Lectionary Commentaries for September 3, 2017
Decimotercer domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Mateo 16:21-28

Pablo E. Rojas Banuchi

Viendo el Texto en su Contexto: ¿Qué Dice? ¿Qué Informa?

El texto que consideramos hoy da continuidad a Mt. 16:13-20, el cual propiamente es el contexto inmediato de nuestra perícopa. Nuestro texto puede ser dividido en dos partes: 1) Jesús anuncia a sus discípulos acerca de su muerte (vv. 21-23); y 2) los requerimientos para seguir a Jesús (vv. 24-28). 

1) Jesús anuncia a sus discípulos acerca de su muerte (vv. 21-23) 

El título de la obra del insigne autor colombiano Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada (1981), podría aplicarse al diálogo íntimo de Jesús con sus discípulos en que les anuncia acerca de su muerte y resurrección por primera vez: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día” (v. 21).1 Jesús plantea un camino que se ha iniciado en Galilea y que culminaría en Jerusalén. Usualmente, cuando se habla de Jerusalén en relación a Jesús, se la simboliza como un lugar de muerte. También es un centro de poder cultural, religioso y político. De este modo, Jesús no está anunciando un camino de gloria y mucho menos sencillo para el Mesías, sino uno de sufrimiento y conflictos.Un camino que sus discípulos eventualmente también tendrían que transitar. 

Según los evangelios, la vida de Jesús siempre estuvo marcada por el conflicto y la muerte. Por ejemplo: a) cuando Herodes recibió la visita de los magos que le anunciaron el nacimiento de un rey de los judíos y después se dio cuenta de que no le informaron acerca de su paradero, mandó a matar en Belén a todo niño menor de dos años (Mt 2:16-18); y b) el mismo templo conspiraba contra Jesús: Marcos indica que “los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderlo con engaño y matarlo” (Mc 14:1b). 

Ante la declaración que les hizo Jesús, Pedro, quien ya había expresado una confesión de Jesús como Hijo de Dios, cometió una falta en su comprensión de dicha condición de Hijo: “tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo: –Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!” (v. 22). Como se indica en Mt. 16:13-20, era necesario reconocer primero la identidad mesiánica de Jesús y luego Jesús aclararía la naturaleza de su papel y rol mesiánico. No obstante, las palabras de Pedro en esta ocasión muestran que no estaba preparado para oír acerca del camino de la cruz, ni conocer acerca del sufrimiento que Jesús debía soportar. Es evidente una enérgica negación.    

Acto seguido, Jesús responde a Pedro con palabras de tono fuerte. En Mt. 16:17 lo había elogiado por su confesión; ahora le dice que estaba ofendiendo a su maestro: “¡Quítate de delante de mí Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 23). Aquel que había recibido un nombre nuevo ahora recibe otro. Se le llama “Satanás,”3 es decir, se le llama obstáculo, adversario, enemigo. La palabra “tropiezo” viene del griego skándalon, del cual viene la palabra “escándalo.” La actitud y las palabras de Pedro son un escándalo respecto al camino del Mesías. Al igual que en la experiencia de Jesús en el desierto (Mt 4:1-11), Pedro está tentando a su maestro para que no vaya a la cruz. Era una manera de obstaculizar la misión de Jesús en la tierra. Nos recuerda el final de la tentación en el desierto, cuando Jesús dice: “Vete, Satanás” (Mt 4:10). La diferencia estriba en que en aquella situación Jesús mandó a Satanás a que se hiciera a un lado o se fuera, mientras que el mandato a Pedro es que se vuelva a poner en la posición que debía ocupar: detrás de Jesús. Todavía Pedro tiene mucho que aprender. Pedro había procesado la revelación de Jesús como Mesías con mayor facilidad que la revelación de que el Mesías debía sufrir, morir y resucitar. 

