Lectionary Commentaries for November 4, 2012
Vigésimo tercer domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Marcos 12:28-34

Pablo E. Rojas Banuchi

Una de las características principales del fenómeno religioso es su dimensión ética.

Se refiere a lo que un grupo religioso opina en cuanto a qué es bueno y qué es malo y cuál debe ser el comportamiento moral de ese grupo o de sus miembros. En muchas iglesias cristianas pareciera que se promueve una visión ética de la vida un tanto desbalanceada al darse énfasis o prioridad a normas y reglas que no se fundamentan en aquellos mandamientos de los que dependen toda la Ley los Profetas (Mt 22:34-40).   

Como profesor de religión por los pasados casi 17 años he escuchado de mis estudiantes toda clase de experiencias en relación con la religión. Entre estas, recuerdo la historia de una joven que residió una vez en los Estados Unidos y fue puesta en disciplina por el liderato de su iglesia. La disciplina obedeció al hecho de que en pleno invierno, la joven decidió ir con pantalón al templo debido al excesivo frío y las bajas temperaturas de la época. Las reglas de la iglesia prohibían que ella usara pantalón y, por ende, fue censurada y apartada de la adoración por un tiempo específico. Relató que todos en la congregación comenzaron a murmurar contra ella. Aun sus más cercanas amistades. La pregunta obligatoria es: ¿Qué acción podría calificarse peor o inmoral? ¿Ir en pantalón a la iglesia o murmurar contra el prójimo? La discusión queda abierta.

El evangelio para hoy, Mc 12:28-34, es uno de esos pasajes en los que Jesús es confrontado  con una pregunta. Aunque a diferencia de lo sucede en Mt 22:35, en Marcos la pregunta no se formula para tentarlo, se trata de una pregunta difícil. En cuanto a forma, tenemos ante nosotros una conversación didáctica o escolar.1

Marcos nos indica que un escriba (intérprete/estudioso de la ley), que “los había oído discutir” y que sabía que Jesús les había respondido bien a los saduceos (vv.18-27), le preguntó: “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?” (v.28). Los rabinos dividían los 613 preceptos de la ley (248 mandamientos y 365 prohibiciones) en “importantes” y “secundarios.”2 El problema radicaba en que no estaban de acuerdo en si algunos eran más importantes que otros. Los líderes religiosos pensaban que declarar que algunos mandamientos eran más importantes que otros era restarles valor a esos otros, y que por lo tanto todo intento de establecer un orden entre los mandamientos era una ofensa a la ley misma.3 Este escriba quería saber cuál era el más importante de todos. En otras palabras, cuál de ellos define o resume mejor la Torá. 

En su respuesta Jesús cita el Shema (Dt 6:4-5) que todo judío varón y piadoso repetía dos veces al día (mañana y tarde). “El Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (v.29). En tiempos de Jesús, la recitación de este texto recordaba con agradecimiento la elección del pueblo.4 Después Jesús especificó cuál era la principal obligación del ser humano: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (v.30), esto es, con todas las fuerzas y capacidades que han sido dadas al ser humano. A lo que Jesús agrega: “Este es el principal mandamiento.” Luego menciona por añadidura el segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v.31). Según Jesús: “No hay otro mandamiento mayor que estos” (v.31b).

Hoy por hoy, la pregunta del escriba es una que se mantiene vigente y está relacionada con aquello que consideramos más importante en una religión. Otros lo plantean así: ¿Qué hace a una religión verdadera? El apóstol Pablo llegó a la misma conclusión que Jesús en Ro 13:8. La pregunta es tan antigua como la iglesia misma. Para Santiago, en su epístola, “la religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo” (1:27). Siguiendo las enseñanzas de Jesús fundamentadas en el amor, Santiago propone que además de tomar en cuenta la importancia de la fe en Dios para agradarle y el logro de la vida eterna, es menester realizar buenas obras (2:17). Y, entre ellas, el amor al prójimo expresado de diversas formas.

