Lectionary Commentaries for April 1, 2012
Sunday of the Passion (Palm Sunday) Year B

from WorkingPreacher.org


Evangelio

Comentario del San Marcos 14:1—15:47

Efraín Agosto

Nuestro leccionario para “La Semana Santa” insiste en que el drama completo de la pasión de Jesús — unción, arresto, juicio, crucifixión y entierro, entre otros aspectos claves, se lea y reflexione por nosotros sus lectores 2000 años después de los eventos que aquí se narran.

Para nosotros, como para Marcos, todo es importante, tanto el detalle de los eventos como el impacto de leerlo y escucharlo. He aquí algunos comentarios sobre el impacto de estos pasajes.

Preparación para la muerte: 14:1-11

A través de estos dos capítulos, Marcos intercala varias historias sobre el trato de Jesús por sus enemigos y sus amigos (discípulos y seguidores). Aquí, líderes en Jerusalén quieren arrestarlo durante la principal fiesta judía, pero con tanta gente presente, incluso peregrinos de otros lugares, no saben cómo hacerlo (14:1-2). Luego es Judas, “uno de los doce”, quien tristemente se ofrece para ser usado como vehículo de traición para entregar a Jesús a sus enemigos (14:10-11). El texto no nos dice la motivación por la cual Judas se deja usar de esta manera, pero a través de estos capítulos sobre la pasión de Jesús, traición, abandono y poca fe son evidentes aun entre los supuestos amigos de Jesús, lo cual es parte de la solemne tristeza de estos pasajes.

Sin embargo, es otro tipo de preparación para la muerte la que trae esperanza en medio de la desesperanza. Intercalada entre el deseo del arresto de Jesús y la disposición de un discípulo de ayudar con esto, está la bella historia de una mujer que unge la cabeza de Jesús con un aceite carísimo.  Vemos la conexión de esta historia con otras mujeres que ungen los pies de Jesús (vea, por ejemplo, Lucas 7:36-50), pero en Marcos, la historia se relaciona con una unción en preparación para la muerte. Por ende, Jesús es ungido en su cabeza, como para el entierro. Algunos protestan, dice Marcos, porque el dinero podía servir a los pobres. Sin embargo, Jesús se da cuenta de que los que protestan no son sinceros en sus palabras, dado que poco se habían preocupado hasta entonces por los pobres que siempre habían tenido y seguirían teniendo con ellos. Simplemente, no quieren aceptar cuán importante es tener a Jesús con ellos. Por lo tanto, Jesús los reprende y predice una buena memoria histórica sobre el acto de esta mujer en favor de Jesús.

Tiempo con los discípulos: 14:12-42

La segunda etapa de preparación de Jesús para su muerte es el tiempo con sus discípulos. En Marcos, este tiempo no es muy positivo. Comienza bien, con una cena pascual donde Jesús da instrucciones bien específicas de cómo conseguir un lugar (vv. 12-16). Este tiempo de preparación para la muerte se rige por unos acontecimientos divinamente dirigidos. Lo que Jesús dice, se cumple. Jesús explica con quién se van encontrar los discípulos para conseguir qué tipo de espacio de reunión y así sucede exactamente. 

Sin embargo, al sentarse a la mesa a comer, Jesús regresa al tema de la traición. “De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar” (v. 18). Aunque los lectores ya saben quién es, los discípulos, que eran los interlocutores de Jesús en ese momento, no sabían. “Es uno de los doce” (v. 20), les dice. A través de la narrativa de Marcos, los discípulos son mostrados con sus fallas. Por ejemplo, no entienden las parábolas que Jesús expone; necesitan explicación especial (Marcos 4:10-13). Aquí, uno de ellos lo traicionaría. Y aunque la muerte del “Hijo de Hombre” es inevitable (14:21a), el que toma la decisión de ayudar a entregarlo a la muerte tendrá su juicio, dice Jesús (14:21b).