Hoy debemos preguntarnos qué hace que la iglesia en muchas ocasiones se vea tentada a no asumir el reto del camino de la cruz. ¿Es posible que en el desarrollo de nuevos proyectos, nuevas estrategias de misión, nuevas ideas y nuevos rumbos para la iglesia podamos entorpecer de diversas formas dicho proceso? ¿Cuáles son nuestras excusas para evadir nuestra vocación cristiana y nuestras responsabilidades como pueblo de Dios? ¿Se nos hace difícil, en ocasiones, como a Pedro, entender el reclamo del camino a Jerusalén? Hasta el momento, Mateo parece estar comunicando que el camino de seguir a Jesús no es cómodo. Habrá vicisitudes y momentos de conflictos.  

2) Los requerimientos para seguir a Jesús (vv. 24-28) 

Ante la reacción de Pedro, Jesús aprovecha la ocasión para enseñarles a sus discípulos una gran verdad del discipulado: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (v.24).4 Seguir a Jesús implica ver que su maestro será maltratado, humillado y crucificado. Jesús es bien claro con las demandas del discipulado. Y aquellos que habrían de seguirlo debían conocerlas. 

¿Qué es un discípulo? El significado general de la palabra en griego es “pupilo” o “alumno.” Un discípulo es un aprendiz que estudia bajo la guía de su maestro.  Según E. Lohse, los discípulos de Jesús no solicitaron ser recibidos en su escuela, sino que éste salió a su encuentro con la invitación “Venid en pos de mí” (Mc 1:17). Este llamado era suficiente para convertir a alguien en discípulo/a. Quien recibía el llamado, abandonaba cuanto tenía y caminaba al lado de Jesús. Ni los lazos familiares podían ni debían retenerlo (Mt 10:37; Lc 14:26). En este sentido, muchos creyeron que la invitación de Jesús era una exigencia desmedida y la rechazaron (Mc 10:17-22; Mt 8:19-22; Lc 9:57-62). El seguimiento, que incluye estar dispuesto/a a sufrir (Mc 8:34), se encuentra bajo el signo del reinado de Dios que llega: “Vete a anunciar el reino de Dios” (Lc 9:60). Entonces, ¿qué significan para un discípulo los requerimientos de Jesús “negarse a sí mismo, y “tomar la cruz y seguirle”? Veamos:

a) La “negación de sí mismo” no significa la renuncia a un bien opcional, como podría entenderse la frase; significa la afirmación de que el “yo” renuncia a los valores de este mundo y se entrega al seguimiento de Jesús y sus enseñanzas. Vivimos y morimos para Jesús, conforme a la regla de su palabra. Así pues, la abnegación no está centrada en uno mismo, como a menudo era el caso en el monasticismo medieval, sino en Dios. La renuncia a nosotros/as mismos/as no es otra cosa que asumir el compromiso de entregarnos a Dios y de hacer todo lo que hagamos conforme a los mandamientos del Señor y para su gloria. Partiendo de la premisa de que todo lo que somos y tenemos pertenece a Dios, la abnegación también implica que la persona creyente ponga a un lado el orgullo (la vanagloria) y sea humilde.

b) Mientras que la abnegación se centra en la conformidad interna a Cristo, “tomar nuestra cruz y seguirle” implica que quienes están en comunión con Cristo deben prepararse para una vida dura, llena de muchos tipos de conflictos. Esto no es simplemente debido al efecto del pecado en este mundo caído, sino a causa de la unión del creyente con Cristo. Dado que la vida de Cristo fue una perpetua cruz, la nuestra también debe incluir el sufrimiento. No solamente participamos de los beneficios de su obra expiatoria en la cruz, sino que también experimentamos la obra del Espíritu por la que somos transformados/as a la imagen de Cristo. En fin, tomar la cruz significa decidir morir a uno mismo. 

