Los Extranjeros Son Bienvenidos: Jesús Hace Presente el Reino de Dios en Tiro, Sidón y la Decápolis
El evangelio para este domingo presenta dos gestos de Jesús realizados fuera de Israel: la liberación de una niña poseída por un espíritu impuro (vv. 24-30) y la sanación de un hombre sordomudo (vv. 31-37). El evangelista subraya el contraste entre estos dos episodios complementarios, que se siguen inmediatamente en el evangelio de Marcos. El primero es un encuentro que ocurre en el interior de una casa y que implica la presencia de dos personajes: Jesús, quien busca pasar inadvertido (v. 24), y una mujer sirofenicia que penetra el espacio doméstico, se echa a sus pies y le suplica que libere a su hija pequeña de la dominación demoníaca. Esta primera escena termina en el espacio también privado de la casa de la mujer, en la que reposa la niña liberada del poder del demonio (v. 30), mientras que la historia del hombre sordomudo comienza en un espacio público, en el momento en que Jesús atraviesa el territorio pagano de la Decápolis (v. 31). La escena implica no solo a Jesús y al hombre en cuestión, sino también a un grupo de personas que interceden por él (v. 32) y que, luego de la sanación, contra el mandato explícito de guardar silencio (v. 36), proclaman admirados el gesto que acaban de presenciar (vv. 36-37). Además de las diferencias en la gestión del espacio y de los personajes, estos episodios relatan dos gestos muy diferentes. En el primer caso, se trata de un exorcismo realizado a distancia, sin que medie ningún contacto directo entre la niña y Jesús, mientras que la sanación del sordomudo no solamente se realiza en presencia, sino que requiere contacto físico e incluso el uso de la saliva (v. 33).
La complementariedad de estas dos situaciones ejemplifica el alcance de la acción liberadora de Jesús en beneficio de las personas no judías. Sin embargo, un buen número de comentadores del evangelio de Marcos ponen en duda que Jesús haya tenido la intención expresa de hacerse conocer en territorio pagano o de extender su ministerio al exterior de las fronteras de Israel. Después de todo, no solamente a su llegada a Tiro quiere pasar inadvertido y que nadie descubra su presencia (v. 24), sino que parece también rechazar con una frase cortante la súplica de la madre no judía que intercede por su hija pequeña. Para algunos, la respuesta de Jesús se asimilaría a un insulto: “Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perros” (v. 27). Analizar estos interrogantes supone considerar en primer lugar el contexto del viaje de Jesús y, en segundo lugar, la lógica del episodio al interior del evangelio de Marcos.
¿Para qué Jesús Viaja a Tierra Extranjera?
El viaje de Jesús a Tiro, Sidón y la Decápolis no es un acto aislado, sino que debe ser entendido en el contexto de la instrucción sobre la pureza/impureza que lo precede (Mc 7:1-23). Jesús rechaza las prácticas legalistas de los fariseos (vv. 1-15) y enseña a la multitud que la impureza no viene de fuera, sino de dentro, del corazón del ser humano (v. 15). Cuando los discípulos lo interrogan en privado, él reitera su enseñanza: no hay nada exterior, físico, que pueda contaminar o hacer impuro (v. 18). Este principio se aplica no solamente a los alimentos, como concluye el narrador del evangelio (v. 19b), sino también a las personas. Si Jesús viaja inmediatamente al territorio de los paganos (v. 24), considerados impuros por sus vecinos judíos, es para manifestar concretamente este segundo aspecto de su instrucción. En otras palabras, con su presencia en tierra extranjera, Jesús demuestra no solamente que las personas no judías no son intrínsecamente impuras, sino también que su acción liberadora las incluye, que son bienvenidas y partícipes en el Reino de Dios.
