Las semanas después de Pentecostés nos dan la oportunidad ver donde está activo el Espíritu Santo.
Recordamos los acontecimientos de Pentecostés y buscamos a Dios en otras personas y en los eventos que encontramos ahora. Cada persona en la lectura para hoy de San Lucas puede demonstrar otra revelación de la acción del Espíritu. También pueden ayudarnos ganar perspicacia en nuestra relación con Dios.
Al comenzar, con respecto a esta lectura, quisiera observar que Lucas 7:37 llama a la mujer una “pecadora.” Hay una tradición de identificarla como prostituta, pero la biblia no nos dice eso. La biblia no identifica su pecado (o pecados). Claro, su pecado era tan público que el Fariseo lo sabía.1 Pero no sabemos exactamente cual mandamiento violaba la mujer.
Hay también una tradición de identificar a la mujer con María Magdalena, pero la biblia no nos dice ese tampoco. En Juan 12:1-8 hay una mujer nombrada “María” que unge los pies de Jesús, pero esta mujer era María, la hermana de Lázaro y Marta. Al fin de la lección (8:1-3), oímos de las mujeres que acompañaban a Jesús, y María Magdalena era una de este grupo. Pero estas coincidencias no significan que la mujer pecadora era María Magdalena. En esta historia de San Lucas, la mujer no tiene nombre.
Si es útil para su comunidad — si hay admiradores de María Magdalena en su congregación, o una preocupación por la prostitución o el pecado sexual — entonces la interpretación tradicional es una manera apropiada de pensar de la mujer que unge los pies de Jesús en la lectura de hoy del evangelio.
Pero si éstas no sean preocupaciones de su comunidad, puede ser provechoso repensar el carácter de esta mujer, una pecadora. ¿No somos todos pecadores? ¿Cómo sería si yo — o usted — o la persona que se sienta a su lado — fuéramos la quién entró a la casa para bañar los pies de Jesús con las lágrimas y para secarlos con nuestros cabellos? ¿Si fuéramos la persona que era juzgada por el Fariseo? Porque Jesús nos redime todos, justamente como él redime a la mujer pecadora en la lectura del evangelio. El Fariseo quiso juzgar a esta mujer, y Jesús en cambio la perdonó.
Jesús perdona a todos nosotros todos los pecados. La parábola que oímos hoy en la lectura parece indicar que algunos pecados son, de veras, mayor que otros. Los dos deudores debían cantidades distintos. Pero las deudas de ambos eran perdonadas. Jesús puede perdonar a cualquiera persona, si viene llorando y llevando perfume para ungir, o si es persona obstinada y autosuficiente que va a la iglesia cada domingo.2
¿Con quién identifica usted en la historia? Sospecho que mucha “gente de la iglesia” identifican con Simón el Fariseo. No entienden porqué Jesús no castigará a esta mujer pecadora. Aquí estamos como Simón en la adoración, tratando estar en comunión con Dios, y cierta agitadora viene de la calle, interrumpiendo todo. ¿No sabe el forastero sentarse detrás, reservado y observando, antes de saltar al frente y hacer una escena? Lo único que deseamos hacer es oír las palabras de Jesús y empaparnos en su sabiduría. La pecadora debe permanecer detrás hasta que hayamos aprendido lo que vinimos descubrir.
Otros de nosotros identificamos con la mujer. Deseamos estar lo más cerca de Jesús que sea posible. Deseamos servirle. Estamos complacientes a darnos a Jesús en el gran costo personal a nosotros mismos. Por ejemplo, algunas personas que vienen a la iglesia tienen que dejar sus trabajos para estar allí. Algunas personas caminan largas distancias a la iglesia, o tienen que depender en un vecino para un paseo. La mujer en la historia vertió perfume caro en los pies de Jesús.3 Pero no importa el costo – ni cualquiera acción humilde – los de nosotros que identificamos con la mujer estamos alegres de estar allí, con Jesús. Como la mujer, sabemos el perdón que nos espera. Besando los pies de Jesús es un símbolo de gratitud cariñosa.4 No sabemos el pecado de la mujer, pero sabemos que somos pecadores. Necesitamos el perdón que ofrezca Jesús, y estamos agradecidos recibirlo.
¿Me pregunto — cuáles de nosotros identifican con Jesús en esta historia? Los pastores y los líderes de la iglesia pueden encontrarse cayendo en esta trampa con más frecuencia que nos gusta admitir. Cuando nos vemos llenando el papel de Jesús, es nuestro trabajo dirigir y corregir suavemente nuestros seguidores. La gente ha venido a la iglesia para oírnos predicar el evangelio. Necesitamos darle lo qué esperan — la enseñanza divina de Dios sobre cómo comportarse correctamente con nuestros vecinos.