No sólo las tribulaciones son parte de la vida cristiana, sino que también evitan todo tipo de “presunción” o “adulación” que pueda existir en nosotros/as. Los sufrimientos son parte de la vida cristiana porque nos ayudan a mirarnos a nosotros/as mismos/as en relación a nuestra fragilidad y debilidad. El sufrimiento nos ayuda a reconocer nuestra necesidad de implorar el favor de Dios y su poder como lo único que es capaz de mantenernos firmes y de hacer que no sucumbamos bajo el peso de las aflicciones.  

El v. 25 enfatiza el rechazo al egocentrismo. Quien decida seguir el camino de la autopreservación y así “salvar su vida,” indica Jesús, “la perderá,” porque se trata de una vida egocéntrica. No obstante, quien decida seguir las huellas de Jesús, “el que pierda su vida por causa de mí,” descubrirá la vida en toda su plenitud. De ello trata entonces la vida cristocéntrica. Es decir, el valor verdadero y permanente de la persona trasciende las condiciones de la existencia presente. En consonancia con el versículo anterior, el v. 26 afirma por su parte que no vale la pena ganar el mundo entero si se pierde el alma. Alma, que es la traducción del griego psychen, implica la totalidad de la vida física y espiritual. Por tanto, vale la pena y es mucho mejor seguir fielmente el camino más auténtico propuesto por Jesús. 

Los vv. 27-28 informan acerca de un evento futuro. Es difícil precisar a qué evento futuro se refiere Jesús. Podría ser su muerte y resurrección, el evento de Pentecostés, la destrucción de Jerusalén (año 70 d.C), o la segunda venida. Llaman la atención las palabras “gloria” y “ángeles.” Brown destaca el hecho de que dicha sentencia resultaba paradójica, inclusive, para la iglesia primitiva, por lo que se conservó en tres formas: el “Hijo del Hombre viniendo en su reino” (Mt 16:28); “el reino de Dios ha venido con poder” (Mc 9:1); “el reino de Dios” (Lc 9:27). No obstante, si consideramos la fecha de redacción de Mateo (años 80-100 d.C), no es de extrañar que la caída de Jerusalén sucedida en el año 70 se perciba en el evangelio de alguna forma. Fuera de toda afirmación que cada estudioso de la Biblia pueda hacer, una cosa es evidente: los conceptos gloria y ángeles son parte de un lenguaje con contenido escatológico y hacen referencia al poder y gloria de Cristo.     

Apuntes para la Predicación 

1. El mensaje de este texto es el eco de una comunidad que nos dice algo acerca de los martirios de la iglesia primitiva. Todos aquellos y aquellas que han de seguir a Jesús habrán de experimentar las vivencias del maestro, y ello incluye momentos difíciles como el sufrimiento y hasta el martirio. La historia del cristianismo siempre ha estado marcada con sangre. Desde Esteban (primer mártir) en Hch 7:58-60 hasta grandes personajes de la historia como Martin Luther King Jr., la muerte ha sido parte de dichas páginas. En 1968 cuando Luther King Jr. murió asesinado, muchos dijeron que dicha muerte ya había sido predicha en su discurso final la noche anterior en el que dijo que como Moisés, “ya había visitado la cima de la montaña y observado la tierra prometida.” Son incontables las voces cristianas que han sido silenciadas en Occidente y en Latinoamérica.

2. Toda causa por la obra y nombre de Cristo conlleva “abnegación” y “compromiso,” y, por ende, las consecuencias de ello. 

3. Al igual que Pedro, no muchos creyentes están preparados, y lo por tanto, la formación y enseñanza a través del discipulado es requerida. 

4. Tomar nuestra cruz y seguirle no es un asunto que pueda evadirse. Es un llamado de Jesús. Según nuestro texto, la vida cristiana no es cuestión de vida o muerte, sino de vida y muerte. Es morir para poder vivir. No significa cualquier renunciamiento. El llamado de Jesús no trata de un masoquismo o de sufrir por gusto. El mandato de Jesús trata de que nos comprometamos de tal forma con el Reino y su justicia que estemos dispuestos/as a soportar los sufrimientos que inevitablemente siguen a tal compromiso. ¿Estamos preparados/as como iglesias y creyentes para ello? ¿Somos capaces de ser criticados, señalados y burlados? ¿Somos capaces de enfrentarnos a poderes políticos que atenten contra nuestros valores?   

