminando, según una aplicación que cuenta pasos, podría hacerse en ocho horas y media. Estos datos pueden ser para algunas personas irrelevantes, pero a mí me llama la atención el trecho que ya venía caminando Jesús y contemplar que le queda otro más. Jesús sigue en movimiento y esta escena será de las últimas antes de llegar a Jerusalén.

Oír y caminar

Este hombre sanado por Jesús se llama Bartimeo. El texto nos informa que era ciego y mendigaba, suerte de muchas personas que tenían alguna dolencia física que era leída en el pueblo semita como un castigo divino. El pasaje, ciertamente, afirma la ceguera de este personaje, pero no afirma en ningún momento que no tenga capacidad de oír ni de caminar o de arrastrarse. Por esta razón pudo oír sobre Jesús y buscar la forma de acercarse a él. No ver no le imposibilita muchas otras cosas, como la audacia para buscar otras formas de conseguir lo que le es necesario o importante.

Me gusta que el Evangelio valore la voz y recupere lo que dice Bartimeo. En este momento no quisiera reflexionar sobre el significado de ello. Prefiero colocar mi atención en el hecho de que este hombre tiene voz propia. Insisto en este detalle porque vivimos en una sociedad capacitista, que anula a las personas que viven con alguna discapacidad. Debido a una u otra situación se les aliena, dejándoles como si fuesen no solo inferiores sino imposibilitados de vivir tranquilamente. Esto hace que queden al lado de los caminos y que se las relegue por no cuadrar en su idea de normalidad o de capacidad. Este hombre se muestra a sí mismo y a la gente que está a su alrededor que no puede callarse, que tiene lo que ahora llamaríamos agencia y que ningún grupo se la va a poder quitar. Bartimeo tiene voz propia, que alzará sin importarle que las otras personas piensen que debería callarse.

Hacerse oír

Bartimeo no solo ha oído, sino que también quiere hacerse oír. El relato dice que mientras más lo reprendían para silenciarlo, más fuerte gritaba. Y es que hay mucha gente que impide el acceso a Jesús por múltiples y variadas razones. Quizá crean que ellas deben ser las mediadoras para acceder a él. Muchas instituciones han pretendido hacer lo mismo durante siglos y, más aún, se han creído las únicas que podían hacerlo. Mucha gente y muchas instituciones han sido obstáculos para el encuentro con Jesús.

Esta situación también se parece a muchas de las historias actuales. Activismos en todo el continente buscan ser acallados por personas que se sienten incómodas por las diferentes demandas. Mujeres buscando a sus desparecidxs,1 personas que viven los embates de la minería legal e ilegal, pueblos originarios desplazados de la Amazonía, migrantes que reclaman vivir de modo digno. Todas estas personas y muchas otras se encuentran en las calles esforzándose por hacerse oír. A esto Judith Butler ha llamado el “derecho a aparecer.” Y claro, al igual que a Bartimeo, a quien se le quería impedir expresarse, a muchas personas que viven vulnerabilidad y están reclamando mayor atención, que se les escuche, que se les tome en serio, también se busca silenciarlas. La necesidad es incómoda; por eso la actitud más generalizada ha sido evadirla. La pelea contra los diferentes gobiernos es una batalla permanente, pero que sean las iglesias quienes con su silencio sean cómplices es un escándalo del que debemos dar cuenta.

Es el movimiento de Bartimeo lo que consigue que se le escuche. Quedarse allí, donde seguro mucha gente lo quería, hubiese significado no encontrarse con Jesús. Bartimeo, quien vive con la ceguera, no pierde agencia sobre su vida. Lo que para la sociedad es motivo de escarnio, para él no es limitación y no tiene por qué serlo.

¿Qué quieres que te haga?

Esta pregunta de Jesús podría ser hasta innecesaria. Pero hay algo de su propuesta que se hace cada vez más clara y lo vimos hace un par de domingos. Sin decisión personal no hay seguimiento. Tampoco lo hay sin una manifestación pública que comprometa la vida. Después de los gritos de Bartimeo puede haber sido evidente que quería recuperar la vista, pero él, Bartimeo, al igual que nosotrxs, hemos de dar cuenta de lo que queremos, de lo que necesitamos. Aquí hay una buena enseñanza para quienes tenemos roles pastorales: no podemos vivir suponiendo necesidades, sino que, más bien, debemos preguntarlas. En este pasaje, Marcos nos podría hacer reflexionar sobre este punto a la luz de la práctica de Jesús.

En una sociedad abiertamente excluyente, donde las personas con discapacidad y todas las poblaciones vulnerables están gritando por ser oídas, cada vez más se encuentran haciéndose oír de diferentes maneras. Por eso, la figura de Jesús es un aliciente para nosotrxs. Contemplarlo nos invita a realizar lo que él hizo: estar en movimiento y detenernos cuando hay necesidad frente a nosotrxs. Que estar en movimiento no signifique no detenernos, que estar en movimiento nos impulse a andar por caminos no recorridos y a prestar mayor atención a esos gritos que buscan ser acallados.

Como seguidorxs de Jesús hemos de sentir ese llamado a estar en movimiento y también a pararnos al lado de los diferentes caminos de la vida, donde junto a las personas con discapacidad se encuentran mujeres peleando por sus derechos, personas marginadas por múltiples razones como el color de la piel, orientación sexual, identidad de género o clase. Y están ahí haciéndose oír. ¡Que la Divinidad2 nos aliente a escucharles y a colocarnos al lado de las víctimas!


Notas

  1. El empleo de la “x” en este comentario es una crítica a nuestra gramática normativa. Sé que muchas personas no gustan de verla, pero les animo a leerla con el género que mejor les parezca, femenino o masculino. O también entrar en la aventura del plural agenérico que se está construyendo con la “e”.
  2. Empleo la palabra Divinidad en lugar de dios, la que asocio con una mirada masculina. A pesar de que nuestros discursos afirman que no tiene género, la representación histórica ha hecho lo contrario.