De hecho, no es la primera vez que Jesús viaja a territorio extranjero y manifiesta allí las bendiciones del Reino. El encuentro con la mujer sirofenicia, la liberación de su hija y la sanación del hombre sordomudo deben interpretarse en relación con acciones previas de Jesús en la tierra de los gerasenos (Mc 5:1-20).1 El hecho de que liberara allí a un hombre atormentado por múltiples demonios (“Legión,” v. 9) y que lo enviara a proclamar a los suyos lo que el Señor había hecho por él (v. 19) significa que Jesús no evita que los paganos lo conozcan ni tiene la intención de que su misión los excluya. Al contrario, grande es el impacto de su paso por tierra gerasena, pues el hombre liberado de Legión “se fue y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él” (v. 20), convirtiéndose así en el primer apóstol y testigo de las bendiciones del Reino para los/as no judíos/as en la persona de Jesús. Ya antes de esto, la noticia del renombre de Jesús había llegado a Idumea, al otro lado del Jordán y a los alrededores de Tiro y de Sidón (Mc 3:8). Multitudes provenientes de estas regiones mayoritariamente paganas habían venido a él y habían recibido sanación y liberación (Mc 3:10-11). El hecho de que quisiera pasar inadvertido a su llegada a Tiro (Mc 7:24) debe interpretarse entonces en el contexto más amplio de estas acciones y encuentros previos, así como de su sistemático rechazo de un mero mesianismo de masas. Que Jesús huya del “mesianismo fácil,” alimentado por la efervescencia y la adulación de las multitudes, no debe causar sorpresa: adopta entre los paganos “la misma actitud que fue la suya desde el principio de su ministerio en Galilea.”2
Los Niños y los Perritos: Una Parábola en Diminutivos
Siguiendo la lógica de lo que precede, si Jesús manifiesta su intención de darse a conocer entre los paganos para hacerlos partícipes de la liberación del Reino de Dios, ¿por qué parece rechazar de manera tan ruda la súplica de esta madre sirofenicia que, echada a sus pies, intercede por su hija pequeña?
Un primer elemento de respuesta a esta pregunta se esboza en el empleo frecuente de diminutivos. Para ser precisos, ocho en total en un pasaje de solo siete versículos.3 Traducida de manera más exacta, la réplica de Jesús a la mujer sería: “Deja que los niños se satisfagan primero, pues no está bien tomar el pan de los niños y echarlo a los cachorros” (v. 27). Dos elementos son importantes aquí. En primer lugar, la comparación se centra en una cuestión de tiempo: los niños, o sea, los miembros de la familia (de Israel), deben saciarse antes que los cachorros, que en este caso representan a los no judíos. En otras palabras, los hijos de Israel tienen prioridad temporal en cuanto a la participación de las promesas del Reino de Dios. El segundo elemento que hay que tener en cuenta es que los judíos consideraban que los paganos eran impuros y, como tales, los comparaban con los perros.4 El uso de diminutivos suaviza en alguna medida esta imagen ofensiva que formaba parte de las interacciones entre Israel y las demás naciones. Y como lo hemos visto, Jesús viaja a territorio pagano inmediatamente después de rechazar precisamente la comprensión exterior de la pureza/impureza que justificaba la ecuación: no judío = perro. Si Jesús usa esta imagen, no es ciertamente para denigrar a la mujer que intercede por su pequeña, sino para decirle con una parábola que, para que los paganos reciban las bendiciones del Reino, los hijos de Israel deben ser saciados primero. En otras palabras, ella y su hija tendrán que esperar.
Contrariamente a los discípulos, que no comprenden el lenguaje a menudo metafórico de Jesús (Mc 7:17-19; 8:17-21), la mujer no solamente entiende, sino que replica expandiendo a su vez la parábola de los niños y los cachorros5: “Sí, Señor, pero aun los perritos debajo de la mesa comen las migajas de los pequeños” (v. 28 en mi traducción). O sea, los cachorros no esperan, sino que aprovechan lo que cae de la mesa al mismo tiempo que los niños se sacian de pan. Con esta respuesta, la mujer parecería subvertir la objeción de Jesús y casi forzarlo a realizar el milagro a favor de su hija. Pero, ¿es éste el caso?
Para responder esta pregunta, conviene situar la objeción de Jesús en el contexto más amplio del evangelio: si había manifestado—y seguirá manifestando (Mc 7:31–8:10)—su intención de darse a conocer entre los paganos para hacerlos partícipes de la liberación del Reino de Dios, ¿por qué parece hacer esperar a esta mujer, como si estuviera poniéndola a prueba? ¿Por qué no responde su súplica de inmediato? De hecho, la sirofenicia no es el único personaje en espera de un milagro cuya fe es puesta a prueba en el evangelio de Marcos.6 Como otros, ella tiene que superar un obstáculo que “retarda” de alguna manera aquello que espera y que la hace revelar al mismo tiempo la profundidad de su fe. En lugar de creerse objeto de un desdén y ofenderse o sucumbir al desaliento, ella dialoga con Jesús y expresa la confianza que la anima. En lugar de dudar o de sentirse excluida, revela que busca recibir la abundancia desbordante de las bendiciones del Reino, que él dispensa. Así, la imagen que igualaba los paganos a los perros es radicalmente subvertida, pues ella sirve aquí para exaltar, no para denigrar. No solamente esta mujer pagana no es impura, sino que de su interior brota una palabra enraizada en la fe que purifica a su niña del mal que la aquejaba, pues lo que cuenta es lo que viene de dentro, del corazón del ser humano, como lo había enseñado Jesús: “Por causa de esta palabra, vete; el demonio [impuro] ha salido de tu hija” (v. 29).
