Lectionary Commentaries for October 22, 2017
Vigésimo domingo después de Pentecostés

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Evangelio

Comentario del San Mateo 22:15-22

David Cortés-Fuentes

Cuestión de Lealtad

El pasaje de Mateo 22:15-22 es uno de los más complejos en lo que a su interpretación respecta. En el discurso popular es muy común escuchar la frase “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” como si con estas palabras Jesús hubiera legitimado el concepto de separación entre iglesia y estado. En otras ocasiones, la misma frase justifica la idea de una distinción entre esferas de responsabilidad ética: la esfera secular, por un lado, y la esfera espiritual por el otro. Sin embargo, esta interpretación popular corre el riesgo de citar un texto bíblico sin prestar atención a su contexto histórico y literario. Además, al acercarnos al texto no podemos ni debemos olvidar que también es esencial tomar en consideración nuestro contexto como comunidad lectora del pasaje. Tanto el estudio exegético del pasaje como la preparación para la proclamación homilética se benefician de este doble contexto del círculo hermenéutico. Por un lado, la exégesis nos ayuda a entender el texto en conversación con el Evangelio según San Mateo y su comunidad de fieles; por otro lado, tenemos que hacer el ejercicio interpretativo y contextualizador del mensaje bíblico para la comunidad que escucha la proclamación de la Palabra de Dios.

La trama del relato tiene una estructura narrativa bastante clara. La escena comienza con la descripción de las circunstancias: los fariseos querían hacerle decir a Jesús algo que les diera motivo para acusarlo; se confabulan con los herodianos precisamente para entramparlo (v. 15). La sección más larga del texto consiste en un diálogo entre Jesús y sus interlocutores alrededor de la pregunta en el v. 17: “¿Está permitido dar tributo a César, o no?” La escena concluye con la sorpresa y salida de los discípulos de los fariseos y los herodianos (v. 22).

La sección central presenta un dilema ético en forma de una narración concentrada. En primer lugar, la persona que lee es informada desde el comienzo de la intención maléfica de los fariseos y su confabulación con los herodianos. Los interlocutores de Jesús representan el doble aspecto religioso/político de la sociedad del tiempo de Jesús y la iglesia primitiva. Los fariseos eran los religiosos más ortodoxos, que odiaban tener que pagar el impuesto a un rey extranjero y lo consideraban como una ofensa al derecho de Dios. Los herodianos eran un grupo de simpatizantes del imperio romano que defendían la dinastía de Herodes el Grande. Sin embargo, en la historia no hay espacio para simpatías con estos personajes cuya intención es dañina. Los dos grupos, los fariseos que se caracterizaban por su distanciamiento y rechazo a la política imperial, y los herodianos, que eran colaboradores del imperio, se habían unido en confabulación para entrampar a Jesús. Jesús es abordado por un consorcio religioso-político cuya misión no es defender los valores auténticos de una espiritualidad saludable ni buscar el bienestar del pueblo por medio de la administración adecuada del poder, la autoridad y la justicia. Dado el juicio negativo sobre los personajes, la declaración del v. 16b (aunque sea correcta) está llena de adulación mal intencionada.

La pregunta de los aduladores (“¿Está permitido dar tributo a César, o no?”) tiene una carga político-religiosa para los judíos y los cristianos del primer siglo. Palestina era un territorio ocupado por el imperio romano. El denario era una moneda romana de plata; el salario mínimo por un día de trabajo. En esta ocasión, lo más seguro es que el texto se refiera al denario de Tiberio que, además de tener la imagen del emperador (“¿de quién es esta imagen?”), tenía una inscripción que decía: “Tiberio César, hijo del divino Augusto” (“¿y la inscripción?”) (v. 20). La respuesta final de Jesús (“Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”) en el v. 21 debe ser entendida como una crítica al sistema idolátrico imperial romano que concedía atributos divinos al emperador y esperaba la adoración y la fidelidad al sistema. Tanto la imagen en la moneda (que violaba el mandamiento contra las imágenes) como la inscripción estaban en conflicto con los valores fundamentales del judaísmo de la época. Así que las preguntas que hace Jesús apuntan mucho más allá de lo político o lo religioso; apuntan a que los y las creyentes reflexionen acerca de dónde ponen su lealtad última.

La instrucción y las preguntas de Jesús merecen consideración especial. En contraste con la mala intención de la pregunta de los discípulos de los fariseos y los herodianos, Jesús los confronta con el hecho de que en realidad ninguno de ellos tenía inconvenientes en dar a César lo que pertenecía sólo a Dios. Jesús no defendió el pago de impuestos a César; al contrario, llamó a reconocer el reclamo absoluto del reino de los cielos y su justicia. La respuesta de Jesús, lejos de ser una legitimación de la llamada separación de iglesia y estado o una instrucción sobre la responsabilidad cristiana de pagar impuestos y sostener un sistema político imperial, establece una antítesis entre la lealtad última a Dios y la servidumbre idolátrica a sistemas políticos y religiosos que se apartan de la justicia, la libertad y la realización humana de acuerdo a la voluntad de Dios. El verbo que en el v. 21 se traduce como “dad,” en el original griego es el aoristo imperativo Apodote que en realidad significa “devuelvan.” La moneda pertenecía al imperio y por eso Jesús quería que devolvieran a César lo que pertenecía a César. La adición de Jesús “y a Dios lo de Dios” (que no estaba prevista por la pregunta de los interlocutores) refleja el reto al cual tiene que responder la iglesia de hoy. Es una cuestión de lealtad última. La iglesia tiene la obligación, y la oportunidad, de responder a los reclamos políticos que les usurpan su lealtad a los altos valores de la fe cristiana y los reemplazan por el capricho y la arrogancia de líderes políticos y líderes religiosos que reclaman lealtad a sus intereses antes que a los del pueblo.

La escena termina con la respuesta de los fariseos y herodianos en el v. 22 a las palabras finales de Jesús. Sintiéndose “maravillados” o “sorprendidos” (ambas traducciones son posibles para el original ethaumasan), lo dejan y se van. Aquí el sermón tiene la oportunidad de invitar a la congregación a realizar un ejercicio de introspección crítica respecto de las actitudes y respuestas de Jesús. En lugar de avalar una dicotomía entre lo político y lo religioso, entre lo secular y lo espiritual, la iglesia está llamada a ser consecuente con su fe y a responder críticamente cuando el poder civil se aparte de las enseñanzas del evangelio o actúe de manera contraria a las mismas.