No existe otro texto que resuma mejor las aspiraciones de la vida de la persona transformada por Cristo que el de las bienaventuranzas.
Este texto es tan conocido que aun aquellas personas que no son parte de la tradición cristiana pueden recitar por lo menos una o dos de ellas.
Las Aventuras del Cristianismo
Las bienaventuranzas constituyen uno de los primeros discursos públicos de Jesús. En ellas Jesús resume lo que a mí me gusta llamar “las aventuras del cristianismo.” Hay varias traducciones de este pasaje. Algunas biblias utilizan la traducción “felices,” otras utilizan “dichosos,” mientras que otras más aventuradas utilizan “Dios bendice.” El original griego lee macarioi, que puede traducirse literalmente como “afortunados.” Por mi parte, me gusta la traducción con la que crecí, la Reina-Valera 1960. En esta traducción se utiliza la muy conocida palabra “bienaventurados.”
No es difícil conseguir la raíz etimológica de la palabra “bienaventurado.” Esta proviene del latín—aquella lengua que se transformó en varias y nos regaló el idioma español que utilizamos. Los compuestos etimológicos de la palabra son: bene, que significa “bueno,” y ventura, que significa afortunado, o que tiene suerte. Otra acepción de la palabra ventura en latín es: “que va al cielo con Dios.” Así que podemos decir que las bienaventuranzas son las buenas aventuras de quienes van al cielo con Dios.
Imaginemos entonces que Jesús está compartiendo con quienes lo siguen un mapa de cómo encontrar la ruta para llegar a Dios. Algunas personas quizás creen que es fácil encontrar ese camino. Sin embargo, cuando prestamos atención a las marcas del camino señalado por Jesús, vamos a notar lo difícil que es. Esta aventura que Jesús llama “buena” está llena de sorpresas. La forma en que nos enfrentemos a estas sorpresas determinará si al final valió la pena haber emprendido el camino.
Las Marcas de la Aventura
Una opción para quien predica este domingo es enfocarse en una o más de las marcas del camino de las buenas aventuras. En total, son nueve diferentes bienaventuranzas con sus respectivas promesas. A los efectos homiléticos, no recomendaría que se cubran todas las bienaventuranzas en un solo sermón. Aquellas tradiciones que no siguen las lecturas del Leccionario Común Revisado podrían convertir este tiempo de Epifanía en una serie de sermones centrados cada uno en una bienaventuranza en particular. Para los predicadores y las predicadoras que prefieren seguir el leccionario, mi invitación es a centrarse en una o dos de las bienaventuranzas, preferiblemente aquellas que mejor se adapten a las necesidades de la congregación.
Quizá la mejor manera de acercarse a este texto es hacerlo desde la perspectiva escatológica. El teólogo Marcus Borg1 afirmaba la importancia de ver a Jesús como profeta escatológico. Para Borg, este Jesús-profeta se interesa profundamente por la situación socio-política y religiosa de su pueblo. Como tal, su escatología profética está sustentada en la promesa de Dios de reconstruir un reino de paz, justicia y reconciliación. Este es el contexto para las bienaventuranzas: una proclamación profética del Reino de Dios que ya Jesús ha dejado claro que está cerca (Mateo 4:17), como vimos en el evangelio de la semana pasada.
¿Cuáles son, entonces, estas marcas escatológicas que hemos de ver en el camino? El teólogo David Cortés Fuentes escribe que las bienaventuranzas contrastan “con la visión popular de quiénes son dignos de ser bienaventurados, pues afirman que personas en condiciones, que a primera vista no parecen ser bienaventuradas, son objeto del favor y la protección de especial de Dios.”2 Cada una de las marcas de la buena aventura del camino cristiano es completamente contraria a la lógica de mundo.
Este mensaje de transformación es consistente con lo que hemos estado viendo hasta el momento. El domingo pasado Jesús invitaba a la transformación total de la forma en que nos acercamos al mundo. Ahora vemos cómo esta transformación se pone a prueba. Los pobres de espíritu heredan el reino. Quienes lloran, recibirán consolación. Las personas mansas tienen toda la tierra por herencia. Quienes tienen hambre y sed de justicia recibirán su saciedad. Quienes practican misericordia verán la misericordia reinar en sus vidas. Las personas de limpio corazón verán a Dios. Las personas que trabajan por la paz serán recibidas como hijas e hijos de Dios. Las personas que sufren persecución por causa de buscar la justicia reciben el reino de los cielos. Quienes deben soportar persecución por su fe reciben un galardón al final de la jornada de fe y vida. Como vemos, se trata de una inversión total de la lógica humana, según la cual quienes son percibidos/as como mansos/as, pacificadores/as, pobres, honestos/as, etcétera, son desechados/s, mientras que los altivos, guerreros, ricos, deshonestos, etcétera, son recompensados con más acceso al poder.
Conclusión
Las bienaventuranzas pueden ser utilizadas por las congregaciones como el punto de partida para determinar cómo conducir su vida de fe. Es importante resaltar las implicaciones escatológicas de este texto. Un buen comienzo puede ser prestar atención a una o dos de las bienaventuranzas cada domingo, o bien utilizarlas para una serie de estudios bíblicos más profundos sobre las implicaciones de las mismas en la vida cristiana. Pero definitivamente, es imprescindible poner atención al llamado de Cristo a vivir nuestras vidas siguiendo el camino a Dios marcado por las buenas aventuras en la fe.
Notas:
1. Marcus Borg, Jesus: A New Vision. Spirit, Culture, and the Life of Discipleship (San Francisco, CA: Harper, 1991), 150-171.
2. David Cortés Fuentes, Mateo, serie Conozca su Biblia, Justo González, editor (Minneapolis, MN: Augsburg Fortress, 2006), 38-39.