Con cualquier carácter usted identifica, sin embargo, todos los caracteres en la historia de hoy se necesitan uno a otro. Jesús necesita a Simón darle la cena, y una oportunidad para enseñar. Simón necesita a la mujer enseñarle sobre la profundidad del perdón. Y la mujer necesita a Jesús, la persona que perdona.
En esta semana después de Pentecostés, entonces, vemos la acción del Espíritu Santo en las afinidades entre las personas. El Espíritu es activa porque Jesús ofrezca el perdón, y por el perdón de la mujer, podemos comprender como vivir en nuestras vidas. Debemos perdonar a nuestros vecinos, como Jesús, no juzgarlos como el Fariseo. Debemos acercarnos uno a otro con humildad, como la mujer. En este cuento de perdón, el Espíritu nos guía en nuestros relaciones. Cada comunidad tiene alguien a quién necesita perdonar — y alguien a quién necesita perdonar la comunidad. ¿Quiénes son estos “alguienes” en su comunidad?
1Luke Timothy Johnson, The Gospel of Luke, ed. Daniel J. Harrington, Sacra Pagina (Collegeville, MN: Liturgical Press, 1991), 127. 2Por ejemplo, 1 Juan 1:7, “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado.” 3El coste del perfume no era problema para Lucas en este historia, pero sabemos de cuentas similares que habría sido muy costoso. Ve, por ejemplo, Mateo 26:6-13, Marcos 14:3-9, y Juan 12:1-8. Los académicos estan de acuerdo que estes versos en los quarto evangelicos describan eventos distintos, pero con algunos semejanzas. Fred B. Craddock, Luke, Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching (Louisville, KY: John Knox Press, 1990), 104-5. 4John Nolland, Luke 1-9:20, vol. 35, Word Biblical Commentary (Dallas, Tex.: Word Books, 1989), 354.
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Bibliografía
Craddock, Fred B. Luke. Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching. Louisville, KY: John Knox Press, 1990.
Johnson, Luke Timothy. The Gospel of Luke. Edited by Daniel J. Harrington. Sacra Pagina. Collegeville, MN: Liturgical Press, 1991.
Nolland, John. Luke 1-9:20. Vol. 35, Word Biblical Commentary Dallas, Tex.: Word Books, 1989.
Las semanas después de Pentecostés nos dan la oportunidad ver donde está activo el Espíritu Santo.
Recordamos los acontecimientos de Pentecostés y buscamos a Dios en otras personas y en los eventos que encontramos ahora. Cada persona en la lectura para hoy de San Lucas puede demonstrar otra revelación de la acción del Espíritu. También pueden ayudarnos ganar perspicacia en nuestra relación con Dios.
Al comenzar, con respecto a esta lectura, quisiera observar que Lucas 7:37 llama a la mujer una “pecadora.” Hay una tradición de identificarla como prostituta, pero la biblia no nos dice eso. La biblia no identifica su pecado (o pecados). Claro, su pecado era tan público que el Fariseo lo sabía.1 Pero no sabemos exactamente cual mandamiento violaba la mujer.
Hay también una tradición de identificar a la mujer con María Magdalena, pero la biblia no nos dice ese tampoco. En Juan 12:1-8 hay una mujer nombrada “María” que unge los pies de Jesús, pero esta mujer era María, la hermana de Lázaro y Marta. Al fin de la lección (8:1-3), oímos de las mujeres que acompañaban a Jesús, y María Magdalena era una de este grupo. Pero estas coincidencias no significan que la mujer pecadora era María Magdalena. En esta historia de San Lucas, la mujer no tiene nombre.
Si es útil para su comunidad — si hay admiradores de María Magdalena en su congregación, o una preocupación por la prostitución o el pecado sexual — entonces la interpretación tradicional es una manera apropiada de pensar de la mujer que unge los pies de Jesús en la lectura de hoy del evangelio.
Pero si éstas no sean preocupaciones de su comunidad, puede ser provechoso repensar el carácter de esta mujer, una pecadora. ¿No somos todos pecadores? ¿Cómo sería si yo — o usted — o la persona que se sienta a su lado — fuéramos la quién entró a la casa para bañar los pies de Jesús con las lágrimas y para secarlos con nuestros cabellos? ¿Si fuéramos la persona que era juzgada por el Fariseo? Porque Jesús nos redime todos, justamente como él redime a la mujer pecadora en la lectura del evangelio. El Fariseo quiso juzgar a esta mujer, y Jesús en cambio la perdonó.
