Lectionary Commentaries for March 15, 2020
Third Sunday in Lent (Year A)

from WorkingPreacher.org


Evangelio

Comentario del San Juan 4:5-42

Pablo Manuel Ferrer

Una cuestión de escenarios

La escena con la mujer samaritana está fuertemente sostenida por la escenografía que se despliega en el relato. Dicha escenografía está dividida en dos. En primer lugar, la escena se desarrolla en los vv. 1-26 de Juan 4. Luego hay un cambio cuando llegan los discípulos desde los vv. 27 al 38. El acto final con su escenario se desarrolla en los vv. 39 al 42.

Veamos cómo estas escenas son marcadas por los escenarios.

Primer acto: La sed (vv. 1-26)

Este primer acto tiene un elemento que es el agua el cual se muestra en cierta forma (vv. 1 y 2 con el agua del bautismo) pero luego aparece como algo no visible, oculto, una faltante (vv. 7ss. en el pedido de agua de Jesús).

Este elemento, a la vez, se encuentra en un escenario que empieza a ser mostrado en el v. 3 con las referencias a Judea y Galilea y en el v. 4 con la referencia a Samaria. El escenario irá haciendo foco poco a poco: de lo más extenso (Samaria) a lo más pequeño (la ciudad de Samaria: Sicar). Luego, dentro de esa ciudad, una porción de la misma mencionada como “la heredad que Jacob dio a su hijo José” (v. 5). Pero el foco luego se acercará mucho más a un elemento de la escena: “el pozo de Jacob” (v. 6).

Los personajes están marcados por estos elementos del escenario. Jesús se sienta junto al pozo (v. 6), luego entra la mujer (v. 7) que es relacionada completamente con el escenario anterior, “una mujer de Samaria.” De hecho, no se menciona su nombre. Su única identidad está dada por la pertenencia geográfica.

A partir de entonces, en el pozo es donde los personajes pondrán en juego sus vinculaciones con el escenario. La mujer destaca la relación de pertenencia geográfica en el v. 9 y luego la retomará en el v. 20. A estas pertenencias geográficas hay que decir que se “adhieren” las historias de patriarcas que siguen viviendo en ellas como esperanzas, como memorias.

Estas relaciones geográficas de los personajes con sus historias y memorias están fuertemente marcadas por algo que falta: el agua. El agua nunca aparece en escena. El agua es un elemento de este acto que sólo es nombrado; es esperado, es soñado, es prometido. Pero no está visible. La idea del pozo se vuelve sumamente interesante entonces. La figura de Jesús junto al pozo, también.

Segundo acto: El hambre (vv. 27-38)

Este acto tiene un escenario en segunda línea (vv. 28-30) donde se puede ver a la mujer hablando con los de su ciudad en otro plano. La mujer se instala en otro escenario (ciudad y personas de esa ciudad) y puede ser interesante leerlo en diálogo con el escenario siguiente en la narración (pozo, Jesús y discípulos).

De hecho, la narración de la mujer en la ciudad es interrumpida por un nuevo faltante: la comida. Desde el v. 31 esto es un tema (ya se anticipó en el v. 8) y será la preocupación de los discípulos. Como el acto anterior mostró la sed como una preocupación, ahora lo será el hambre.

El escenario acá es relatado por Jesús. Es un escenario que aparece a partir de la narración de uno de los personajes: Jesús. Es un escenario agrícola (vv. 35-38), un escenario de trabajo en donde parece que todavía no hay cosecha, sino siembra (de otros) y cosecha futura/cercana (de los discípulos).

En definitiva, hay una fuerte semejanza entre este acto y el anterior. Lo vitales que son el agua y la comida que no están. Se encuentran como faltantes en el relato. Los personajes lo sienten.

En ambos casos, ese faltante produce una reflexión sobre la posibilidad o no de tenerlo. Entonces acuden a la memoria histórica del pueblo en donde la sed y el hambre fueron saciados: Jacob y el pozo o bien los otros que sembraron en el caso del relato de Jesús.

Tercer acto: La invitación (vv. 39-42)

El tercer acto comienza como el primero, ubicando la escena: Samaria, “aquella ciudad” (v. 39). En ese escenario los personajes creen. Creen por la palabra de la mujer. Esto los mueve a un nuevo escenario que no es otro que el pozo (en el relato este está supuesto) donde estaba Jesús.

En este lugar entonces se produce la invitación. El creer de los samaritanos es seguido por el cuidado de quien tiene hambre y sed. Lo invitan a quedarse en Samaria. Lo hospedan (suponemos, claro, aunque el texto no lo dice, que también son invitados los discípulos).

Se multiplican quienes creen en Jesús (v. 41) y estos tienen palabras (v. 42) que interesantemente se parecen mucho al final agregado de Juan (21:24) y 1 Juan (1:1-3) con esa primera persona del plural asumiendo una confesión de fe. De hecho, tenemos aquí la primera confesión de fe en el evangelio de Juan. Está en boca de una comunidad y una comunidad de Samaria.

Reflexión

Me parece importante remarcar tres temas cuando los lugares geográficos se entremezclan con las tradiciones y con la posibilidad de conversión, seguimiento y vida.

Primero, la fe que vive en las diversas religiosidades étnicas de nuestro mundo es algo que muchas veces nos cuesta comprender. Esto en definitiva podrá tener diferentes formas en diferentes lugares, claro. En un mundo donde las migraciones son cada vez mayores tenemos que poder reconocer, trabajar y disfrutar este tema.

Segundo, me parece sumamente significativo que todo termine con el cuidado de quien tiene hambre y sed. Esto me parece que hay que sostenerlo ante lecturas más espiritualistas del evangelio según Juan. La fe de los samaritanos produce una invitación, una hospitalidad a quien estaba de paso.

Finalmente, la cuestión de la comida y el agua están presentes en este relato como en nuestro mundo. Hay faltantes de agua y comida tanto en el relato como en nuestro tiempo. Hoy no podemos tratar este pasaje sin relacionarlo con la cuestión ecológica. Es todo un llamado a pensar en la escasez de alimentos y agua por la terrible ambición de unos pocos en deterioro de enormes cantidades de seres humanos.