Lectionary Commentaries for December 27, 2020
Primer domingo de la Navidad

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Evangelio

Comentario del San Lucas 2:22-40

Lis Valle-Ruiz

A primera vista, Lucas 2:22-40 trata del anuncio que Simeón y la profetisa Ana hacen acerca de Jesús como salvación. Si queremos predicar lo que ya todas las personas cristianas saben, que Jesús es el Mesías, no hay mucho más que buscar.1 Basta con resumir que este pasaje trata acerca de cómo Simeón y Ana reconocen a Jesús como el Mesías. Tal mensaje concuerda con la aparente intención del autor del evangelio de Lucas de presentar a Jesús como el Mesías, basándose en escrituras de la Biblia Hebrea y argumentando su cumplimiento en Jesús.2 En efecto, en este pasaje se enfatiza al pueblo de Israel que esperaba su salvación y redención y también se menciona la revelación para los gentiles. Este pasaje declara que, en la percepción de Simeón y de Ana, Jesús es la salvación para el pueblo de Israel y para los gentiles.

Simeón y Ana sirven como los dos testigos que Lucas ofrece, la cantidad mínima requerida para establecer la veracidad de un testimonio. Lucas también se asegura de establecer la credibilidad de esos testigos. Simeón era justo y piadoso y el Espíritu Santo estaba sobre él. Ana era profetisa y viuda, dedicada a orar y ayunar, pasando su tiempo en el templo. Lucas está añadiendo estos testigos a los ángeles y pastores que en el pasaje anterior alabaron a Dios con motivo del nacimiento de Jesús. En el próximo pasaje de Lucas 2:41-52, Jesús mismo se mostrará consciente de su relación especial con Dios como su Padre. En conjunto, estos tres pasajes del capítulo 2 de Lucas se ofrecen como argumentos para aseverar que Jesús es hijo del Altísimo, hijo de Dios (Lucas 1:32, 35).

Pero cuando Lucas se escribió, probablemente a finales del primer siglo de la era común, no era bien “sabido” que Jesús era el Mesías. A Lucas no le sería fácil convencer a su audiencia. Al fijarnos en algunos detalles de la argumentación de este pasaje y prestando atención a una audiencia que no sería tan fácil de convencer, podemos descubrir aspectos del relato que el autor de Lucas minimizó para establecer su argumento. Por ejemplo, vale la pena resaltar los cuerpos empobrecidos de Jesús y su madre María.

Lucas 2:22–40 comienza estableciendo el tiempo y lugar de la historia: Jerusalén, cuando se cumplieron los días de la purificación de María. El leccionario omite el v. 21 que narra la circuncisión de Jesús, mientras que Lucas minimiza el cuerpo de María, que es la razón por la que se encuentran allí. El cuerpo de Jesús tiene 40 días de nacido. Los eruditos nos han ayudado a conectar estos versículos con sus referencias implícitas.3 La referencia en el v. 23 es a la ley que, según Éxodo 13:2 y 12, Dios dio a Moisés pidiéndole que dedicara al Señor toda persona primogénita.  El mandato es a dedicar y redimir a los primogénitos. No hay allí indicio de necesidad de sacrificio en la dedicación o redención de primogénitos humanos. Tampoco hay en Éxodo 13 ritual de presentación del primogénito.

La referencia en el v. 24 a la ley del Señor puede darnos la falsa impresión de que el sacrificio de “un par de tórtolas o dos palominos” era para la purificación de ambos, Jesús y María, como insinúa el pronombre “ellos” en el v. 22. Sin embargo, es más probable que Lucas se refiera al ritual de purificación de una madre luego de parir. Levítico 12 explica el ritual y en su versículo 8 menciona dos tórtolas o dos palominos como sustituto del cordero cuando no se tienen suficientes recursos. Una lectura teológica del texto que ignore las leyes judías a las que el pasaje alude podría llevarnos a asociar la presencia de Jesús con el cordero que sus padres no llevaron a Jerusalén. Tal lectura también ignoraría la localización social de Jesús y sus padres, es decir, su pobreza. Pero cuando prestamos atención a las referencias a la ley de Moisés y la ley del Señor en los vv. 22–24, nos damos cuenta de que la familia estaba en Jerusalén para la purificación de María. Es probable que el v. 23 se refiera, como dijimos arriba, a la redención del primogénito que se prescribe en Éxodo 13: 2, 12, 15 (véase también Números 18:15–16; Nehemías 10:35–36),4 pero como no existía un ritual de presentación del primogénito, no podía ser esa la razón por la que se presentaron en el templo.

El cuerpo de Jesús se encuentra en el templo porque el cuerpo de su madre necesita purificación debido a su nacimiento. Ella termina su cuarentena y va al templo. La purificación de su cuerpo es el evento que permite la proclamación mesiánica de Simeón y Ana. Aunque la narración minimiza la existencia de los cuerpos de María y Jesús como cuerpos pobres y en recuperación, fijarnos en los cuerpos nos permite expandir el concepto de salvación en el pasaje.

Ciertamente el pasaje permite predicar que Dios salva y consuela a su pueblo a través de Jesús. Pero el pasaje no logra esconder el cuerpo de María, esencial en la llegada de Jesús al mundo y recuperándose de tal labor. Tampoco logra esconder el cuerpo de Jesús en su infancia. Además, son dos cuerpos envejecidos los que revelan a Jesús como la salvación y consuelo que el pueblo de Israel esperaba. ¿A qué cuerpos te recuerdan los cuerpos de María y el recién nacido Jesús? ¿Qué tipo de salvación necesitan esos cuerpos? ¿Cómo puedes prestar atención a esos cuerpos en tu sermón? Prestemos atención a los cuerpos, porque fue a través de un cuerpo que nos fue dada la salvación.


Notas

    1. Biblia de estudio esquematizada, Sociedades Bíblicas Unidas, 2007, 1493.
    2. The HarperCollins Study Bible, General Editor, Wayne A. Meeks, HaperCollins Publishers, 1993, 1954.
    3. Meeks, 1959.
    4. The Jewish Annotated New Testament, edited by Amy-Jill Levine and Marc Zvi Brettler, Oxford University Press, 2011, Kindle Edition, 637.