Lectionary Commentaries for September 1, 2013
Decimoquinto domingo después de Pentecostés

from WorkingPreacher.org


Evangelio

Comentario del San Lucas 14:1, 7-14

Ángela del Consuelo Trejo Haager

La mesa

Para este domingo de Pentecostés nos encontramos ante una parábola con la que Jesús nos muestra que era un cuidadoso observador de las situaciones cotidianas de la vida.

A Jesús le gustaba observar y conocer a la gente que estaba a su alrededor. De esa manera también aprendía de ellos, aprendía a quererlos, aprendía a entenderlos y tenía la posibilidad de brindar la palabra de paz y justicia a la comunidad con la que convivía.

En una de las bodas a las que Jesús acostumbraba a asistir, le llamó la atención la manera en que se sentaban las personas. En los lugares especiales se ubicaban los mejores invitados, los miembros más cercanos de la familia y las personas más destacadas de la comunidad. Todos ellos y ellas sin duda se sentían orgullosos y orgullosas de su posición y de la admiración que la gente tenía hacia ellos.

Pero Jesús invita a la gente a no sentarse en los primeros lugares. Los invita a reflexionar y ocupar lugares sencillos, ya que si eran llamados a ocupar el lugar principal, debía ser por iniciativa de los anfitriones y no por su propia voluntad.

La mesa de negocios

Realmente estamos ante espacios que se utilizaban también para hablar de negocios. La mesa se constituía en el pretexto para arreglar asuntos importantes y por eso es que se invitaba a aquellos que pudieran dar algo a cambio.

La  venta de haciendas, la comercialización de las cosechas, la venta de la uva para el vino, la búsqueda del mejor precio para el olivo y su demanda en el mercado el aceite, todos ellos eran temas que se hablaban en la mesa. Se servían las mesas para que los comensales se sentaran y hablaran del mejor precio, y para tener la seguridad de que las personas con las cuales se hablaba, en otro momento, estuvieran dispuestas y dieran una buena opción para nuevos negocios.

Otra opción para la mesa

Es muy fácil invitar a hombres y mujeres que sabemos que nos van a retribuir tarde o temprano. Jesús nos presenta otra opción para la mesa: que cuando hagamos un banquete invitemos a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos, es decir, a aquellas personas que no podrán darnos nada a cambio.

Esta parábola nos muestra un contraste entre dos tipos de mesa. Jesús rechaza el primer tipo de mesa y propone compartir la mesa con el que no tiene nada. Jesús propone que comparta mi espacio con el rechazado, que comparta mi tiempo con aquella persona a la que nadie quiere escuchar.

En la mesa que propone Jesús no se habla de negocios, ni de cosechas, ni de precios, sino que se habla de la injusticia, de la soledad, del hambre, de la enfermedad, del dolor. Y la mesa que propone Jesús es también es un espacio para compartir el alimento con el que no tiene nada,  para usar las manos y los oídos para apoyar y escuchar el llanto y las risas de la persona que está a mi lado.

Nuestra mesa hoy

Jesús nos invita a preguntarnos cómo son nuestras mesas hoy. ¿Son mesas para hacer negocios, arreglar asuntos, imponer situaciones, buscar la injusticia, contribuir al hambre, cerrar los oídos y no escuchar a la otra persona que sufre?

¿O son nuestras mesas para compartir, para escuchar, para dialogar, para sonreír, para llorar, para dar esperanza, para ayudar a nuestra sociedad a luchar contra las injusticias, para reflexionar sobre nuestros sistemas económicos que causan tanto hambre en este mundo?

La propuesta de Jesús sigue estando vigente. La mesa debe ser para sentarnos ante ella, disfrutar de una buena plática, charlar, escuchar, sin esperar nada del otro, y para dar nuestro amor y nuestra misericordia a los demás.

En nuestras propias casas, con nuestra familia, ¿la mesa se constituye en un espacio de silencio donde el líder o la líder no permiten hablar a nadie? ¿Es una mesa donde solamente se regaña, donde no hay más que enojo?

Hoy somos invitados a escuchar la voz de Jesús y a armar una mesa diferente. Podemos pensar en un detalle lindo como una flor o un adorno en el centro de la mesa. Pero lo más importante es que nuestro pan sea compartido en amor y en justicia. Que sea un pan compartido en paz, con la bendición del Señor.

Que nuestras mesas sean un espacio en el que quizás podamos resolver algún problema concreto, pero sin olvidar nunca que Jesús, al final de sus días, mientras estaba reunido alrededor de una mesa con sus amigos y amigas, dijo: “Haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19).

Todas las veces en que Jesús se sentó a una mesa, sucedió algo. Fue mientras estaba sentado a una mesa que Jesús fue ungido por una mujer, y fue mientras estaban sentados alrededor de la misma mesa que Jesús habló con los rechazados por la sociedad y platicó con hombres y mujeres de la comunidad.

Acordémonos siempre de reunirnos alrededor de una mesa y de buscar el amor y la paz, y de tratar que haya justicia y misericordia. Acordémonos de reunirnos alrededor de una mesa, aun cuando nuestras actividades cotidianas, el trabajo y las múltiples ocupaciones nos jueguen en contra y parezcan impedirnos la oportunidad de compartir una mesa con otras personas.   

Recordemos que seremos bienaventurados al compartir el pan, al compartir nuestro tiempo, y al compartir nuestros sentimientos y nuestros deseos.