Lectionary Commentaries for July 15, 2012
Séptimo Domingo después de Pentecostés

from WorkingPreacher.org


Evangelio

Comentario del San Marcos 6:14-29

Richard Rojas Banuchi

La lección de Marcos de esta semana,  nos acerca hacia un texto desconcertante, un texto tan complicado como la vida misma.

La historia de la confrontación entre Juan el Bautista y Herodes Antipas es uno de los relatos que evitaríamos a toda costa. Y con toda la razón del mundo.   

Los evangelios coinciden en que allí — frente a los ojos de Juan — comienza el ministerio público del rabí Jesús.  Marcos 6 es la historia complicada de la muerte de uno de las figuras de mayor impacto en el ministerio de Jesús. Jesús estuvo convencido de que Juan, este hombre vestido de pieles de animal, rústico y de una apariencia áspera, era un enviado de Dios, boca de Dios. Y es tal el convencimiento que tiene Jesús, que le pide que lo bautice en el río Jordán. Juan es la piedra que molesta dentro del zapato. Es el mosquito que no deja de zumbar en el oído. Su insistencia es muy conocida por todos, y por eso muchos lo amaban y otros tantos lo odiaban. 

La experiencia de gloria y la manifestación divina de aquel entonces, contrastan en exceso con el cuadro que tenemos ante nuestros ojos. Juan, que ha visto al hijo de Dios, que lo ha identificado públicamente gritando: “este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), ahora según Marcos 6 está solo, encarcelado y camino a una sentencia de muerte. 

Pero, ¿cómo puede una persona que ha visto tanta gloria y tanta grandeza, de repente encontrarse en un lío de repercusiones tan grandes? ¿Cómo es que habiendo vivido del modo en que vivió, ha de morir como un criminal o un subversivo traidor? Estas son excelentes preguntas. Y Marcos nos ofrece una respuesta. Juan se ha metido en serios líos porque no ha podido permanecer en silencio ante la injusticia y el deterioro político. Está en líos porque posee un entendimiento del Reino de Dios que contrasta con el de muchas personas. Para Juan, el Reino de Dios y el reino de este mundo están en una seria confrontación. Está resuelto a dejarse usar por Dios, aun cuando ser boca de Dios en este momento y contexto particular es sinónimo de muerte.

Está de más decir que en los tiempos de Jesús, el Rey tiene potestad sobre la vida y la muerte de sus ciudadanos. Está de más decir que, sabiendo estas cosas — y siendo testigo de otras tantas — Juan hace caso omiso al miedo que produce el escándalo, la mala fama, los malos nombres y el poder. Algo sabe Juan que le anima a seguir. Algo han visto los ojos de Juan que, si nosotros/as vemos y somos testigos de ello, quedaremos llenos/as de las mismas fuerzas y la misma confianza en Dios, pase lo que pase. Juan pudo haber escapado de las consecuencias, pero para ello tendría que haber comprometido sus convicciones.

Bailey y Broek alegan que esta narrativa en particular responde a una serie de historias concernientes al ministerio de Jesús.1 Y tal como mencionamos en el comentario de la semana anterior, ellas tienen como centro de atención aclarar preguntas relacionadas con la identidad de Jesús. En labios de Herodes Antipas (v. 14-16) se trasluce la confusión que existe en cuanto a la creencia de que Jesús es el sucesor de Juan el Bautista o que es Juan resucitado. Las voces anónimas del versículo 15 añaden más confusiones con las que debe lidiar la comunidad de Marcos. Resurge la polémica acerca de quién es este Jesús. 

El autor bíblico toma de la mano a sus seguidores para llevarlos hasta la verdad. Me permito parafrasear a Hans Küng, quien dijo que hay muchos cristos y que hoy más que nunca es urgente e inevitable distinguir cuál es el Cristo verdadero frente a todos los demás cristos que se nos presentan.2 De igual manera, Daniel Migliore, en uno de cinco principios cristológicos expresa: “El Jesucristo viviente es mayor que todas nuestras confesiones y credos, y traspasa cualquiera de nuestras reflexiones teológicas acerca de él.”3

Como hemos observado, este es un relato que une fe y praxis. Las convicciones de la Iglesia acerca de la persona de Jesucristo, deben traducirse en acciones en el mundo. El gran fin de la Iglesia es seguir el ejemplo y proclamar al Jesús viviente. Pero, ¿estamos dispuestos a seguir la fe en Jesús independientemente de dónde esta fe nos lleve? Seguir a Jesús implica también un compromiso ético. La confesión no es confesión de boca nada más. La fe en Jesús que se mantiene en oraciones y cánticos es parte fundamental de nuestra respuesta a Dios, pero la adoración debe traducirse por igual en un estilo de vida comprometido, aun cuando este compromiso nos lleve a lugares, reputaciones y decisiones costosas. 

Lo importante del profeta Juan, no fueron sus “predicciones”, su “aspereza”, ni siquiera su muerte en las circunstancias que nos relata Marcos, sino que el hecho de que aun en los momentos más adversos permanece fiel hasta el final. Y aquí final no es final en su sentido absoluto. Sus detractores creyeron que decapitándolo harían callar la voz de Dios en el mundo. ¡Cuán equivocados estaban! El Dios de Juan trasciende la tragedia, la muerte y los poderes de este mundo.

Todos/as preferimos las historias con un final feliz, a todos/as nos gustaría que el mundo fuese simple y que todas las situaciones culminaran con una solución fácil y sencilla. Pero Marcos nos recuerda hoy que la vida real, tal y como la viven los hombres y las mujeres de fe, está llena de alegrías, pero también de sucesos complejos que pueden poner a prueba nuestra concepción de un Dios que es todo amor y justicia.


1James L. Bailey & Lyle D. Vander Broek, Literary Forms in the New Testament (Louisville, Kentucky: Westminster/John Knox Press, 1992), 148.
2Hans Küng, On being a Christian (New York: Doubleday, 1976), 126-145.
3Daniel L. Migliore, Faith Seeking Understanding. An introduction to Christian Theology. (Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 2004), 167-169.