Lectionary Commentaries for March 29, 2018
Maundy Thursday

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Evangelio

Comentario del San Juan 13:1-17, 31b-35

Timothy J. Sandoval

“¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ‘¡Tu Dios reina!’” (Is 52:7).1

¡No todos los pies son tan hermosos como los del mensajero de buenas nuevas a quien ensalza Isaías! Todos hemos visto algunos y sabemos que es verdad. Los pies pueden estar malolientes, sucios, nudosos, como seguramente lo estaban la mayoría de los pies de los discípulos que Jesús lavó en ese primer Jueves Santo que narra Juan 13.

Sorprendidos/as por Jesús

Muchos/as de nosotros/as conocemos bien la historia y tal vez por esa razón nos hemos vuelto algo inmunes al carácter audaz de la acción de Jesús. No reconocemos completamente el hecho asombroso de que el “Hijo de Dios,” uno de los títulos preferidos con que el Jesús de Juan se define a sí mismo, se dignara a lavar los pies de sus propios discípulos humanos, y no al revés. De hecho, como lo deja claro el v. 3, Jesús está plenamente consciente de su estado y autoridad. Él sabe que “el Padre le había dado todas las cosas en las manos.” Sin embargo, el maestro, el líder de un pequeño grupo de discípulos, asume el papel de servidor. Se levanta de la mesa, se quita la túnica exterior, se ata una toalla, saca agua y lava y seca los pies de sus seguidores.

Mucha doctrina puede derivarse del pasaje. En las acción de Jesús y las protestas de Pedro pueden encontrarse referencias al bautismo y símbolos de su muerte y de la salvación que ofrece. Los/as predicadores/as pueden explorar las implicancias que ello tiene. Pero en el Jueves Santo es igualmente importante proclamar la virtud cristiana central del servicio humilde y el amor a los demás.

Una Pregunta Curiosa

Después de lavarles los pies, Jesús volvió a la mesa y les hizo a sus seguidores una pregunta notable: “¿Sabéis lo que os he hecho?” (13:12). En cierto modo, la respuesta a la pregunta era obvia. Los discípulos seguramente sabían lo que Jesús había hecho. Él les había lavado los pies. El “Maestro,” como Jesús se llama a sí mismo en la siguiente línea (v. 13), estaba buscando, por supuesto, darles una lección más amplia. Él no solo les había lavado los pies, sino que les había ofrecido un ejemplo de cómo debían vivir juntos/as. Como dice Jesús en el v. 15, los discípulos debían hacer unos para con los otros “como yo os he hecho.”

Sin embargo, es probable que haya aún más en la pregunta de Jesús. No les había preguntado, después de todo, si entendían lo que acababa de hacer, o si entendían la lección que estaba tratando de enseñarles. No, lo que les preguntó fue si sabían lo que les había hecho. ¿Qué había hecho Jesús? Una respuesta es que con su acción concreta sobre los mismos cuerpos de sus seguidores—sus pies sucios, malolientes y retorcidos—Jesús había inaugurado el papel central que la virtud del amor y servicio humilde y afectuoso debía tener en las comunidades que se reunirían en su nombre después de que fuera crucificado y hubiera resucitado. No sólo les había enseñado algo con palabras. El ejemplo que les dio no fue sólo una anécdota inteligente. Más bien a través de aquella acción humilde y generosa de su cuerpo real en sus cuerpos reales, les hizo algo.

Una Nueva Constitución

A través de su acción, Jesús constituyó a los discípulos como una comunidad, su comunidad. El servicio humilde y amoroso que encarna el lavado de pies establece una especie de constitución comunitaria—un principio fundamental que sienta un precedente—para los/as cristianos/as. Esto es lo que también queda evidenciado en las palabras de Jesús más adelante en Juan 13. Los/as seguidores/as de Jesús, leemos en los vv. 34-35, deben amarse unos a otros: “como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.” Esto no es un mero consejo; no es una recomendación simple ni la esperanza de que los discípulos vivieran de una determinada manera. Por el contrario, al igual que las leyes dadas a Moisés en el Sinaí, que de una manera muy real sentaron las bases de la constitución del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, Jesús dice que sus palabras constituían “un mandamiento nuevo” (v. 34).

¿Sabemos lo que Jesús nos ha hecho a nosotros/as? Esta es una pregunta muy profunda que los/as predicadores/as de Juan 13 podrían explorar con sus congregaciones. Tiene que ver con el carácter de nuestras comunidades y la naturaleza de las virtudes por las que vivimos.

La constitución que Jesús le dio a la comunidad cristiana en torno de la entrega de uno mismo, el amor y el servicio humilde es, hoy en día, una notable visión moral contracultural. Con esta visión estamos muy lejos de las estrategias de liderazgo del mundo corporativo, diseñadas para mejorar la productividad y el estatus del “líder efectivo” que sabe cómo manejar a los demás y, cuando es necesario, pasarles por encima. Estamos aún más lejos del egoísmo de la ideología económica capitalista y de las tempestuosas búsquedas de poder, ventaja y dominación tan bien conocidas en el ámbito de la política que aparecen en los titulares que leemos todos los días. La forma de seguir a Jesús es diferente.

Ver Hermosos Pies

“¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ‘¡Tu Dios reina!’”

Podríamos pensar que la proclamación de las buenas nuevas de paz, salvación y reino divino es tan bella y magnífica que se irradia a través del propio mensajero de Isaías, renovando poéticamente la belleza de toda su apariencia, incluyendo la de sus pies. En el Jueves Santo, Jesús nos enseña que la belleza de los pies sucios, malolientes y nudosos de nuestras hermanas y hermanos se puede ver a través del servicio humilde y amoroso a los demás. Se puede ver al lavarlos.


Nota:

1. Este mismo comentario puede leerse en inglés aquí.