Entonces, ¿quién es nuestro prójimo? Juan Calvino, teólogo y pastor del siglo XVI dice al respecto: “Lo que afirmo es que debemos amar con un mismo afecto de caridad a toda clase de hombres sin excepción alguna, sin establecer diferencias entre griego y bárbaro, entre dignos e indignos, entre amigos y enemigos; pues todos deben ser considerados en Dios y no en sí mismos.”5

La perícopa de hoy culmina mostrando al escriba muy bien impresionado con la respuesta de Jesús: “Bien, Maestro, verdad has dicho” (v.32). El escriba estuvo de acuerdo en que amar a Dios y al prójimo “es más que todos los holocaustos y sacrificios” (v.33). Afirma Ralph Earle que el escriba mostró con su respuesta una percepción espiritual poco común.6 “Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente,” le dio ánimo y le presentó un reto: “No estás lejos del Reino de Dios” (v.34). Con estas últimas palabras, Jesús se presenta como el maestro con autoridad, capacitado para emitir juicios de esta naturaleza.7 Con esta perícopa Marcos acentúa el significado positivo del amor de Dios y del prójimo como quintaesencia de la instrucción ética. Quien ama a Dios con todas sus fuerzas y al prójimo como a sí mismo se encuentra cerca del Reino de Dios, que comienza a convertirse en realidad con Jesús.8

Retomando la experiencia de aquella joven al inicio de este comentario, debemos pensar en nuestras propias comunidades de fe y preguntarnos si en ellas hay algunas reglas que se imponen al amor de Dios y al prójimo. Si es así, ¿cuáles son y cómo debemos responder a las mismas?

Ante tales posibilidades debemos tomar en cuenta las siguientes consideraciones hermenéuticas:9

1) Jesús juzga toda interpretación de la ley a la luz del propósito del dador de la ley: la misericordia, el amor y la redención. De esta forma, más allá de que uno deba actuar de acuerdo con lo que dicta la ley, también debe tener un compromiso íntimo con el espíritu liberador y creador de la ley. Respondemos de manera creativa, más allá de lo que la ley ordena, porque los propósitos de la ley están encarnados en nuestro corazón, porque son parte integral de nuestros motivos, intenciones y visión de lo que lleva a la vida plena.

2) En esta perícopa el amor es central. El amor nos anima a seguir el modelo de Jesús, a luchar por una mayor inclusividad social. El amor nos motiva y da poder para superar todas las fronteras del prejuicio racial, de clase, de género, de cultura y de nacionalidad. A respetar a aquellos/as que no piensan igual que uno. Nos da poder para amar a nuestros enemigos, para convertir a nuestros enemigos en nuestros hermanos/as y hacerlos parte integral de nuestro círculo de ayuda mutua.

3) La ética de Jesús nos obliga a tomar en cuenta cómo nuestras acciones afectan las posibilidades de vida de nuestro prójimo.

4) Nuestro amor por Dios debe ir acompañado del compromiso de mejorar las condiciones de nuestro pójimo, en particular, las de los más débiles e indefensos.

5) La vida en el Reino es aquella que se vive con conciencia de las necesidades de los demás y sirviéndolos.

El mensaje de Jesús nos invita a tomar en cuenta su dimensión liberadora y transformadora. La iglesia de hoy está llamada a acompañar a toda persona sin importar quién sea o de dónde venga. No estamos llamados/as a imponer “cargas.” Mucho menos a establecer juicios sino, a comunicar un mensaje en el que las personas puedan sentirse incluidas en el amor de Dios y no excluidas.

Culmino con unas palabras del Rev. Martin Luther King, Jr., muy apropiadas para el sermón: “Amor en ágape es el único cimiento que puede restablecer esta maltrecha sociedad y unirla. Cuando se manda amar, se manda a restaurar la sociedad, resistir la injusticia y socorrer las necesidades de mis hermanos.”10


1Joachim Gnilka, El Evangelio según San Marcos: Mc.8:27-16:20 Vol. II (Salamanca, España: Editorial Sígueme, 1986), 192.
2Ralph Earle, Marcos: El Evangelio de Acción (Grand Rapids, MI: Editorial Portavos, 1996), p.99.
3Comentario de Justo L. González sobre Mt 22:34-46 (paralelo de Mc 12:28-34) en Tres Meses en la Escuela de Mateo (Nashville: Abingdon Press, 1996), 131.
4Joachim Gnilka, pp.192-193.
5Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana: II:VIII:55.
6Ralph Earle, Op. Cit., 99.
7Joachim Gnilka, Op. Cit., 195.
8Ibid., 196.
9Sigo, en parte, a: Ismael García, Introducción a la Ética Cristiana (Nashville: Abingdon Press, 2003), 79-82.
10Como se cita en William Fred Santiago, Venceremos: Recobro de Martin Luther King, Jr. (Puerto Rico: Mariana Editores, 2011), 48.