Lectionary Commentaries for October 26, 2014
Vigésimo domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Mateo 22:34-46

Yolanda Rosas

EL MÁS GRANDE Y EL PRIMER MANDAMIENTO

Este texto es parte de la serie de narraciones de conflictos o encuentros de Jesús con los líderes religiosos de su tiempo que registra Mateo en los capítulos 21 y 22, ocurridos en la semana previa a su muerte.

El capítulo 21 comienza con la entrada de Jesús a Jerusalén, aclamado por el pueblo como el hijo de David. Le gritaban: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!” (v. 9). Algunos de los fariseos le pidieron a Jesús que callara a sus discípulos (Lc 19:39-40). Les molestaba la alabanza y el honor que recibía del pueblo. Otro suceso que causó enojo a los líderes religiosos fue que Jesús entrara en el templo y echara fuera a los que allí vendían y compraban, acusándolos de haber convertido lo que debía ser una casa de oración en una cueva de ladrones (Mt 21:12-13).

1. La gran pregunta

Una vez más los fariseos quisieron tentar a Jesús, y uno de ellos, que era intérprete de la ley, sabiendo que le estaría planteando una cuestión difícil, le preguntó cuál era el gran mandamiento de la ley (Mt 22:34-36).

Los fariseos, como celosos intérpretes de la ley, habían desarrollado una lista de 613 prescripciones, que incluía 365 prohibiciones y 248 obligaciones. Los fariseos se caracterizaban por cumplir los mandamientos de manera literal, y lo mismo demandaban de los demás, convirtiendo el cumplimiento de los mandamientos en algo difícil, pesado y casi imposible. Algunos rabinos tenían sus propias ideas acerca de cuáles eran los mandamientos principales de la ley y así lo enseñaban. ¿Qué contestaría Jesús?

Jesús enseña que hay un mandamiento que “el primero y grande” (v. 38) y otro que es “semejante” (v. 39). El primero es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (v. 37). Y el segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v. 39). Dice Jesús que “de estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas” (v. 40).

Jesús tomó su primer mandamiento del Shemá Israel, una de las principales plegarias de la religión judía, que los creyentes deben recitar dos veces por día, y que aparece en el Antiguo Testamento en Dt 6:4-5. Y el segundo lo tomó de Lv 19:18. Entre los eruditos judíos contemporáneos de Jesús había quienes ponían a cada una de las 615 prescripciones de la ley en pie de igualdad y a la par. En cambio había otros, como el intérprete de la ley del que nos habla Lc 10:27, que resumían la ley en el mandamiento de amar a Dios y amar al prójimo. Jesús, con su respuesta, se alinea con el segundo grupo de eruditos judíos. Pero hay también una diferencia. Jesús parece decir que la ley “se reduce” a la obligación de amar a Dios y al prójimo. Jesús no da por hecho que cada una de las prescripciones de la ley sea reflejo del doble mandamiento del amor, sino que parece insinuar que solamente son válidas las prescripciones que efectivamente sean reflejo del doble mandamiento del amor. Y esto era algo nuevo y sorprendente para los fariseos que fueron a interrogar a Jesús.

2. Amar a Dios

Dt 6:5, de donde Jesús toma su primer mandamiento, dice: “Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas.” El significado es que debemos amar a Dios con la integridad y totalidad de nuestro ser: nuestras emociones, nuestros pensamientos, e incluso nuestras fuerzas físicas. Cabe señalar, sin embargo, que en el enunciado del mandamiento que Mateo pone en boca de Jesús dice “mente” en lugar de “fuerzas.” El corazón era considerado como el asiento tanto de la voluntad como de la mente, y parecería que el evangelista Mateo añade la palabra “mente” para destacar y reforzar el carácter “consciente” del amor a Dios.

El amor a Dios nace del agradecimiento por todo lo que Dios es y ha hecho en nuestras vidas. El amor a Dios se demuestra dándole el primer lugar en nuestras vidas. Sabemos que necesitamos de Dios y de su gracia para vivir, y tenemos que tratar de vivir cada día entregándonos completamente en sus manos.

