Lectionary Commentaries for December 1, 2019
Primer Domingo de Adviento

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Evangelio

Comentario del San Mateo 24:36-44

Gilberto Ruiz

El Primer Domingo de Adviento comienza con este pasaje, que es parte del último discurso de Jesús a sus discípulos según el Evangelio de Mateo.

Ubicado en los capítulos 24–25 del primer evangelio, este discurso apocalíptico habla del fin de los tiempos y los acontecimientos que lo preceden y acompañan.

Uno de estos acontecimientos es mencionado unos pocos versículos antes de Mateo 24:36-44. Se trata de “la venida [parousia] del Hijo del hombre” (24:27), que en este contexto se refiere a la segunda venida de Cristo al fin del mundo (cfr. 13:37-43; 16:27-28). Algunos escritos del Nuevo Testamento imaginaron que se trataba de una venida inminente (p. ej., 1 Co 15:51-52; 1 Tes 4:15; Heb 10:36-37; Stg 5:8-9; 1 Pe 4:7; Ap 22:12, 20). Pero dado que dicha expectación no se cumplió antes de que la primera generación de líderes cristianos comenzara a fallecer, otros textos abordan la tardanza de la segunda venida (p. ej., 2 Pe 3:3-4, 8-9).

El Evangelio de Mateo no afirma que la segunda venida de Cristo es inminente. Mateo habla más bien de su retraso (24:48-51; 25:5, 19). Incluso propone que la segunda venida sucederá después de que se predique el evangelio en todo el mundo (24:14) y después de que ocurran algunas tribulaciones de duración desconocida (24:4-34). Más que nada, Mateo insiste en que solamente Dios el Padre sabe cuándo volverá Jesús. Esto lo repite tres veces en el presente pasaje (vv. 36, 42, 44; cfr. Mc 13:32; Hch 1:6-7).

El resto del pasaje emplea diferentes imágenes parabólicas que ilustran lo impredecible y repentino de la segunda venida.1 En cada una de estas imágenes, actividades muy rutinarias, como el comer, beber, casarse (v. 38), trabajar (vv. 40-41) y dormir (v. 43), son interrumpidas sin previo aviso. Claramente, estas imágenes tienen la intención de exhortarnos a que seamos vigilantes. Mientras Noé preparaba el arca, la demás gente, ignorando que se aproximaba el diluvio hasta que fue demasiado tarde, comía y se casaba esperando que la vida siguiera como siempre (vv. 37-39). Pagaron con sus vidas (Gn 6:5–7:23). En forma semejante, se les advierte al hombre y a la mujer que no salgan a trabajar sin tener en cuenta la posibilidad de que podría ser el último día (vv. 40-41). Cualquier dueño de casa se quedaría vigilando si supiera que el ladrón viene a robarle (v. 43; cfr. 1 Tes 5:2; 2 Pe 3:10).

Estos tres ejemplos muestran la necesidad de estar preparado/a. El ejemplo de los hombres trabajando en el campo y las mujeres moliendo en el molino (vv. 40-41), “construido en perfecta simetría,”2 añade la idea de que el final producirá una separación entre las personas. Otros pasajes en Mateo sugieren que la separación será entre los justos e injustos, como lo vemos en la parábola del trigo y la cizaña (13:24-30, 36-43) y sobre todo en la descripción del juicio de las naciones, que da término al discurso apocalíptico (25:31-46).

Predicar sobre la presente lectura al comienzo del adviento nos da la oportunidad de reflexionar sobre la yuxtaposición que se da entre la segunda venida de Cristo en un futuro desconocido y el nacimiento de Jesús ya conocido. Aunque el texto se trata de la segunda venida de Cristo, la temporada de adviento centra su expectación en la celebración de su primera venida que ocurrió hace más de dos mil años. Según Mateo 24:36-44, nadie sabe sino sólo Dios cuándo regresará Cristo. Sin embargo, nosotros/as los/as cristianos/as declaramos que Cristo ya vino a salvar a su pueblo de sus pecados (1:21) y a manifestar la presencia de Dios con nosotros/as (1:22-23), tal como insiste Mateo. ¿De qué manera puede la primera venida de Cristo motivar una interpretación distinta de la segunda?

Una posibilidad: la yuxtaposición entre la lectura y la temporada de adviento nos recuerda que la intervención de Dios en la historia humana siempre es algo bueno para el pueblo de Dios. Muchas veces, se utiliza el discurso apocalíptico para infundir miedo en las personas. Pero en la Navidad celebraremos alegremente la primera venida de Cristo como el gran don salvífico de Dios al mundo. Con toda razón proclamamos que esta venida es una buena nueva y decimos que Cristo nació en Nochebuena. Entonces, ¿por qué a menudo se habla de la segunda venida y los acontecimientos que la acompañan como algo aterrador? Si escuchamos y seguimos las enseñanzas de Jesús (3:8; 5:19; 7:21; 13:23; 25:31-46), ¡será muy bueno ser sorprendidos/as con su presencia en cualquier forma que venga!

Esta lectura también nos da la oportunidad de recuperar el sentido de anticipación en cuanto a la actividad de Dios en el mundo, que puede ocurrir en cualquier día y en todos los días. Los personajes mencionados en 24:36-44 permitieron que sus rutinas diarias los cegaran en cuanto al hecho de que Dios dirige la historia para lograr sus objetivos. Este problema también nos afecta a nosotros/as hoy en día, especialmente durante las semanas previas a la Navidad que se colman de actividades que se suman a nuestras responsabilidades diarias. No queremos decir que estas cosas sean malas, y personalmente no recomiendo que se predique de una manera que denigre a las personas atareadas en el bullicio de las fiestas. Pero también es fácil afanarse en demasía durante la temporada sin reflexionar sobre el gran don que Dios nos dio de enviar a su Hijo al mundo. Es bueno que se nos recuerde lo importante que es que nos detengamos de vez en cuando para observar la presencia y actividad de Dios en nuestras vidas. Así empieza la gratitud. ¿O pasaremos esta temporada y todas las demás y hasta la vida entera hasta que sea muy tarde, sin darnos cuenta de la gracia y bondad de Dios en nuestras vidas?


Notas:

1. Véase David Cortés-Fuentes, Mateo, Conozca su Biblia (Minneapolis: Fortress, 2006), 154; Charles A. Talbert, Matthew, Paidea (Grand Rapids: Baker Academic, 2010), 270-71.

2. Cortés-Fuentes, Mateo, 154.