Tomando en cuenta el profundo impacto de la afirmación de la mujer sirofenicia, cabe preguntarnos: ¿Qué comunicamos? ¿Qué efecto tienen nuestras palabras en los demás? Y también, ¿cuál es la calidad de nuestra fe cuando parece que el Señor nos pone a prueba?
Ciertamente, las acciones en beneficio de los paganos no le quitan nada a Israel, pues las bendiciones del Reino sobreabundan.7 La sanación del sordomudo, ocurrida en la Decápolis y narrada inmediatamente después de la liberación de la niña, confirma que las personas extranjeras son definitivamente bienvenidas en el Reino de Dios, no solo como sus beneficiarias sino también como sus testigos (vv. 36-37).
Notas:
1. Al decir “gerasenos” en lugar de “gadarenos,” me aparto aquí de la versión Reina Valera 1995 para privilegiar en su lugar el texto griego del evangelio establecido por Nestle-Aland (Novum Testamentum Graece, edición 28), que justamente menciona a los “gerasenos” en Marcos 5. Dicho texto está disponible en línea
2. Jean-Noël Aletti, “Analyse narrative de Mc 7,24-30: Difficultés et propositions,” Biblica 93-3 (2012), 364. Mi traducción libre.
3. David Rhoads, “Jesus and the Syrophoenician Woman in Mark: A Narrative-Critical Study,” Journal Academy of Religion 62-2 (1994), 366: “[…] ‘hijita’ ocurre una vez, ‘perritos’ ocurre dos veces, ‘migajas’ una vez, y ‘pequeños’ dos veces. Además, el término ‘demonio,’ usado en dos ocasiones, es en sí mismo un diminutivo, de modo que el espíritu impuro es presentado como ‘un pequeño demonio.’” Rhoads considera que la masiva presencia de diminutivos en este episodio subraya el tema de la pequeñez (least-ness), que encarna la mujer sirofenicia que “se humilla a sí misma en favor de su hija” (367). Mi traducción libre.
4. Estos animales eran considerados impuros porque comían todo tipo de restos e incluso carroña.
5. Rhoads, “Jesus and the Syrophoenician,” 357-358.
6. Ella pertenece a un tipo de personaje que los exégetas denominan “suplicantes con fe.” Como lo explica Rhoads en “Jesus and the Syrophoenician,” 350: “La persona suplicante supera un obstáculo para lograr que su pedido sea atendido: el enfermo de lepra supera la posible negativa de Jesús a tocarlo (1:40); las personas que traen un paralítico a Jesús deben hacer una abertura en el techo a causa de la multitud que les impedía acercarse (2:4); Jairo se sobrepone a la noticia de que su hija aparentemente había muerto (5:35-36); la mujer que padecía de flujo de sangre llega a Jesús a pesar de su condición de impureza (5:27); el hombre que trae a Jesús el hijo con el espíritu mudo conserva la fe a pesar del fracaso inicial de los discípulos (9:18); y Bartimeo logra llamar la atención de Jesús a pesar de los esfuerzos de muchos para silenciar sus súplicas (10:48). De esta manera, las personas suplicantes encarnan la persistencia en la fe.” Mi traducción libre.
7. ¿Acaso no se habían recogido doce canastas de restos luego de que la multitud de los hijos y las hijas de Israel comieran en el desierto (Mc 6:33-35) hasta saciarse (Mc 6:42-44)? Notemos que la referencia al pan, tanto en el discurso de Jesús como en el de la mujer sirofenicia, no es anodina: todos (judíos y no judíos = los “niños” y los “cachorros”) reciben el mismo alimento. Muy pronto (Mc 8:1-10) la multitud que vendrá a Jesús en otro desierto, en el territorio pagano de la Decápolis, se saciará también de pan.
