Lectionary Commentaries for October 6, 2013
Vigésimo Domingo después de Pentecostés

from WorkingPreacher.org


Evangelio

Comentario del San Lucas 17:5-10

Manuel Villalobos Mendoza

Una fe “extraordinaria” vivida en lo ordinario/cotidiano del servicio

¡Qué difícil es creer en Dios cuando los problemas, los escándalos y las luchas de poder reinan y brillan en la comunidad de fe! Lucas, en la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro, presentaba a Abraham diciendo: “Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos” (Lc 16:31). Para Lucas, la fe que debe experimentar/vivir la comunidad, no es cuestión de muertos, sino de gente viva, capaz de escuchar, meditar y aceptar las enseñanzas de los profetas y de las profetisas que Dios envía. El mensaje de vivir la fe en medio de lo ordinario de la vida es el tema que unifica nuestro evangelio de hoy. La comunidad del “Camino” (Hch 9:2) está experimentando escándalo (Lc 17:1-3) y división a causa del pecado (Lc 17:3-4). Ante esta situación, los apóstoles le piden a Jesús que les aumente su fe (Lc 17:5-6). Lucas toma como base la petición de los apóstoles para enseñarles que la verdadera fe tiene que estar al servicio de la comunidad (Lc 17:7-10).

¿Una fe mágica o una fe de servicio?

Muy a menudo el ser humano se encuentra en la misma encrucijada que la comunidad de Lucas. Queremos realizar cosas extraordinarias, llamativas y dignas de admiración, que den razón de una fe extraordinaria. Pero muy a menudo olvidamos que lo que Jesús requiere no es una fe extraordinaria, sino que vivamos con fe las cosas ordinarias y cotidianas de la vida. En otras palabras, estamos llamados a convertir las cosas ordinarias en cosas extraordinarias, por medio de la fe y el servicio a la comunidad.

Mientras van de camino, los apóstoles le ruegan a Jesús que les aumente su fe: “Auméntanos la fe.” Jesús les responde: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: ‘Desarráigate y plántate en el mar,’ y os obedecería” ( Lc 17:6). La respuesta de Jesús es un poco ambigua pues puede significar dos cosas. La primera interpretación es que los apóstoles no tienen fe y que están pidiendo a Jesús que les de fe para seguir en el camino. Según esta interpretación, no se trataría de aumentar fe, sino de tenerla o no tenerla. En este contexto, los apóstoles no tienen fe, ni siquiera una fe del tamaño de un granito de mostaza, semilla proverbialmente conocida como “la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra” (Mc 4:31). La segunda interpretación es que los y las integrantes de la comunidad del camino tienen ya un poquito de fe y le estén pidiendo a Jesús que les aumente dicha fe para entender mejor su mensaje. Esta interpretación explica mejor el texto. La comunidad ya ha sido llamada anteriormente: “personas de poca fe” (Lc 12:28). Además los apóstoles -como enviados- han sido comisionados por Jesús para anunciar las buenas noticias a todas las personas, y “trasmitir la fe” era parte del kerigma/anuncio que tenían que dar (Lc 10:1).

A la súplica de los apóstoles de que les aumente la fe, Jesús contesta con una “fe milagrosa” capaz de arrancar árboles y plantarlos en el mar. Jesús está usando una hipérbole, que consiste en exagerar lo que se dice hasta darle una dimensión increíble. Esta figura retórica era muy usada por los poetas y escritores antiguos. El satirista romano del siglo primero, Petronio, en su obra El Satiricón, nos presenta a uno de sus personajes, con poder de mover arbustos de la Montaña Ida y plantarlos en el mar (Sat 134).1 ¿Está Jesús privilegiando una fe extraordinaria, capaz de arrancar árboles para plantarlos en el mar? Si leemos atentamente el contexto descubriremos que lo que Jesús está proponiendo no es ver y entender la fe de una manera “mágica” con “poderes sobrenaturales,” sino abrazar y vivir la fe en lo ordinario y cotidiano de la vida. La comunidad del camino tiene que recibir la fe como el grano de mostaza, que es pequeña, pero capaz de transmitir vida. La comunidad tiene que abrazar esta manera de vivir la fe, que no busca grandeza ni poder, sino germinar en los corazones de la comunidad alternativa, que Jesús está construyendo mientras va de camino a Jerusalén. Para que no quede ninguna duda de que la fe que Jesús requiere no es realizar cosas extraordinarias, sino más bien abrazar lo ordinario y cotidiano de la vida, Lucas nos presenta la fe vivida en servicio en la imagen del esclavo y del patrón.