En medio de estas tristes palabras, Marcos nos recuerda que en esa misma cena el Señor Jesús también mostró que su muerte tendría un buen fruto. Donde quiera que se reúnan creyentes, recordarán, a través de una cena memorial, las palabras que Jesús compartió con sus discípulos en su última cena con ellos sobre el significado de su muerte: “Esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada” (14:24). Y Jesús espera comer de nuevo una cena con todos sus seguidores fieles un día futuro en el reino (v. 25).

De esta esperanza positiva, regresamos a una realidad triste. No sólo habrá traición de un discípulo, sino también negación de otro, y abandono de todos (14:26-31). Jesús afirma que todos correrán, “escandalizados” por lo que le pasará (v. 27). Pedro, sin embargo, afirma que él de ninguna manera abandonará a Jesús (v. 29). No obstante, Jesús predice que no sólo abandonará a Jesús, sino que negará conocerlo (v. 30). Todos esperan ser fieles a Jesús, pero la crucifixión más adelante comprueba que Jesús conoce a sus discípulos y su falta de fe en circunstancias terribles.

Como para comprobar el abandono de sus discípulos, incluso los más fieles, Jesús se lleva a todos a un jardín llamado Getsemaní para orar, y mientras a unos los hace sentarse en un determinado lugar, a otros tres los hace quedarse más cerca de él (14:32-34). Este es un momento de mucha tristeza y angustia para Jesús; sabe que le espera la muerte como resultado de su ministerio radical y retador. Ojalá pudiera su destino ser diferente. Sin embargo acepta lo que sea la voluntad de Dios. Ojalá por lo menos tuviera unos discípulos que puedan orar con él, para ayudarle en su momento de angustia. Sin embargo, ni los doce ni los tres más íntimos aguantan el sueño. Tres veces Jesús regresa a ellos luego de su tiempo a solas con Dios. Tres veces, en vez de estar acompañando a Jesús en su dolor, están durmiendo. De nuevo, sus discípulos le fallan. Sea traición (Judas), negación (Pedro), o abandono (todos), sea tres veces en el jardín de Getsemaní, o tres veces en el patio fuera de la casa del sumo sacerdote donde se llevaba a cabo el juicio contra Jesús (Pedro en Marcos 14:66-72), Marcos reta sus lectores — y a nosotros — con la triste realidad del fracaso de los más cercanos a Jesús en su momento de más necesidad. Y al final de esta sección de los momentos últimos con sus discípulos, ya es muy tarde y la hora del arresto de Jesús llega (14:41-42).

Arresto, Juicio y Sentencia: 14:43-15:20

Mientras más nos acercamos a la cruz, más lenta se pone la narración de Marcos, más lujo de detalle y drama son incluidos.  El arresto de Jesús comienza la marcha hacia la cruz (14:43-52). Hay varios aspectos, incidentes y figuras únicas en este pasaje. Primero, Judas cumple con la misión que ya sabemos que había aceptado y que Jesús había predicho (14:43-46). Pero él no viene solo, sino con “mucha gente con espadas y palos” (v. 43), o sea, una turba tumultuosa. Jesús mismo se espanta con tanta violencia, como si él fuera “un ladrón” (v. 48). Lo triste es que estos eran representantes de “de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos” (v. 43b), o sea la idea de arrestar a Jesús viene de los líderes del pueblo de Israel, pero ellos mismos no se atreven a aparecerse en persona. Envían a un traidor y a gente armada para cometer el crimen de arrestar a un hombre inocente, aunque él acepta su destino como algo que se ajusta a las promesas de Dios en las Escrituras de Israel (vv. 46-49).

Además de líderes ausentes, se cumple lo que Jesús indicó anteriormente sobre los discípulos: “Huyeron” (14:50). No sólo eso, pero hay un joven entre ellos, que también huye, pero éste sigue al arrestado y a sus acusadores por un momento, hasta perder su túnica cuando tratan de arrestarlo también a él (vv. 51-52). Más adelante leemos sobre un “joven” testigo de la “tumba vacía” que da testimonio a las mujeres que andan buscando rendir honor al cuerpo de Jesús. “No está aquí,” él les dice (Marcos 16:6), ha resucitado. ¿Será el mismo joven de 14:51-52? En el capítulo 16 de Marcos, está vestido “de una larga ropa blanca” (v. 5), o sea, ya no está “huyendo desnudo” como en 14:52. Al contrario, ahora da testimonio del Cristo Resucitado. Aunque muchos huyen del lado de Jesús en el momento de su arresto, todavía hay oportunidad para su restauración.