Los Extranjeros Son Bienvenidos: Jesús Hace Presente el Reino de Dios en Tiro, Sidón y la Decápolis
El evangelio para este domingo presenta dos gestos de Jesús realizados fuera de Israel: la liberación de una niña poseída por un espíritu impuro (vv. 24-30) y la sanación de un hombre sordomudo (vv. 31-37). El evangelista subraya el contraste entre estos dos episodios complementarios, que se siguen inmediatamente en el evangelio de Marcos. El primero es un encuentro que ocurre en el interior de una casa y que implica la presencia de dos personajes: Jesús, quien busca pasar inadvertido (v. 24), y una mujer sirofenicia que penetra el espacio doméstico, se echa a sus pies y le suplica que libere a su hija pequeña de la dominación demoníaca. Esta primera escena termina en el espacio también privado de la casa de la mujer, en la que reposa la niña liberada del poder del demonio (v. 30), mientras que la historia del hombre sordomudo comienza en un espacio público, en el momento en que Jesús atraviesa el territorio pagano de la Decápolis (v. 31). La escena implica no solo a Jesús y al hombre en cuestión, sino también a un grupo de personas que interceden por él (v. 32) y que, luego de la sanación, contra el mandato explícito de guardar silencio (v. 36), proclaman admirados el gesto que acaban de presenciar (vv. 36-37). Además de las diferencias en la gestión del espacio y de los personajes, estos episodios relatan dos gestos muy diferentes. En el primer caso, se trata de un exorcismo realizado a distancia, sin que medie ningún contacto directo entre la niña y Jesús, mientras que la sanación del sordomudo no solamente se realiza en presencia, sino que requiere contacto físico e incluso el uso de la saliva (v. 33).
La complementariedad de estas dos situaciones ejemplifica el alcance de la acción liberadora de Jesús en beneficio de las personas no judías. Sin embargo, un buen número de comentadores del evangelio de Marcos ponen en duda que Jesús haya tenido la intención expresa de hacerse conocer en territorio pagano o de extender su ministerio al exterior de las fronteras de Israel. Después de todo, no solamente a su llegada a Tiro quiere pasar inadvertido y que nadie descubra su presencia (v. 24), sino que parece también rechazar con una frase cortante la súplica de la madre no judía que intercede por su hija pequeña. Para algunos, la respuesta de Jesús se asimilaría a un insulto: “Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perros” (v. 27). Analizar estos interrogantes supone considerar en primer lugar el contexto del viaje de Jesús y, en segundo lugar, la lógica del episodio al interior del evangelio de Marcos.
¿Para qué Jesús Viaja a Tierra Extranjera?
El viaje de Jesús a Tiro, Sidón y la Decápolis no es un acto aislado, sino que debe ser entendido en el contexto de la instrucción sobre la pureza/impureza que lo precede (Mc 7:1-23). Jesús rechaza las prácticas legalistas de los fariseos (vv. 1-15) y enseña a la multitud que la impureza no viene de fuera, sino de dentro, del corazón del ser humano (v. 15). Cuando los discípulos lo interrogan en privado, él reitera su enseñanza: no hay nada exterior, físico, que pueda contaminar o hacer impuro (v. 18). Este principio se aplica no solamente a los alimentos, como concluye el narrador del evangelio (v. 19b), sino también a las personas. Si Jesús viaja inmediatamente al territorio de los paganos (v. 24), considerados impuros por sus vecinos judíos, es para manifestar concretamente este segundo aspecto de su instrucción. En otras palabras, con su presencia en tierra extranjera, Jesús demuestra no solamente que las personas no judías no son intrínsecamente impuras, sino también que su acción liberadora las incluye, que son bienvenidas y partícipes en el Reino de Dios.
