Lectionary Commentaries for December 20, 2020
Cuarto Domingo de Adviento

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Evangelio

Comentario del San Lucas 1:26-38

Rodolfo Galvan Estrada III

Hay muchas maneras de acercarse al anuncio de Gabriel a María en Lucas 1:26-38. Quiero destacar dos preguntas clave que nos ayudarán a entender el papel de María, el impacto potencial de la historia para los primeros lectores, y cómo podemos ser más conscientes de su obediencia a Dios.

Primero: ¿Qué significa cuando Lucas describe a María como virgen (v. 34)? En muchos de nuestros adornos navideños, María es representada como una mujer madura que estaba comprometida con José. La comprensión contemporánea de los compromisos matrimoniales ha influido en la forma en que representamos su identidad. Pero dentro de esta historia, sólo sabemos que era una “virgen desposada con un varón que se llamaba José” (v. 27). No encontramos ninguna idea de su identidad ancestral hasta el versículo 36 cuando Gabriel describe a su “pariente” Elisabet. Anteriormente en el evangelio se menciona la herencia de Elisabet. Elisabet procede de un linaje sacerdotal, descendiente de Aarón, que fue el primer sumo sacerdote del pueblo hebreo (1:5).

Los matrimonios en la antigüedad eran muy diferentes a los de hoy. Las mujeres se casaban en la adolescencia y los hombres alrededor de los veinte años. Los matrimonios unían a las familias, forjaban alianzas políticas y eran una decisión comunitaria. La gente no se casaba sin la opinión y consideración de los miembros de la familia. Y lo más importante, los matrimonios debían producir hijos legítimos que serían herederos. Las mujeres judías se daban en matrimonio muy pronto para garantizar su virginidad. Y aunque estaban comprometidas con un marido, permanecían bajo la supervisión del padre hasta la consumación del matrimonio.

Así, cuando Lucas explica que María era “virgen,” es más que probable que fuera una joven adolescente. El énfasis de la virginidad de María se expresa a lo largo de este diálogo con Gabriel. La palabra “virgen” es la palabra griega παρθένος y aparece dos veces en el original del v. 27. El mismo término aparece en la versión de la Septuaginta de Isaías 7:14 cuando el profeta afirma que una “virgen” tendrá un hijo y “le pondrá por nombre Emanuel,” que significa “Dios con nosotros.” Esta palabra griega puede ser traducida como “una joven mujer,” pero dentro del contexto de Lucas se refiere a una virgen. Esto se establece claramente en el v. 34 cuando María responde a Gabriel: “¿Cómo será esto?, pues no conozco varón.” Esta respuesta implica que ella nunca había tenido intimidad con un hombre.

Necesitamos entender las implicaciones sociales de la inocencia de María y el anuncio de Gabriel de que tendrá un hijo. Estar misteriosamente embarazada sin contacto físico con un hombre habría sido visto como imposible. Recuerden que los matrimonios involucraban a toda la familia. Descubrir que María estaba embarazada de un niño habría causado mucha conmoción. Habría llevado a una potencial humillación y vergüenza para ella y su familia. Habría avergonzado a su padre, que debía proteger su inocencia, y a su familia, que estaba involucrada en encontrarle un marido.

María quiere saber cómo sucederá, es decir, cómo quedará embarazada sin tener intimidad con un hombre (v. 34). Esto me lleva a mi segunda pregunta: ¿Cuál es el significado de la declaración de Gabriel de que el Espíritu Santo vendrá sobre María (1:35)?

En el mundo grecorromano, había historias de los dioses que bajaban para embarazar a las mujeres. Por ejemplo, el famoso Hércules era el hijo de Zeus. Pero este medio hombre medio dios fue concebido cuando Zeus bajó a la tierra y pretendió ser un hombre. Transformando su identidad, fue capaz de embarazar a una mujer que dio a luz a Hércules.

Además, el fundador de varias ciudades griegas en Asia era una persona llamada Ion. Había nacido como resultado de la violación del dios griego Apolo a su madre. Su madre se avergonzó de esta experiencia y lo dejó morir en una cueva. Pero el dios griego Hermes, que sabía lo que le había pasado, rescató al bebé y lo colocó en un templo para ser criado por sacerdotes. Ion creció y se convirtió en el fundador de varias ciudades griegas en Asia. Esta historia intenta explicar la identidad de Ion. Afirma que era hijo de un dios griego, y por lo tanto elimina el estigma de que no se conociera a su verdadero padre.

No es esto lo que sucede en el evangelio de Lucas. No hay relaciones sexuales o violación del cuerpo femenino. El ángel le explica a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (v. 35). La palabra griega del original que se traduce como “vendrá sobre” es ἐπέρχομαι. Aparece más tarde en Hechos 1:8 cuando Jesús promete que el Espíritu Santo vendrá sobre los discípulos para que sean testigos.

Debemos ver la venida del Espíritu sobre el cuerpo de María como una anticipación de Pentecostés. Es algo sagrado y divino. La presencia del Espíritu Santo sobre María se asemeja a la gloria del Señor que ensombreció el tabernáculo cuando el pueblo hebreo estaba en el desierto (Éxodo 40:35) y a la nube que cubrió a los israelitas en el desierto (Salmo 91:4; 140:7). ¿Qué sugiere esto? No encontramos ninguna violación de su cuerpo como se entiende popularmente en las mitologías griegas. En su lugar, la poderosa presencia de Dios descansará sobre María de manera protectora.

Es oportuno que en esta temporada de Adviento reflexionemos sobre la experiencia de María. Hoy miramos hacia atrás y honramos su obediencia voluntaria. No podemos olvidar que esta no fue una situación fácil. En la versión de la historia de Lucas, José es raramente mencionado. El evangelio de Mateo nos dice que José también recibió la visita de un ángel, pero Lucas no explica cómo José reaccionó al crecimiento del vientre de María. Lucas está más interesado en María y su experiencia, la obediencia y la presencia del Espíritu Santo que descansó sobre ella. Lucas revela que María aceptó pasar por esta situación, a pesar del posible malentendido que generaría en José y su familia y el daño que podría causar a la reputación de todos ellos. Se identificó como una sierva y creyó en el mensaje que Gabriel le llevó de parte de Dios. Las últimas palabras que le dijo a Gabriel fueron las siguientes: “Aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (v. 38). Recordemos la experiencia de María, su fe y su voluntad de ser una sierva. No tiene que haber sido fácil para una joven mujer como ella, pero se convirtió voluntariamente en una sierva del Señor para beneficio de todos/as nosotros/as.