5. El sufrimiento es parte de la vida, pero detrás de todo calvario Dios siempre exalta a sus hijos e hijas. A mi mejor juicio, Mateo en esta perícopa quiere comunicar a su audiencia que no hay gloria (doxa) si primero no hay cruz (kenósis/vaciamiento). Negarse a uno mismo y cargar nuestra cruz implica vaciamiento. Darse por completo y entregarse totalmente como Cristo lo hizo en la cruz. Jesús “se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo” (Fil 2:7). Aun cuando llegó a pensar que su Padre lo había abandonado, fue capaz de disfrutar el triunfo de una misión que mantuvo fielmente hasta el final. Por ello, la resurrección se constituye en la mayor gloria del Padre sobre su Hijo. Así ocurrirá también con nosotros/as al serle fieles; por más oscuro que se presente el panorama de nuestra vida, siempre detrás de cada cruz experimentaremos de formas diversas la gloria de Dios. Quizás Mateo, frente a las persecuciones y martirios, quería dejar tal enseñanza plasmada en el corazón de sus contemporáneos. 

6. ¿Estamos dispuestos/as a seguir el camino de la cruz? Si es así, ¿estamos dispuestos/as a sufrir por ello y llevar nuestras cruces? Así nos ayude el Señor

Bibliografía      

Brown, Raymond E., et. al., Comentario Bíblico “San Jeronimo,” T. 3 (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1971). 

Carro, Daniel, et. al., Mateo. [Cuarta ed.]. Comentario Bíblico Mundo Hispano, T. 14 (El Paso, Tex.: Editorial Mundo Hispano, 2013). 

Dockery, D.S., et. al., Comentario Bíblico Conciso Holman (Nashville: B & H Espanol, 2011). 

González, Justo L., Tres Meses en la Escuela de Mateo (Nashville: Abingdon Press, 1996). 

Harrison, Everett, Introducción al Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Subcomisión de Literatura Cristiana de la Iglesia Reformada, 1987). 

Lohse, E., Teología del Nuevo Testamento (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1978). 

Rojas Banuchi, Pablo E., Vida cristiana y espiritualidad en Juan Calvino: Un análisis histórico teológico sobre la espiritualidad en Calvino en el contexto del siglo XVI y sus implicaciones hermenéuticas para la iglesia de hoy (Bloomington, IN: Wordclay, 2010). 

Stein, Robert H., Jesús, el Mesías: Un Estudio de la Vida de Cristo (Barcelona: Editorial CLIE, 2006). 

Taylor, Richard, et. al., Diccionario Teológico Beacon (Kansas City: Casa Nazarena de publicaciones, 1995).


Notas:

1. “Padecer mucho” parece introducir la idea del Siervo Sufriente (Is 53: 4-6).

2. A partir de ahora, las referencias a la muerte de Jesús se hacen más claras y frecuentes (Mc 8:31; 9:9,31; 10:32-34,38-39,45; 12:1-12; 14:3-9,34; Lc 13:33).

3. Jesús reprendió a Pedro como representante de Satanás y defensor de sus puntos de vista.    No hay ninguna necesidad de asumir que Satanás hubiera de alguna forma entrado en el cuerpo de Pedro y estuviera hablando a través de él.

4. En la antigüedad, la cruz (crux en latín; stauros en griego) era un instrumento de tortura con el cual se llevaba a cabo la condena a muerte por delitos graves. En el mundo grecorromano, la crucifixión era la pena impuesta a los rebeldes (insurrectos) y los bandidos, pero al mismo tiempo típica de los esclavos. Dada su crueldad, Cicerón la definió como crudelissimun taeterrimumque supplicum (el suplicio más cruel y horrible que existe).