De hecho, no es la primera vez que Jesús viaja a territorio extranjero y manifiesta allí las bendiciones del Reino. El encuentro con la mujer sirofenicia, la liberación de su hija y la sanación del hombre sordomudo deben interpretarse en relación con acciones previas de Jesús en la tierra de los gerasenos (Mc 5:1-20).1 El hecho de que liberara allí a un hombre atormentado por múltiples demonios (“Legión,” v. 9) y que lo enviara a proclamar a los suyos lo que el Señor había hecho por él (v. 19) significa que Jesús no evita que los paganos lo conozcan ni tiene la intención de que su misión los excluya. Al contrario, grande es el impacto de su paso por tierra gerasena, pues el hombre liberado de Legión “se fue y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él” (v. 20), convirtiéndose así en el primer apóstol y testigo de las bendiciones del Reino para los/as no judíos/as en la persona de Jesús. Ya antes de esto, la noticia del renombre de Jesús había llegado a Idumea, al otro lado del Jordán y a los alrededores de Tiro y de Sidón (Mc 3:8). Multitudes provenientes de estas regiones mayoritariamente paganas habían venido a él y habían recibido sanación y liberación (Mc 3:10-11). El hecho de que quisiera pasar inadvertido a su llegada a Tiro (Mc 7:24) debe interpretarse entonces en el contexto más amplio de estas acciones y encuentros previos, así como de su sistemático rechazo de un mero mesianismo de masas. Que Jesús huya del “mesianismo fácil,” alimentado por la efervescencia y la adulación de las multitudes, no debe causar sorpresa: adopta entre los paganos “la misma actitud que fue la suya desde el principio de su ministerio en Galilea.”2
Los Niños y los Perritos: Una Parábola en Diminutivos
Siguiendo la lógica de lo que precede, si Jesús manifiesta su intención de darse a conocer entre los paganos para hacerlos partícipes de la liberación del Reino de Dios, ¿por qué parece rechazar de manera tan ruda la súplica de esta madre sirofenicia que, echada a sus pies, intercede por su hija pequeña?
Un primer elemento de respuesta a esta pregunta se esboza en el empleo frecuente de diminutivos. Para ser precisos, ocho en total en un pasaje de solo siete versículos.3 Traducida de manera más exacta, la réplica de Jesús a la mujer sería: “Deja que los niños se satisfagan primero, pues no está bien tomar el pan de los niños y echarlo a los cachorros” (v. 27). Dos elementos son importantes aquí. En primer lugar, la comparación se centra en una cuestión de tiempo: los niños, o sea, los miembros de la familia (de Israel), deben saciarse antes que los cachorros, que en este caso representan a los no judíos. En otras palabras, los hijos de Israel tienen prioridad temporal en cuanto a la participación de las promesas del Reino de Dios. El segundo elemento que hay que tener en cuenta es que los judíos consideraban que los paganos eran impuros y, como tales, los comparaban con los perros.4 El uso de diminutivos suaviza en alguna medida esta imagen ofensiva que formaba parte de las interacciones entre Israel y las demás naciones. Y como lo hemos visto, Jesús viaja a territorio pagano inmediatamente después de rechazar precisamente la comprensión exterior de la pureza/impureza que justificaba la ecuación: no judío = perro. Si Jesús usa esta imagen, no es ciertamente para denigrar a la mujer que intercede por su pequeña, sino para decirle con una parábola que, para que los paganos reciban las bendiciones del Reino, los hijos de Israel deben ser saciados primero. En otras palabras, ella y su hija tendrán que esperar.
Contrariamente a los discípulos, que no comprenden el lenguaje a menudo metafórico de Jesús (Mc 7:17-19; 8:17-21), la mujer no solamente entiende, sino que replica expandiendo a su vez la parábola de los niños y los cachorros5: “Sí, Señor, pero aun los perritos debajo de la mesa comen las migajas de los pequeños” (v. 28 en mi traducción). O sea, los cachorros no esperan, sino que aprovechan lo que cae de la mesa al mismo tiempo que los niños se sacian de pan. Con esta respuesta, la mujer parecería subvertir la objeción de Jesús y casi forzarlo a realizar el milagro a favor de su hija. Pero, ¿es éste el caso?
Para responder esta pregunta, conviene situar la objeción de Jesús en el contexto más amplio del evangelio: si había manifestado—y seguirá manifestando (Mc 7:31–8:10)—su intención de darse a conocer entre los paganos para hacerlos partícipes de la liberación del Reino de Dios, ¿por qué parece hacer esperar a esta mujer, como si estuviera poniéndola a prueba? ¿Por qué no responde su súplica de inmediato? De hecho, la sirofenicia no es el único personaje en espera de un milagro cuya fe es puesta a prueba en el evangelio de Marcos.6 Como otros, ella tiene que superar un obstáculo que “retarda” de alguna manera aquello que espera y que la hace revelar al mismo tiempo la profundidad de su fe. En lugar de creerse objeto de un desdén y ofenderse o sucumbir al desaliento, ella dialoga con Jesús y expresa la confianza que la anima. En lugar de dudar o de sentirse excluida, revela que busca recibir la abundancia desbordante de las bendiciones del Reino, que él dispensa. Así, la imagen que igualaba los paganos a los perros es radicalmente subvertida, pues ella sirve aquí para exaltar, no para denigrar. No solamente esta mujer pagana no es impura, sino que de su interior brota una palabra enraizada en la fe que purifica a su niña del mal que la aquejaba, pues lo que cuenta es lo que viene de dentro, del corazón del ser humano, como lo había enseñado Jesús: “Por causa de esta palabra, vete; el demonio [impuro] ha salido de tu hija” (v. 29).