No existe otro texto que resuma mejor las aspiraciones de la vida de la persona transformada por Cristo que el de las bienaventuranzas.
Este texto es tan conocido que aun aquellas personas que no son parte de la tradición cristiana pueden recitar por lo menos una o dos de ellas.
Las Aventuras del Cristianismo
Las bienaventuranzas constituyen uno de los primeros discursos públicos de Jesús. En ellas Jesús resume lo que a mí me gusta llamar “las aventuras del cristianismo.” Hay varias traducciones de este pasaje. Algunas biblias utilizan la traducción “felices,” otras utilizan “dichosos,” mientras que otras más aventuradas utilizan “Dios bendice.” El original griego lee macarioi, que puede traducirse literalmente como “afortunados.” Por mi parte, me gusta la traducción con la que crecí, la Reina-Valera 1960. En esta traducción se utiliza la muy conocida palabra “bienaventurados.”
No es difícil conseguir la raíz etimológica de la palabra “bienaventurado.” Esta proviene del latín—aquella lengua que se transformó en varias y nos regaló el idioma español que utilizamos. Los compuestos etimológicos de la palabra son: bene, que significa “bueno,” y ventura, que significa afortunado, o que tiene suerte. Otra acepción de la palabra ventura en latín es: “que va al cielo con Dios.” Así que podemos decir que las bienaventuranzas son las buenas aventuras de quienes van al cielo con Dios.
Imaginemos entonces que Jesús está compartiendo con quienes lo siguen un mapa de cómo encontrar la ruta para llegar a Dios. Algunas personas quizás creen que es fácil encontrar ese camino. Sin embargo, cuando prestamos atención a las marcas del camino señalado por Jesús, vamos a notar lo difícil que es. Esta aventura que Jesús llama “buena” está llena de sorpresas. La forma en que nos enfrentemos a estas sorpresas determinará si al final valió la pena haber emprendido el camino.
Las Marcas de la Aventura
Una opción para quien predica este domingo es enfocarse en una o más de las marcas del camino de las buenas aventuras. En total, son nueve diferentes bienaventuranzas con sus respectivas promesas. A los efectos homiléticos, no recomendaría que se cubran todas las bienaventuranzas en un solo sermón. Aquellas tradiciones que no siguen las lecturas del Leccionario Común Revisado podrían convertir este tiempo de Epifanía en una serie de sermones centrados cada uno en una bienaventuranza en particular. Para los predicadores y las predicadoras que prefieren seguir el leccionario, mi invitación es a centrarse en una o dos de las bienaventuranzas, preferiblemente aquellas que mejor se adapten a las necesidades de la congregación.
Quizá la mejor manera de acercarse a este texto es hacerlo desde la perspectiva escatológica. El teólogo Marcus Borg1 afirmaba la importancia de ver a Jesús como profeta escatológico. Para Borg, este Jesús-profeta se interesa profundamente por la situación socio-política y religiosa de su pueblo. Como tal, su escatología profética está sustentada en la promesa de Dios de reconstruir un reino de paz, justicia y reconciliación. Este es el contexto para las bienaventuranzas: una proclamación profética del Reino de Dios que ya Jesús ha dejado claro que está cerca (Mateo 4:17), como vimos en el evangelio de la semana pasada.
¿Cuáles son, entonces, estas marcas escatológicas que hemos de ver en el camino? El teólogo David Cortés Fuentes escribe que las bienaventuranzas contrastan “con la visión popular de quiénes son dignos de ser bienaventurados, pues afirman que personas en condiciones, que a primera vista no parecen ser bienaventuradas, son objeto del favor y la protección de especial de Dios.”2 Cada una de las marcas de la buena aventura del camino cristiano es completamente contraria a la lógica de mundo.
Este mensaje de transformación es consistente con lo que hemos estado viendo hasta el momento. El domingo pasado Jesús invitaba a la transformación total de la forma en que nos acercamos al mundo. Ahora vemos cómo esta transformación se pone a prueba. Los pobres de espíritu heredan el reino. Quienes lloran, recibirán consolación. Las personas mansas tienen toda la tierra por herencia. Quienes tienen hambre y sed de justicia recibirán su saciedad. Quienes practican misericordia verán la misericordia reinar en sus vidas. Las personas de limpio corazón verán a Dios. Las personas que trabajan por la paz serán recibidas como hijas e hijos de Dios. Las personas que sufren persecución por causa de buscar la justicia reciben el reino de los cielos. Quienes deben soportar persecución por su fe reciben un galardón al final de la jornada de fe y vida. Como vemos, se trata de una inversión total de la lógica humana, según la cual quienes son percibidos/as como mansos/as, pacificadores/as, pobres, honestos/as, etcétera, son desechados/s, mientras que los altivos, guerreros, ricos, deshonestos, etcétera, son recompensados con más acceso al poder.
Conclusión
Las bienaventuranzas pueden ser utilizadas por las congregaciones como el punto de partida para determinar cómo conducir su vida de fe. Es importante resaltar las implicaciones escatológicas de este texto. Un buen comienzo puede ser prestar atención a una o dos de las bienaventuranzas cada domingo, o bien utilizarlas para una serie de estudios bíblicos más profundos sobre las implicaciones de las mismas en la vida cristiana. Pero definitivamente, es imprescindible poner atención al llamado de Cristo a vivir nuestras vidas siguiendo el camino a Dios marcado por las buenas aventuras en la fe.
Notas:
1. Marcus Borg, Jesus: A New Vision. Spirit, Culture, and the Life of Discipleship (San Francisco, CA: Harper, 1991), 150-171.
2. David Cortés Fuentes, Mateo, serie Conozca su Biblia, Justo González, editor (Minneapolis, MN: Augsburg Fortress, 2006), 38-39.