Luego del arresto, hay dos juicios contra Jesús, intercalados con la negación de Pedro que Jesús había predicho en el escenario anterior con los discípulos. En el primer juicio (14:53-65) con los líderes religiosos del pueblo, es, al fin y al cabo, después de  varios “falsos testimonios,” la acusación de “blasfemia” la que se utiliza para condenar a Jesús (14:63-64). El sumo sacerdote le pregunta a Jesús, que hasta entonces ha mantenido silencio en medio de todo el tumulto y las falsas acusaciones, si es “el Cristo.” Jesús afirma que sí, citando la promesa en Daniel 7:13 sobre un “Hijo de hombre” que vendría desde los cielos para traer un verdadero juicio, no algo falso como lo que estaba sucediendo en ese momento. Sentencia de muerte, ataques y burlas prosiguen esta afirmación mesiánica, en vez de gratitud y gloria (vv. 64b-65).

El segundo juicio (15:1-20) es frente al líder secular, representante del imperio romano, quien es el único que puede ejecutar la sentencia de muerte que los líderes religiosos piden. Lo que más le interesa a este líder político, Pilato, es el estatus político de Jesús. ¿Se cree un “rey de los Judíos” (v. 2)? Cuando Jesús mantiene silencio, sólo indicando que esa era la interpretación de Pilato (“Tú lo dices.”), Pilato le ofrece al pueblo una alternativa que él cree el pueblo y sus líderes no aceptarán: la libertad de un revolucionario político — Barrabás. Lamentablemente, en términos  de la historia del trato de judíos por cristianos, Marcos (y aún más Mateo y Juan) presentan al pueblo judío, instigado por sus líderes, como culpable de la entrega de Jesús a la muerte, y al liderazgo romano, en la persona de Pilato en este caso, que practicaba la crucifixión como vehículo de control político de las masas, como inocente. “¡Crucifícalo!” es el grito que se escucha, y aunque Jesús no ha hecho nada malo (v. 14), el gobernante romano, “queriendo satisfacer al pueblo” (v. 15), suelta al verdadero culpable, Barrabás, y entrega a Jesús a la muerte. La realidad histórica, a lo mejor, está más cerca de la idea de que Jesús representaba, con su reto a un liderazgo más justo, tanto romano como judío, y con su trato con los más pobres del pueblo, una verdadera amenaza al imperio romano y a sus colaboradores en Palestina. Por lo tanto, la sentencia de muerte por crucifixión habría sido, al fin y al cabo, una decisión romana. Como en el juicio con los líderes judíos, Pilato entrega a Jesús a sus soldados para que sea burlado y maltratado violentamente, aun antes de que la sentencia se ejecute en una cruz romana (15:16-20).

Lo más triste de todo esto es lo que ocurre entre los dos juicios: tres veces Pedro, uno de los discípulos más cercanos a Jesús, niega conocer a su compatriota y líder galileo (14:66-72). Cada vez que una criada del sumo sacerdote, u otros parados fuera del lugar del juicio acusan a Pedro de ser parte del “partido” de Jesús, él lo niega más fuertemente. Mientras Jesús mantiene su dignidad adentro, donde se está llevando a cabo el juicio, Pedro la pierde afuera. El gallo, tal como Jesús lo pronosticó, cantó dos veces, y Pedro lloró (v. 72). Sin embargo, más adelante, cuando el joven frente a la tumba vacía les pide a las mujeres que testifiquen que el Jesús resucitado irá a Galilea para ver sus discípulos, menciona a Pedro en particular: “Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo” (16:7). Con eso, el Pedro que niega a Jesús frente a su juicio, es restaurado frente a la tumba vacía.