Nosotros amamos a Dios porque Dios nos amó primero (1 Jn 4:19). Dios nos demostró su amor poniendo su vida por nosotros y nosotras en Jesucristo (1 Jn 3:16). Porque como dice Jesús: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn 15:13).

Cabe preguntarnos cómo respondemos a ese gran amor de Dios. ¿Cómo podemos acercarnos a Dios?, y ¿qué podemos darle? Es la pregunta que también se hacía el profeta Miqueas: “¿Con qué me presentaré ante Jehová y adoraré al Dios altísimo?” (Mi 6:6). Y el mismo Miqueas se respondía: “Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios” (Mi 6:8). Lo que más le agrada a Dios no son los sacrificios ofrecidos como ofrenda según lo que determina la ley. Dice Samuel: “¿Acaso se complace Jehová tanto en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a las palabras de Jehová? Mejor es obedecer que sacrificar; prestar atención mejor es que la grasa de los carneros” (1 S 15:22).

Pero el cumplimiento de la ley de Dios no es solo vertical y personal; es también horizontal y comunitario. El amor a Dios se demuestra en el amor al hermano y a la hermana.

3. Amar al prójimo

Jesús afirma que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente es solo el primer mandamiento. Falta el segundo, que también debe cumplirse, el amor al prójimo. Si bien Jesús toma el mandamiento de amar al prójimo de Lv 19:18, tenemos que verlo en el contexto de Lv 19:13-18, donde se establece que el cumplimiento de este mandamiento se demostraba con acciones prácticas y cotidianas, como:

  • No oprimirle;
  • No robarle;
  • No retenerle el salario;
  • No maldecirle;
  • No cometer injusticia en los juicios;
  • No hablar chismes contra el prójimo;
  • No atentar contra la vida del prójimo;
  • No aborrecerle en el corazón;
  • Reprenderle cuando está cometiendo pecado;
  • No vengarse ni guardar rencor;
  • Amar al prójimo como a nosotros/as mismos/as.

El pueblo judío tenía muchas leyes humanitarias en favor de los pobres, los huérfanos, las viudas y los extranjeros (Ex 22:21-25). Dios les pedía que no engañaran ni angustiaran ni afligieran a estas personas, porque si ellas clamaran a Dios, Dios ciertamente oiría su clamor y actuaría en su favor. Con el pasar del tiempo el cumplimiento de estas leyes se dejó de lado, y en la práctica comenzó a entenderse al prójimo como otro judío. Los samaritanos, los publicanos, los pecadores, los enfermos, eran odiados y no eran considerados prójimos.

4. El doble mandamiento del amor debe ser cumplido hoy

El apóstol Pablo, siguiendo a Jesús, dice que “el cumplimiento de la Ley es el amor” (Ro 13:10). Juan, por su parte, en su primera carta, afirma: “Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios,’ pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Jn 4:20). No podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos si no amamos también a nuestro prójimo, a aquella persona que está a nuestro lado, a la que muchas veces discriminamos por ser diferente, por su clase social, su forma de pensar, su cultura, su forma de vivir y expresar su fe, etc.

El apóstol Juan también afirma en su primera carta que “el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4:8). Es como dice el canto popular: “Con vosotros está y no le conocéis.”1 Jesucristo está en la persona que sufre hambre, en la que está presa, en la que está enferma, y muchos/as pasamos de largo sin reconocer a Cristo en nuestro prójimo. Dios nos va a juzgar por todo eso.


Nota:

1 Véase http://musicatolica.ca/portal/node/429 (consultado: 26 de agosto, 2014). Esta canción es la número 517 en el Libro de Liturgia y Cántico desarrollado y recomendado para uso en la Iglesia Evangélica Luterana en América (Minneapolis: Augsburg Fortress, 1998).