Jesús perdona a todos nosotros todos los pecados. La parábola que oímos hoy en la lectura parece indicar que algunos pecados son, de veras, mayor que otros. Los dos deudores debían cantidades distintos. Pero las deudas de ambos eran perdonadas. Jesús puede perdonar a cualquiera persona, si viene llorando y llevando perfume para ungir, o si es persona obstinada y autosuficiente que va a la iglesia cada domingo.2
¿Con quién identifica usted en la historia? Sospecho que mucha “gente de la iglesia” identifican con Simón el Fariseo. No entienden porqué Jesús no castigará a esta mujer pecadora. Aquí estamos como Simón en la adoración, tratando estar en comunión con Dios, y cierta agitadora viene de la calle, interrumpiendo todo. ¿No sabe el forastero sentarse detrás, reservado y observando, antes de saltar al frente y hacer una escena? Lo único que deseamos hacer es oír las palabras de Jesús y empaparnos en su sabiduría. La pecadora debe permanecer detrás hasta que hayamos aprendido lo que vinimos descubrir.
Otros de nosotros identificamos con la mujer. Deseamos estar lo más cerca de Jesús que sea posible. Deseamos servirle. Estamos complacientes a darnos a Jesús en el gran costo personal a nosotros mismos. Por ejemplo, algunas personas que vienen a la iglesia tienen que dejar sus trabajos para estar allí. Algunas personas caminan largas distancias a la iglesia, o tienen que depender en un vecino para un paseo. La mujer en la historia vertió perfume caro en los pies de Jesús.3 Pero no importa el costo – ni cualquiera acción humilde – los de nosotros que identificamos con la mujer estamos alegres de estar allí, con Jesús. Como la mujer, sabemos el perdón que nos espera. Besando los pies de Jesús es un símbolo de gratitud cariñosa.4 No sabemos el pecado de la mujer, pero sabemos que somos pecadores. Necesitamos el perdón que ofrezca Jesús, y estamos agradecidos recibirlo.
¿Me pregunto — cuáles de nosotros identifican con Jesús en esta historia? Los pastores y los líderes de la iglesia pueden encontrarse cayendo en esta trampa con más frecuencia que nos gusta admitir. Cuando nos vemos llenando el papel de Jesús, es nuestro trabajo dirigir y corregir suavemente nuestros seguidores. La gente ha venido a la iglesia para oírnos predicar el evangelio. Necesitamos darle lo qué esperan — la enseñanza divina de Dios sobre cómo comportarse correctamente con nuestros vecinos.
Con cualquier carácter usted identifica, sin embargo, todos los caracteres en la historia de hoy se necesitan uno a otro. Jesús necesita a Simón darle la cena, y una oportunidad para enseñar. Simón necesita a la mujer enseñarle sobre la profundidad del perdón. Y la mujer necesita a Jesús, la persona que perdona.
En esta semana después de Pentecostés, entonces, vemos la acción del Espíritu Santo en las afinidades entre las personas. El Espíritu es activa porque Jesús ofrezca el perdón, y por el perdón de la mujer, podemos comprender como vivir en nuestras vidas. Debemos perdonar a nuestros vecinos, como Jesús, no juzgarlos como el Fariseo. Debemos acercarnos uno a otro con humildad, como la mujer. En este cuento de perdón, el Espíritu nos guía en nuestros relaciones. Cada comunidad tiene alguien a quién necesita perdonar — y alguien a quién necesita perdonar la comunidad. ¿Quiénes son estos “alguienes” en su comunidad?
1Luke Timothy Johnson, The Gospel of Luke, ed. Daniel J. Harrington, Sacra Pagina (Collegeville, MN: Liturgical Press, 1991), 127.
2Por ejemplo, 1 Juan 1:7, “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado.”
3El coste del perfume no era problema para Lucas en este historia, pero sabemos de cuentas similares que habría sido muy costoso. Ve, por ejemplo, Mateo 26:6-13, Marcos 14:3-9, y Juan 12:1-8. Los académicos estan de acuerdo que estes versos en los quarto evangelicos describan eventos distintos, pero con algunos semejanzas. Fred B. Craddock, Luke, Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching (Louisville, KY: John Knox Press, 1990), 104-5.
4John Nolland, Luke 1-9:20, vol. 35, Word Biblical Commentary (Dallas, Tex.: Word Books, 1989), 354.
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Bibliografía
Craddock, Fred B. Luke. Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching. Louisville, KY: John Knox Press, 1990.
Johnson, Luke Timothy. The Gospel of Luke. Edited by Daniel J. Harrington. Sacra Pagina. Collegeville, MN: Liturgical Press, 1991.
Nolland, John. Luke 1-9:20. Vol. 35, Word Biblical Commentary Dallas, Tex.: Word Books, 1989.