Lectionary Commentaries for July 9, 2017
Quinto domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Mateo 11:16-19, 25-30

Louis E. Colon

“¡Palo si boga; palo si no boga!”

Este dicho describe la práctica opresiva de personas al mando en un barco, pegándoles a los esclavos y prisioneros que remaban. Les pegaban si lo hacían bien; les pegaban si lo hacían mal. Mi papá decía esto para describir una situación donde uno sale mal parado, no importa lo que haga.  

Jesús describe una situación como esta cuando dice que el enviado de Dios Juan el Bautista, hombre austero y casi monástico, no es bien recibido por el pueblo, y que él mismo, también enviado de Dios, pero con un estilo más sociable y amistoso, tampoco es recibido. Usando la costumbre de los jóvenes en su tiempo, Jesús compara a sus contemporáneos con los muchachos que se quejaban diciendo: “Os tocamos flauta y no bailasteis; os entonamos canciones de duelo y no llorasteis” (v. 17). Palo si boga; palo si no boga. Estas personas no responden al mensaje del reino de Dios. R.T. France, comentarista del evangelio de Mateo, dice: “…esta generación ha fallado en responder, y ha malentendido la naturaleza del ministerio de Jesús, como ya lo habían hecho con el ministerio de Juan.”1 France entiende que el pasaje compara a “esta generación” con el escenario de muchachos (y posiblemente muchachas) en las plazas castigando con palabras a quien no respondía a sus canciones o lamentos. No responder al mensaje, ya sea de Juan el Bautista o de Jesús, es lo que Jesús está enfocando. Así se verá que en los versos que siguen (no examinados aquí), Jesús hace una advertencia acerca del castigo que sufrirían las ciudades donde Jesús había ministrado, pero que no se arrepintieron en respuesta a su mensaje ni dieron gloria a Dios.

Al concluir esta sección, Mateo ubica la reacción de adoración de Jesús ante Dios en contraste con la reacción de las ciudades impenitentes. Luego, Jesús responde hablando a Dios, y haciendo un ofrecimiento a sus oyentes.

De Regaño a Adoración

Jesús alaba al “Padre, Señor del cielo y de la tierra” (v. 25). Jesús va de la advertencia profética a la adoración. Y en esa alabanza, Jesús se torna a Dios llamándolo Padre y Señor. Jesús alaba al Padre por esconder “estas cosas,” y le alaba por mostrarlas.  Aunque ha regañado a las ciudades que no respondieron a su mensaje divino, reconoce, en adoración, que Dios, en última instancia, es quien muestra y quien esconde. Y Dios esconde de los sabios y entendidos y muestra a los niños, que es probablemente una referencia a sus discípulos (véase Mt 10:42). De quienes se esperaba que escucharan y respondieran a Dios, los sabios y entendidos, no hubo respuesta; pero de quienes no se esperaba respuesta, los niños, de ellos sí hubo respuesta, y Dios se agradó en revelarles.

¿Qué ven estos “niños” que los sabios no ven? Es posible que el verso 27 aclare esto, pues allí Jesús habla de lo que ha recibido del Padre. Nadie conoce al Padre, sino el Hijo. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre. En tal contexto de relación exclusiva, Jesús se declara como el que revela al Padre. Dios mismo es lo escondido que Jesús ahora revela.

Pero no es intención de Jesús esconder, sino ofrecer a Dios. Por eso llama a todas aquellas personas que estén trabajadas y cargadas a que vayan a él. Es interesante que Jesús no las llama a que se acerquen a Dios, sino a él (Jesús). Jesús termina acentuando su mensaje con su persona. Su comunicación adquiere fuerza cuando une su mensaje con su ejemplo y con las afirmaciones que hace respecto de su persona. Según Mateo, Jesús ofrece su alabanza al Padre, pero las personas tienen que responder al Hijo.

Jesús, el Hijo, es quien revela al Padre, Dios. Jesús llama a todas las personas cansadas y trabajadas a acercársele para recibir descanso. Llevar el yugo de Jesús y aprender de él es probablemente una forma antigua de llamar a las personas a ser sus discípulos/as. Y quienes se alleguen y aprendan de Jesús serán recompensados/as con descanso.

Estos dos pasajes muestran que Jesús espera respuesta ante el mensaje y los milagros (véanse los vv. 20-21 de este capítulo de Mateo) que atestiguan el mensaje de Jesús como de parte de Dios. También el pasaje enseña que tales respuestas vienen como intervención de Dios en el oído humano, por un lado, y en la tarea de Jesús de proclamar el mensaje y dar a conocer al Padre, por el otro.

Posibilidades Homiléticas

¿Quién responde al mensaje de Jesús? Este es un vínculo que une nuestros dos pasajes, pues ambos tratan acerca de la respuesta de las personas al mensaje que Jesús predica.

Alguien ha dicho que, en el evangelio de Mateo, Jesús se dedica a predicar el reino de Dios y que no se da importancia a sí mismo en los planes divinos. Nuestro primer pasaje, vv. 16-19, parece apoyar esto, pues Jesús y Juan el Bautista son mencionados como portavoces del mensaje de Dios. La mayoría de la gente rechazó el mensaje de ambos.

Pero Jesús entiende este rechazo como algo que está finalmente en manos del Padre, quien esconde o revela. A los sabios y entendidos les esconde “estas cosas,” pero se las revela a los niños. Hay una cierta exclusividad en la relación de Jesús con Dios, como Hijo y Padre, y es este Hijo quien tiene la potestad de revelar al Padre. ¿Quién responde al mensaje de Jesús? Aquellos a quienes el Padre revela estas cosas; aquellos a quienes el Hijo da a conocer al Padre. Este reino de Dios magnifica a Jesús.

El uso de “sabios y entendidos” en contraposición a “niños” hace pensar que la actitud del oyente ante Dios es crucial en tal revelación. Dios revela quién es Dios y quién es Jesús a quienes con humildad de niños reciben su verdad. El que pretende evaluar los designios de Dios como sabio o entendido, sin humildad ante Dios, no recibe revelación de Dios.

Para responder a Jesús hay venir a él. Jesús invita a quien quiera responderle, a quien se sienta trabajado/a y cargado/a, y necesite el descanso que Jesús provee.


Nota:

1. R.T. France, The Gospel of Matthew (Grand Rapids, William B. Eerdmans Publishing Co.: 2007), 433 (mi traducción).