Lectionary Commentaries for August 29, 2021
Décimocuarto Domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Marcos 7:1-8, 14-15, 21-23

Pablo R. Andiñach

El espíritu humano está lejos de la pureza. Pretender transparencia y acciones impecables (esto es, sin pecado) sería un acto de pura soberbia. Pero los fariseos, no contentos con todo el esfuerzo que la persona pudiera hacer para acercarse a ese ideal, añadían leyes propias a las leyes de Moisés que encontramos en las Escrituras. Las llamaban “ley oral” y las atribuían a Moisés mismo; y aunque no estaban escritas en la Biblia, tenían por momentos más poder que la Palabra misma. Jesús denuncia esa actitud. Aquí repasaremos este pasaje para destacar cosas que pueden ayudar e iluminar nuestra predicación.

  1. El encuentro es con fariseos y escribas y el conflicto es con algunos de sus discípulos. Recordemos que con esa palabra se designa a todas las personas que seguían a Jesús, de manera que no hay una mención especial de alguno de los doce. El problema lo plantean porque los discípulos no cumplen con la ley de lavarse las manos antes de comer, un acto que tenía valor ritual y que en la práctica de los fariseos era muy importante. Colocar estas tradiciones por encima de la Ley los hacía sentir “más puros” que el resto. Es cierto que es fácil denostar a los fariseos, pero deberíamos preguntarnos si esa actitud de pureza y superioridad en cuestiones de la fe no sucede también entre nosotros/as.
  2. Jesús cuestiona esas prácticas porque no son parte de la Ley y lo dice con claridad. Le reclaman que no cumplen con “la tradición de los ancianos” y él les contesta con un texto de Isaías (29:13) donde se distingue entre el decir y el hacer, entre “los labios” y “el corazón”. Recordemos que el evangelio de Marcos está escrito para un público no judío, que necesita que le expliquen los ritos mencionados (v. 3) porque no sabe de ellos. Hoy diríamos que son tradiciones humanas, que “no son bíblicas,” que han sido agregadas a la vida cristiana con un valor que no les corresponde. Jesús destaca que lo que agobia a la persona creyente y hace pesado el camino de salvación no es lo que Dios pide, sino lo que los seres humanos han agregado de su propia invención. Así Jesús rescata la verdadera Ley de Dios, dada para la vida, y la distingue de todo aquello que aleja a la persona de una vida de fe sincera y profunda. Es honesto de nuestra parte decir que la historia de la iglesia cristiana muestra muchos momentos en que parece haber caído, y de manera muy profunda, en esta forma de fariseísmo. Necesitamos de la tradición de la iglesia, pero como todas las cosas, debe ser juzgada a la luz del evangelio; si cree que puede remplazarlo, pierde sentido.
  3. Es importante destacar que Jesús dice que el mal, que aquello que daña la vida y deteriora a la persona, no es algo que venga “de afuera.” Por el contrario, lo que nos hace mal se origina en nuestro interior. En esto está en acuerdo con el relato de la creación, en el que tanto Eva como Adán desobedecen el mandato de Dios en un acto del cual son plenos responsables. Recordemos que en el diálogo con la serpiente (el símbolo del mal) la decisión de aceptar la tentación no es forzada sino voluntaria. El mal no entra en ellos; la desobediencia sale de su corazón y su voluntad. En este pasaje, lo relaciona con las comidas y los rituales vinculados a ella. Aunque se falle en un rito, no será eso lo que deteriore la vida de la persona, sino lo que hay en su corazón.
  4. Lo que Jesús cuestiona de los fariseos no es el celo de vivir de acuerdo con la Ley, sino la distorsión en que han caído al crear un sistema que deja en la imposibilidad de acercarse a Dios a la mayoría de las personas. Para Jesús la Ley es palabra de vida y no una cárcel para el espíritu, y sin duda que no ha venido a abolirla. Pero la coloca en su justo lugar y le reconoce valor en tanto es Palabra de Dios dada para vivir la fe en el marco de sus enseñanzas. También es cierto que, si bien Jesús cumple con la Ley, en muchas maneras la supera y la lleva a un plano distinto. En su prédica es claro que no hay ningún rito que “salve,” ni ninguna práctica mecánica que asegure la bendición de Dios. Su mensaje pide un cambio de corazón y propone una vida donde “de dentro, del corazón” salgan buenas cosas, actos de amor y solidaridad, pensamientos que nos acerquen a Dios y al prójimo.
  5. En los vv. 21-23 encontramos la única lista en los evangelios de vicios y pecados (su paralelo en Mateo 15:19 es más breve). Las cartas de Pablo abundarán en ellas, pero en otro contexto literario y teológico. Aquí el evangelista no pretende ser exhaustivo, sino que muestra un abanico de trece vicios que de algún modo representan a los no nombrados; por ejemplo, no menciona la mentira ni la blasfemia. No es una buena práctica elegir exigir algunos y dejar de lado otros, como solemos hacer; en general, resaltamos la importancia de los que no nos salpican a nosotros/as mismos/as. Sin embargo, el conjunto de los trece describe una vida alejada de lo que Dios espera de nosotros/as y nos invita a reflexionar sobre nuestras opciones y caminos. Es claro que no deben utilizarse como una lista para evaluar al prójimo sino para mirarnos a nosotros/as mismos/as.
  6. Al final, podemos decir que este texto nos muestra una vez más a Jesús que mira la condición humana tal como es. Nos llama a revisar nuestra vida y nuestras prácticas de fe, porque sabe que estamos inclinados/as a poner nuestros deseos por delante de los suyos. ¿Cuánto en nuestra vida de fe es genuino y viene de Dios, y cuánto son meras tradiciones humanas? La buena noticia es que el Señor vino para corregirnos y no para condenarnos. Está entre nosotros/as porque busca que vivamos en plenitud y no porque desee nuestra condena. Nos invita a revisar nuestros caminos y a que nos decidamos a caminar junto a él.