Lectionary Commentaries for October 30, 2016
Vigésimo cuarto domingo después de Pentecostés

from WorkingPreacher.org


Evangelio

Comentario del San Lucas 19:1-10

Francisco Lozada, Jr.

La narrativa de Zaqueo (19:1-10), que es exclusiva del evangelio de Lucas, es introducida cuando Jesús está en camino a Jerusalén y pasa por la ciudad de Jericó, una ciudad rica e importante.

El viaje está a punto de terminarse, y se trata el último encuentro de Jesús con un marginado social en su camino. En sí misma, la historia de Zaqueo muestra que con fe viene respeto y responsabilidad hacia todas las personas, incluyendo los ricos.  

Para entender esta narrativa, es importante comprender la profesión de Zaqueo como jefe de cobradores de impuestos (publicanos). En Lucas (5:27-32; 7:29; 7:34; 15:1-2; 18:9-14), los cobradores de impuestos representan a los marginados que están afiliados con el imperio romano y de quienes Jesús se hace amigo. Trabajaban para los romanos en la colección de impuestos, las tarifas de peaje y tasas para una ganancia. También empleaban a otros para colectar impuestos, siempre con la esperanza de obtener una ganancia. Los judíos que trabajan para los romanos eran vistos como deshonestos y cómplices del sistema colonial que abusaba de tantos. 

La historia de Zaqueo puede leerse en dos partes principales. La primera parte trata acerca de Zaqueo y su deseo de ver a Jesús (vv. 1-4), y la segunda acerca de Jesús queriendo ver a Zaqueo (cf. vv. 5-10). 

La primera parte comienza con el narrador estableciendo el escenario. Jesús entró en la próspera ciudad de Jericó, por la que pasaba en su camino a Jerusalén (v. 1). Vivía allí un hombre llamado Zaqueo y el narrador lo presenta por pasos, diciendo primero que era jefe de los publicanos, y luego que era rico (v. 2). A continuación, se presenta el deseo de Zaqueo de ver a Jesús (v. 3). El hombre quería ver a Jesús, pero la multitud se lo impedía. El hombre era de baja estatura y no podía ver por encima de la multitud o no podía empujar para hacerse un lugar a través de la multitud (v. 3). Como consecuencia, el hombre subió a un árbol sicómoro, un árbol con las ramas bajas, por lo que era fácil de trepar; un árbol además que producía un tipo de higos inferiores comido por los pobres (Amós 7:14). El hecho de que el cobrador de impuestos corriera y se trepara a un árbol muestra que de verdad tenía un gran deseo de ver a Jesús pasando por el camino. Sus acciones demuestran su propia urgencia en un nivel, pero en otro nivel también demuestran la urgencia del reino de Dios por irrumpir en el mundo.   

La segunda parte comienza con Jesús, quien finalmente llegó al árbol, miró hacia arriba y le habló a Zaqueo, revelando de esta manera su conocimiento omnisciente y confirmando lo que Zaqueo creía de Jesús. En un discurso directo, Jesús le dijo a Zaqueo que se apresurara a bajar del árbol, y se invitó a sí mismo a quedarse en la casa de Zaqueo en ese preciso momento (v. 5).  Al decir esto en público, enfrente de todos y de todas, Jesús transmitió a la multitud que reconocía al cobrador de impuestos en su dignidad como persona. Jesús se había propuesto llevar honor a la casa del cobrador de impuestos, a quien la multitud veía como un marginado social—un pecador. Jesús subrayó que debía, que era necesario que se quedara en la casa de Zaqueo, sugiriendo tal vez un imperativo divino. Como resultado de esta orden de Jesús, el cobrador de impuestos otra vez se apresuró, esta vez para bajar del árbol y recibir con alegría a Jesús en su casa (v. 6). Cuando la multitud vio esto, comenzaron a quejarse con murmuraciones similares a las de los fariseos y los maestros de la ley en 15:1-2 (v. 7). La multitud sólo podía ver al cobrador de impuestos como un pecador, pero Jesús vio a una persona digna. Jesús, al dirigirse a la multitud diciendo que “había entrado a hospedarse en casa de un hombre pecador” (v. 7), llevó a Zaqueo a levantarse—un gesto de arrepentimiento —y a dar la mitad de sus bienes a los pobres, y a prometer además que si había defraudado a alguien, le devolvería cuatro veces más (v. 8). Zaqueo estaba cumpliendo con su tradición religiosa y cultural (véase lo que se estipula en las leyes de restitución de la Biblia hebrea p. ej. en Lv 6:5; Nm 5:7; Ex 22:4). 

La última parte nos presenta a Jesús en un discurso directo, comenzando con la palabra “hoy,” con la que enfatiza la importancia de lo que se va a seguir (v. 9). Jesús confirma las acciones e identidad de Zaqueo al proclamar que la salvación había llegado a su casa. En otras palabras, Zaqueo ha reconocido que ser un seguidor de Jesús incluye una responsabilidad hacia los pobres. Jesús confirma también la identidad de Zaqueo como “hijo de Abraham,” así como el lugar de Zaqueo en la historia de su comunidad proveyendo hospitalidad a Jesús—el extraño. En el versículo final, Jesús, como Hijo del Hombre, deja sentado que ha cumplido con su misión de revelarse en su verdadera identidad a aquellas personas que están fuera de lugar (en la fe) (v. 10). Por lo tanto, no sólo era Zaqueo quien estaba buscando a Jesús, sino que también Jesús estaba buscando a Zaqueo. 

En esta historia, Zaqueo alcanza el amor de Dios mediante la búsqueda de Jesús. Al igual que el hombre ciego (18:35-43), estaba determinado a ver a Jesús y no dejó que nada lo detuviera. Cuando Zaqueo escuchó que Jesús se quedaría en su casa, les dio la mitad de sus bienes a los pobres e hizo restitución. Zaqueo se había alejado de Dios, y Jesús lo regresó a su lugar dentro de su tradición. No estaba perdido en el sentido de estar condenado; lo estaba en el sentido de haber perdido su lugar en el mundo. La salvación, pues, puede llegar a todas las personas, incluidos los cobradores de impuestos o los muy ricos. La historia de Zaqueo prueba que es posible hacer un cambio en la sociedad que incluya un cambio en la mentalidad de los muy potentes.  

Los muy ricos siguen controlando el mundo de hoy, pero no estamos condenados a que siga siendo así. Aunque es indudable que tanto las instituciones como las personas muy ricas y poderosas necesitan liberación, la historia de Zaqueo nos enseña que no debemos dejarnos esclavizar por ninguna noción de que las personas no pueden cambiar.