Crucifixión, Muerte y Entierro: 15:21-47

En medio de la triste realidad de una muerte injusta en la cual es evidente el sufrimiento arduo de Jesús, están varias figuras que se destacan por su servicio.  Primero está Simón de Cirene, en la parte norte de África, a quienes algunos creyentes lectores del evangelio de Marcos aparentemente conocen a través de sus hijos, Alejandro y Rufo (15:21). Quizás con el tiempo, la experiencia de ayudar a Jesús cargar su cruz convenció a Cirene de unirse al movimiento que Jesús comenzó, aun en la muerte. También están aquellos que le ofrecieron “vino mezclado con mirra” (v. 23), que se consideraba un calmante para el dolor. Sin embargo, Jesús lo rechaza, simbolizando su disposición de aceptar todo el dolor necesario en su sacrificio por la humanidad. Y sobre todo, están las mujeres — “muchas” dice Marcos (v. 41), que a pesar de que era peligroso para los seguidores de Jesús estar cerca de la ejecución, dado los ojos vigilantes de las fuerzas romanas, al menos miran y sufren, aunque sea “de lejos” (v. 40). Algunas de estas — María Magdalena y María, “madre de José” — están presentes en el entierro de Jesús (v. 47) y también tres (las dos Marías y Salome) son las primeras testigos de la tumba vacía (16:1).

Fuera de estos, la mayoría de personas se burla de Jesús durante su tiempo de sufrimiento en la cruz. Algunos reparten su ropa echando a suertes (v. 24); los soldados pusieron una inscripción con la causa de su “condena” — “Rey de Los Judíos” — otra burla, dado que para los líderes religiosos “blasfemia” era la causa su condena (v. 26; vea 14:64), y aun lo que morían a su lado, dos ladrones, lo insultaban (v. 27, 32b; aunque vea Lucas 23:39-43, donde uno de ellos pide perdón).  

Pero hay dos voces más que resaltan en este pasaje. Cuando Jesús por fin expira con un grito fuerte, el centurión que está frente a él reconoce su grandeza: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!” (v. 39), tal como la voz divina resalta en complacencia con su hijo al salir éste de las aguas bautismales (Marcos 1:11). Y segundo, luego de la muerte, un tal José de Arimatea, “miembro noble del Concilio,” pero que tenía algún interés en el mensaje de Jesús, porque él “también esperaba el reino de Dios” (15:43), viene cuidadosamente hacia Pilato para pedir el cuerpo de Jesús. Quién sabe, si José no pide el cuerpo para un entierro propio, quizás el cuerpo de Jesús seguía colgado por largo tiempo — días aun — y se desintegraba ahí mismo en la cruz. Por algo llamaban a este lugar “Gólgota,” la palabra que en arameo significa “calavera” (“cráneo”). 

Pautas para La Predicación

En resumen de cuentas, ¿cómo se predica tal largo pasaje, aun si lo cortamos en pedacitos más pequeños? Creo que hay que enfocar sobre las señales positivas en medio de las obvias tristezas e injusticias. Aunque hay estos temas consistentes de traición, abandono, y rechazo, siempre hay aquellos, y especialmente aquellas, que resaltan por su apoyo, servicio, y coraje, frente a fuertes injusticias. Obviamente, Jesús es el gran héroe de esta tragedia narrada por Marcos en su evangelio, aquí en sus últimos capítulos. Sin embargo, no hay que olvidar a la mujer que unge su cabeza, a Simón que ayuda cargar su cruz, y a José que ofrece su tumba para un entierro digno para “el Rey de Los Judíos.” Y sobre todo, no hay que olvidar a las mujeres discípulas de Jesús, que están presentes en la cruz, en el entierro y en la tumba vacía. Sin embargo, aunque la mayoría de los discípulos le falla a Jesús en su hora de necesidad — Pedro, el joven que corre desnudo en el arresto, y los que huyeron, todos son restaurados a la luz de la tumba vacía en el próximo y último capítulo de este gran drama que es el evangelio según Marcos.