Lectionary Commentaries for September 23, 2012
Decimoséptimo Domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Marcos 9:30-37

Darío Barolin

El texto correspondiente para este domingo puede dividirse en dos partes teniendo en cuenta la locación geográfica que el mismo evangelio nos marca: el camino y “la casa“.

Jesús intencionalmente se ha separado de la multitud que se congregaba detrás de él (9:25) y busca estar sólo con sus discípulos con el objetivo de instruirlos (9:31).

Galilea es el lugar donde Jesús comienza su ministerio (1:14) y donde Jesús alcanza un alto nivel de popularidad que hace que las casas sean ámbitos insuficientes para albergar a la multitud que lo seguía (Mc 2:1ss). Parece ser que en el ir de un lugar a otro (2:23; 9:30; 11:20; 15:29) es donde Jesús encuentra el tiempo y la “soledad” necesaria para profundizar en la enseñanza con sus discípulos y anunciar cosas importantes (ver 9:27ss, 10:32-34).

Jesús: entrega, muerte y resurrección
Ciertamente, en un contexto similar (9:27ss) es cuando Pedro reconoce a Jesús como el Cristo (8:29) y seguidamente Jesús anuncia por primera vez su muerte (8:31ss). Nuevamente volverá sobre ello en 10:32-34, esta vez camino a Jerusalén. De los tres anuncios, el de 9:31 es el más breve. Gnilka destaca como diferencia esencial en 9:31 “…la entrega del Hijo del hombre en manos de los hombres y la ausencia de una referencia a la Escritura.”1

Se hace evidente así, la contradicción y escándalo profundo que se establece entre Jesús “hijo de lo humano” y los “humanos” que lo asesinan. Mateos y Camacho entienden que mientras “el hijo del hombre” señala a quien alcanza la vida en plenitud, “los hombres” por contraste se refiere a quienes “…no la conocen, ni aspiran a ella, a los que frustran en sí mismos el desarrollo humano.”2

La ausencia de toda mención a la escritura, es acompañada por el silencio sobre cualquier “necesidad” que haya sobre la entrega y la muerte de Jesús. La muerte de Jesús aparece más bien como una respuesta de los poderosos a sus acciones. La propuesta del Reino de Dios que Jesús encarna y refleja en sus palabras, curaciones, comida, etc. no es bien recibida; es más, es vista como peligrosa, desestabilizante, y por ello su muerte. Es de notar que el evangelista ya nos ha adelantado que es Judas, uno de sus discípulos, el que lo entregará (3:19) y que serán los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas quienes lo matarán (8:31).

Jesús en la casa
El v.33 nos ubica en Capernaúm y más concretamente en “la casa”. Este lugar, señalado así con artículo en el griego, que la RV95 traduce “en casa”, parece apuntar a la misma casa a que se hace referencia en 2:1; ver también 1:29. Así como el camino, la casa es otro de los ámbitos preferidos por Jesús para instruir a sus discípulos; ver también 9:28 y 10:10.

Aquí el tema del diálogo no es introducido por Jesús sino por la discusión que los discípulos venían teniendo en el camino. El silencio de los discípulos (v.34) a la pregunta de Jesús muestra cuán incómodos se sienten. Ellos son conscientes de que su discusión no es un buen tema, especialmente después de que su maestro les ha anunciado los acontecimientos por venir. Esta discusión es un ejemplo concreto de la falta de entendimiento de los discípulos sobre lo que Jesús les decía en el camino. Jesús acaba de anunciar su disposición a mantenerse en su propuesta de servicio y entrega mientras los discípulos se entretienen discutiendo quién es el mayor.

No obstante, las y los lectores tomamos conocimiento de la discusión a través del narrador. Marcos nos informa qué venían discutiendo por el camino  sobre “quién era el más grande” (v.34). Aquí me aparto un poco de la traducción de la RVA 95 pues ésta sitúa la tradición como un evento futuro, tal vez por la influencia de la petición de Santiago y Juan en 10:37.

La respuesta de Jesús es impresionante. La situación generada por la pregunta y el silencio exige una réplica inmediata. Pero Jesús se toma su tiempo, se sienta, los convoca y recién entonces les habla.

Jesús no descalifica la discusión de los discípulos sino que cambia radicalmente la perspectiva: “si alguno quiere ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos” (v.35). Poco queda de la discusión de los discípulos. Ellos discuten sobre quién es el más grande y Jesús se centra en el cómo. El primero debe hacerse el último y servidor de todos. Ser el más grande no es un privilegio sino un acto de servicio a los demás. El hijo del hombre es un ejemplo de ello, su perseverancia hasta la muerte lo ilustra claramente.

Luego, Jesús toma un niño o una niña; en griego es neutro, así que puede ser uno u otra. El sexo de la niña o niño no es lo importante, sí su condición de menor. Jesús lo/a recibe, y lo/a saca del lugar de invisibilidad y la/o coloca junto con él, en el centro, dándole un lugar de privilegio. Esta pequeña o pequeño ocupa ahora el lugar que todos y todas queremos ocupar; está en los brazos de Jesús.

Entonces, se vuelve a sus discípulos y los invita también a ellos a recibir a quienes son como este niño o niña, aquellos que la sociedad ni siquiera ve. Hay un aspecto concreto en este/a niño /a que Jesús pone al centro de la escena. En la sociedad galilea del tiempo de Jesús ocuparse de ellos/as era tarea de las mujeres exclusivamente, Jesús ahora incluye a sus discípulos en esa tarea. Por otro lado, esta invitación no sólo se restringe a los menores sino que es una invitación a sus discípulos a recibir, a hospedar (repetido cuatro veces en el v.37) a quienes son como ellos/as, ignorados/as e invisibilizados/as.


1Joachim Gnilka, El Evangelio según San Marcos Vol II (Salamanca: Sígueme, 1993), 61.
2Juan Mateos y Fernando Camacho, El Evangelio de Marcos: Análisis lingüístico y comentario exegético  Vol. II (Madrid: El Almendro & Fundación Epsilón, 2000), 364.

Bibliografía específica utilizada
Aparte de los libros de Joachim GNILKA y de Juan MATEOS y Fernando CAMACHO mencionados en las notas al pie, fueron utilizados:
NAVARRO PUERTO, Mercedes. Marcos. Estella: Verbo Divino, 2006).
WILLIAMSON Jr., Lamar. Marco. Torino: Claudiana, 2004.