¿A quién debo escuchar? ¿Cómo puedo distinguir la voz de Jesús en la cacofonía de voces en mi mundo?
Este es el dilema que enfrenta toda persona cristiana, ahora y en la época de la comunidad a la cual se dirige el evangelio de Juan. Lo más probable es que en el mundo de la comunidad de Juan existieran muchos grupos que se llamaban cristianos, pero que, de una u otra manera, no se encontraban unidos en su fe. El apóstol Pablo habla de este tipo de riñas desde el comienzo de la iglesia:
… he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: ‘Yo soy de Pablo,’ ‘Yo, de Apolos,’ ‘Yo, de Cefas,’ o ‘Yo, de Cristo.’ ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Co 1:11-13).
Los evangelios sinópticos hablan de la unidad en la comunidad del reino de los cielos. Pero Juan enfatiza la unidad como una relación personal con Cristo. 1 Juan 2:24-27 también exhorta a sus lectores/as a que permanezcan en Cristo, a que mantengan la unidad. ¿Qué principios de discernimiento propone este evangelio a sus lectores/as?
Para comprender el evangelio de Juan, hay que conocer su mundo social. La comunidad de Juan se encontraba como una minoría dentro de otra minoría. El mundo del primer siglo, dominado por la mentalidad helenista, se oponía al mundo judío de su tiempo. Los gentiles creían en la existencia de múltiples dioses, muchos de ellos encargados de áreas específicas de la vida cotidiana. Los greco-romanos también deificaban las virtudes o ideas abstractas como la salvación (Salus), la libertad (Libertas), o el destino (Moira). En este mundo, el monoteísmo de los judíos era una anomalía. Así pues, la nueva fe cristiana, con sus raíces en el judaísmo, era una minoría dentro de otra. ¿Qué sucede entre culturas en esta situación? La sociedad dominante etiqueta a las personas pertenecientes a minorías como inconformes o desviadas:
Como desviados, a menudo sufren una disminución pública diaria y progresiva de su capacidad para actuar como personas adultas. Se restringen sus movimientos y decisiones. En casos extremos, los funcionarios de la sociedad (dominante) evalúan públicamente a los inconformes en términos de un sistema moral que socialmente niega que sean capaces de ser agentes genuinos en su propio nombre. Para usar términos contemporáneos, se declara que no son personas.1
En el año 64 de nuestra era, el historiador romano Tácito describe las acciones del emperador Nerón quien “infligió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, llamada cristianos por la población.”2 Esta percepción general de los/as cristianos/as impulsa a la comunidad de Juan a crear una sociedad alternativa, con su propio lenguaje o anti-lenguaje. Esta sociedad alternativa fue creada por personas que sufrieron este tipo de despersonalización sancionada por la sociedad dominante.3
En el caso de Juan, el documento apunta a una audiencia compuesta por individuos que emergieron y se opusieron a la sociedad y los grupos que competían contra ellos. En términos concretos, los grupos más grandes, a los que se opone la colectividad de Juan, incluyen “este mundo” … y “los judíos” … Estos grupos se niegan rotundamente a creer en Jesús como el Mesías de Israel, y por eso el grupo de Juan se opone a ellos.4
En la escena anterior a esta lectura, en el capítulo 9 de Juan, vemos a un grupo opositor, los fariseos, tratando de imponer límites para crear una sociedad alternativa basada en el respeto del sábado. Como vimos anteriormente en la carta de Pablo, este impulso de separar a los verdaderos de los falsos miembros de un grupo también se suscita entre los grupos que seguían a Cristo. En esta situación, la comunidad de Juan usa imágenes del mundo del pastoreo para unir y animar a sus miembros.