Una fe de servicio que crea nuevas relaciones dentro de la casa de Dios

Para explicar la fe puesta en servicio Jesús recurre a las relaciones que mantenía un esclavo con su amo, dentro de la oîkos/casa. En la cultura mediterránea, la oîkos (sin traducción exacta al español) se refiere tanto al ambiente vital de la familia (casa, hogar), como al grupo humano que habita en él (familia tomada en su conjunto), incluyendo a los esclavos, y a grupos de personas que estaban relacionadas con el paterfamilias/amo por cuestión de trabajo o negocios. En la cultura mediterránea las personas esclavas eran parte de la casa, totalmente al servicio del paterfamilias. A la persona esclava se la podía abusar no solo físicamente, sino sexualmente, y matar o aniquilar si no proporcionaba ninguna ganancia económica al amo. Desde un punto de vista legal, el esclavo es una no-persona, y por lo tanto no es sujeto de derecho alguno.2 Aristóteles, en su Ética a Nicómaco afirma que “no hay amistad ni justicia para con los inanimados. Ni para con un caballo o un buey, ni con un esclavo en tanto que es esclavo, pues no tienen nada en común: el esclavo es una herramienta dotada de vida, y la herramienta un esclavo sin vida. Por ende, en tanto que esclavo no es posible la amistad con él, pero sí en tanto que hombre” (EN, VIII, 11, 1161b). Jesús al parecer, va contra corriente, porque demuestra que es posible para el esclavo ser parte de la casa, por medio de la fe puesta en servicio.

Si bien es cierto que ni Jesús ni Pablo abolieron el sistema deshumanizante de la esclavitud, ambos “siervos de Dios” (Tit 1:1) sí vislumbraron nuevas relaciones entre el amo y el esclavo que han llegado a la fe en el Dios de la vida. Pablo cree firmemente que la fe en Cristo engendra nuevas familias y relaciones porque: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá 3:28). A pesar de que Jesús pide que nos digamos: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lc 17:10), tenemos que tener en cuenta que la fe vivida en el servicio cambia la relación y la dinámica en la casa de Dios. Primero, la comunidad de Jesús vive bajo la “esclavitud de Dios”, porque el amo/Dios es “Señor”: ¿Tendrá aquel señor que agradecer al esclavo que haya hecho lo que se he mandado? (Lc 17:9). La respuesta es no, pero el esclavo forma ahora parte de la casa/familia del Dios de Jesús. Además, el esclavo una vez que haya servido y vivido su fe en las tareas domésticas, en el cultivo de tierras y la preparación de comidas, podrá reclinarse, comer y beber (Lc 17:8), tal y como lo ha hecho el “Señor”, el dueño de la casa.

La relación del amo/esclavo es dura, por el (ab)uso que se ha hecho de textos como estos para legitimar la esclavitud y deshumanizar a la creación de Dios. Sin embargo, esta parábola tiene que entenderse en el contexto de un Dios que como amo y dueño de la casa no puede explotar, marginar o tratar injustamente a la persona que ha puesto la fe en práctica. Es más, Dios mismo se convertirá en “siervo” y servirá a los miembros de su casa que estén atentos, vigilando y esperando, con una fe viva, el retorno del amo. “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles” (Lc 12:37). Esta es la fe que la comunidad de Lucas necesita para ser parte de la familia alternativa de Jesús. No se requiere una fe asombrosa o mágica, sino una fe simple, sencilla y atenta a las necesidades esenciales de las personas que viven en la casa.

 



1Citado en: Frederick W. Danker, Jesus and the New Age: A Commentary on St. Luke’s Gospel (Filadelfia: Fortress Press, 1988), 288.

2Ver Néstor O. Míguez, Esclavos en el Imperio Romano: el caso de Onésimo. En Línea: http://www.claiweb.org/ribla/ribla28/esclavos%20en%20el%20imperio%20romno.html (consultado 24 de junio, 2013).