Lectionary Commentaries for August 13, 2017
Décimo domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Mateo 14:22-33

Iris Barrientos

Antes de concentrarnos en la perícopa, es menester recordar el trasfondo cultural y sociopolítico al que alude la misma y que aparece como telón de fondo, enriqueciendo el sentido que el texto propone.

Por eso debe ser analizado antes de comentar el propio pasaje bíblico.

En primer lugar se dice que Jesús despide la multitud (v. 22). Sube al monte a orar aparte y cuando llega la noche está allí “solo” (v. 23). Aquí se combinan dos elementos importantes: “oscuridad” y “soledad.” En la escena de los discípulos, hay oscuridad combinada con turbulencia. Además ellos también han quedado “solos,” sin Jesús (v. 24). Sólo a la cuarta vigilia, Jesús va hacia ellos (v. 25).

La tradición de dividir la noche en cuatro vigilias es greco-romana. Para los judíos, en cambio, la noche solamente tiene tres vigilias. Este dato y otros más nos indican que se debe asumir el contexto griego y romano para interpretar la perícopa.

Entre las muchas prácticas y costumbres greco-romanas que los judíos habían adoptado está justamente la de dividir la noche en cuatro vigilias. La primera vigilia se iniciaba con la puesta del sol, más o menos de las 6 pm a las 9 pm. La segunda vigilia se extendía desde las 9 pm hasta la medianoche. La tercera abarcaba desde la medianoche hasta aproximadamente las 3 am de la madrugada. Finalmente, la cuarta vigilia iba desde las 3 am de la madrugada hasta las 6 am de la mañana.

Hay dos elementos más para destacar. El primero es la creencia en fantasmas. Y el segundo es el término griego fóbos (miedo) que tiene todo un universo de significado dentro de la cultura greco-romana. El pasaje resalta que los discípulos tuvieron fóbos (v. 26). En la mitología griega Fóbos es el dios del miedo y del terror. De este término griego se derivan las llamadas “fobias” o miedos. Por ejemplo, la “hidrofobia,” que es el miedo al agua, o la “claustrofobia,” que es el miedo a lugares encerrados, entre otros… Este Dios griego tiene la función de quitar el ánimo y la esperanza y hacer desfallecer a las personas. Los griegos lo usaban como chantaje para lograr que la gente obedeciera, ante el temor que infundía.

Como se puede apreciar, soledad, oscuridad, fantasmas, miedo, entre otros, están íntimamente relacionados con la cosmovisión griega, y aportan un significado al texto. Esta combinación de términos no está en el pasaje por coincidencia. Señala algo más. En aquella cosmovisión abundan las supersticiones, la creencia en fantasmas, demonios y espíritus que controlan a los humanos. Existe asimismo el panteón de los dioses, en el que se concentran todas las divinidades de los pueblos conquistados por Grecia y Roma. Estos dioses están pendientes de los humanos, no para beneficiarlos, sino para envidiarlos y oprimirlos.

Es de esperarse la reacción de los discípulos al ver a Jesús acercarse en la cuarta vigilia de la noche, considerando la espesa oscuridad que acompaña su silueta. Ellos están inmersos en aquella cultura plagada de supersticiones. Por eso piensan que es “¡un fantasma!”(v. 26). Pero Jesús les habla de inmediato: “¡Tened ánimo!” Y la frase con la que Jesús continúa es eminentemente teológica: “Soy yo” (Egó eimí). La frase “yo soy” se destaca en los evangelios. Jesús la utiliza para manifestar la esencia divina de su ser.

Egó eimí remite al significado del tetragramatón hebreo del nombre de Dios (YHWH o Yavé), que también es “Yo Soy.” Es el nombre de un Dios que tiene poder y existencia real, en contraposición al dios griego Fóbos. “Yo Soy” es diferente a los dioses griegos, pues éstos no están para favorecer a los humanos. Yavé es un nombre que transmite acción y promesa para una necesidad precisa, y trae ánimo y esperanza. Fóbos, en cambio, trae desánimo y desesperanza. A esto se debe el imperativo de Jesús: “¡tened ánimo!” junto con la declaración: “Soy yo, no temáis.”

Efectivamente, no es solo el sonido de la voz de Jesús lo que da aliento a los discípulos. Lo que les da aliento es la declaración del “Yo soy” ordenando que la influencia de fóbos desaparezca de sus vidas. Ante tal revelación, Pedro recurre al título de Kýrios (Señor), que indica supremacía en autoridad. Al usar este título, Pedro apela a quien está por encima de cualquier poder y autoridad, sean dioses, demonios o fantasmas. Para comprobar que quien les ha hablado efectivamente tiene este poder, Pedro dice: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (v. 28).

Por un momento, Pedro comprueba la supremacía del Egó eimí, pues logra caminar sobre las aguas (v. 29), pero al verse rodeado por las turbulentas olas, fóbos llega otra vez para quitarle el ánimo. A pesar de ello, puede confesar de nuevo su fe en el Kýrios cuando grita: “¡Señor, sálvame!” (Kýrie sosón me) (v. 30). La actitud de Pedro se asemeja a un vaivén. En un momento está en la duda, y en el otro, en la fe. Ante tal situación, pareciera que fóbos va a triunfar. Pero “Yo soy” llega para salvar la vida de Pedro.

El verbo griego que se utiliza para “salvar” en el v. 30 (sózo) tiene el sentido de liberar. Es probable que no se esté aludiendo solamente al hecho de ayudar a Pedro a salir de esta situación embarazosa, sino a liberarlo de muchas cosas que aturden a diario su vida. Especialmente, aquellas que han sido creadas por el ambiente y el contexto.

La acción y el reproche de Jesús no se dejan esperar: “Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: ‘¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?’” (v. 31). La palabra griega traducida como “poca” (olígos) no sólo significa poca, sino también breve (duración). Pedro tuvo fe en el Egó eimí, pero por poco tiempo, mientras no miraba sus problemas. Una vez que puso los ojos en la turbulencia del mar, volvió a dudar y le dio lugar a fóbos.

Lo maravilloso de la perícopa es que no termina con el reproche y con la turbulencia, pues en cuanto ellos subieron a la barca, se calmó el viento” (v. 32). Acto seguido, lo único que queda es reconocer la supremacía de Jesús como el “Yo soy” sobre los demás dioses y circunstancias: “Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: ‘Verdaderamente eres Hijo de Dios’” (v. 33).

El pasaje no cierra con la incredulidad, sino con una fe madura, adquirida a través de las distintas situaciones. Se expresa una fe fuerte y certera que reconoce la divinidad y supremacía de Jesús sobre todas las circunstancias y fóbos.

Ante las situaciones que nos agobian a diario, ¿cuántas veces nos encontramos en el vaivén de la fe y la duda? A veces, el viento está a nuestro favor y otras, en contra. Es en estas situaciones en que Jesús nos pide que “alarguemos” la fe. Porque Jesús es el “Yo soy” en cualquier situación. ¿De qué necesitamos ser liberados/as? ¿Cuáles son los fantasmas que nos atemorizan? ¿Cuáles son nuestros miedos? ¿Miedo al ambiente? ¿Al fracaso? ¿Miedo a qué…?