Tomando en cuenta el profundo impacto de la afirmación de la mujer sirofenicia, cabe preguntarnos: ¿Qué comunicamos? ¿Qué efecto tienen nuestras palabras en los demás? Y también, ¿cuál es la calidad de nuestra fe cuando parece que el Señor nos pone a prueba?
Ciertamente, las acciones en beneficio de los paganos no le quitan nada a Israel, pues las bendiciones del Reino sobreabundan.7 La sanación del sordomudo, ocurrida en la Decápolis y narrada inmediatamente después de la liberación de la niña, confirma que las personas extranjeras son definitivamente bienvenidas en el Reino de Dios, no solo como sus beneficiarias sino también como sus testigos (vv. 36-37).
Notas:
1. Al decir “gerasenos” en lugar de “gadarenos,” me aparto aquí de la versión Reina Valera 1995 para privilegiar en su lugar el texto griego del evangelio establecido por Nestle-Aland (Novum Testamentum Graece, edición 28), que justamente menciona a los “gerasenos” en Marcos 5. Dicho texto está disponible en línea
2. Jean-Noël Aletti, “Analyse narrative de Mc 7,24-30: Difficultés et propositions,” Biblica 93-3 (2012), 364. Mi traducción libre.
3. David Rhoads, “Jesus and the Syrophoenician Woman in Mark: A Narrative-Critical Study,” Journal Academy of Religion 62-2 (1994), 366: “[…] ‘hijita’ ocurre una vez, ‘perritos’ ocurre dos veces, ‘migajas’ una vez, y ‘pequeños’ dos veces. Además, el término ‘demonio,’ usado en dos ocasiones, es en sí mismo un diminutivo, de modo que el espíritu impuro es presentado como ‘un pequeño demonio.’” Rhoads considera que la masiva presencia de diminutivos en este episodio subraya el tema de la pequeñez (least-ness), que encarna la mujer sirofenicia que “se humilla a sí misma en favor de su hija” (367). Mi traducción libre.
4. Estos animales eran considerados impuros porque comían todo tipo de restos e incluso carroña.
5. Rhoads, “Jesus and the Syrophoenician,” 357-358.
6. Ella pertenece a un tipo de personaje que los exégetas denominan “suplicantes con fe.” Como lo explica Rhoads en “Jesus and the Syrophoenician,” 350: “La persona suplicante supera un obstáculo para lograr que su pedido sea atendido: el enfermo de lepra supera la posible negativa de Jesús a tocarlo (1:40); las personas que traen un paralítico a Jesús deben hacer una abertura en el techo a causa de la multitud que les impedía acercarse (2:4); Jairo se sobrepone a la noticia de que su hija aparentemente había muerto (5:35-36); la mujer que padecía de flujo de sangre llega a Jesús a pesar de su condición de impureza (5:27); el hombre que trae a Jesús el hijo con el espíritu mudo conserva la fe a pesar del fracaso inicial de los discípulos (9:18); y Bartimeo logra llamar la atención de Jesús a pesar de los esfuerzos de muchos para silenciar sus súplicas (10:48). De esta manera, las personas suplicantes encarnan la persistencia en la fe.” Mi traducción libre.
7. ¿Acaso no se habían recogido doce canastas de restos luego de que la multitud de los hijos y las hijas de Israel comieran en el desierto (Mc 6:33-35) hasta saciarse (Mc 6:42-44)? Notemos que la referencia al pan, tanto en el discurso de Jesús como en el de la mujer sirofenicia, no es anodina: todos (judíos y no judíos = los “niños” y los “cachorros”) reciben el mismo alimento. Muy pronto (Mc 8:1-10) la multitud que vendrá a Jesús en otro desierto, en el territorio pagano de la Decápolis, se saciará también de pan.