Pastor, ovejas, redil… ¿qué pautas de discernimiento propone Juan con estas imágenes tomadas del mundo cotidiano de su época? El mundo del pastoreo resuena a través del Nuevo y el Antiguo Testamento. Escuchamos su uso positivo en el Salmo 23, cuando describe a Dios: “El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará…” (vv. 1-2) Pero su uso negativo, al describir a los líderes de Israel, también es conocido: “Muchos pastores han destruido mi viña, han pisoteado mi heredad, han convertido en desierto y soledad mi heredad preciosa” (Jer 12:10). Aunque muchos reyes en el mundo del Cercano Oriente habían tomado la imagen benigna del pastor para presentarse a sí mismos como líderes compasivos de sus pueblos, esta no era la tradición en el mundo de Juan. Los pastores eran nómades, sin propiedad, y pasaban penas y penurias para ganarse la vida. Muy pocos tenían tierras y, por lo tanto, no podían ofrecer seguridad a sus familias. Como la comunidad que recibe el evangelio, el pastor existía en la periferia de la sociedad. Este es el contexto social para la imagen del pastor, pero, ¿cómo usa Juan esta imagen para crear un anti-lenguaje que anima y une a su comunidad?
El redil era un espacio cerrado, como una cueva, o un área encerrada por paredes, con una sola entrada, para facilitar la defensa de los animales. Los animales no solamente alimentaban a los humanos, sino que también proporcionaban “artículos almacenables y valiosos, como leche, lana o cabello que podía hilarse en textiles,”5 lo que aumentaba su valor económico. Al anochecer, los pastores encerraban a sus rebaños para protegerlos de depredadores, ya fueran animales feroces o humanos queriendo robarlos. Si el redil era lo suficientemente amplio, varios rebaños podían refugiarse en él. Los miembros de la comunidad de Juan podían identificarse fácilmente con los rebaños que necesitaban protección en un mundo que los rechazaba. Pero, aun estando en el redil, las fuerzas opositoras los atacaban, tratando de robar o separar a las personas de su comunidad. Jesús le da a la comunidad una pauta de discernimiento: el verdadero pastor es el que entra abiertamente por la puerta; no con sutileza y sigilo. El verdadero pastor se da a conocer, revelándose abiertamente a los ojos de sus ovejas. Pero esta revelación sucede no solamente por lo que se ve, sino también por lo que se escucha: “las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz” (vv. 3-4). La voz del pastor y la capacidad de distinguirla de la voz de otros pastores separan al rebaño de las otras comunidades que buscan seguridad en el mismo redil.
Irónicamente, el evangelio nos dice que quienes recibieron esta parábola escucharon, pero no comprendieron (v. 6). Tomando de nuevo la imagen del redil, Jesús dice: “Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos” (v. 9). Entrar y salir de la protección del redil son movimientos cruciales para la buena salud de las ovejas. Ovejas que no salen, no se alimentan y mueren. Ovejas que no entran, quedan expuestas a los depredadores y mueren. Pero el que sabe cuándo abrir y cerrar, a quién admitir y a quién sacar, es Jesús, la puerta misma. Los miembros de la comunidad de Juan tienen que salir al mundo para vivir, pero también tienen que regresar al redil para protegerse. Para sobrevivir y prosperar en un mundo que los rechaza, los miembros de la comunidad de Juan tienen que tener una imagen clara de Jesús y un oído agudo para escucharlo cuando dice: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (v. 10).
¿A quién debemos escuchar? ¿Cómo podemos distinguir la voz de Jesús en la cacofonía de voces en el mundo? El leccionario común y el romano proponen esta lectura para el cuarto domingo de Pascua. Esta lectura, en conjunto con el segundo capítulo del libro de los Hechos, destaca la dimensión comunitaria de los grupos cristianos; las fuerzas, debilidades y los problemas pastorales de las primeras comunidades. Aunque vivían la experiencia de la resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo, las comunidades se encontraban bajo las presiones del mundo en que existían. La tentación en este caso, y también en nuestra época, es la de quitar los ojos de Jesús y dejar de escuchar su voz. Esta práctica de ver y escuchar fielmente a Jesús, el buen pastor que entrega su vida por las ovejas (Jn 10:15) desarrolla la capacidad de discernimiento, tanto de los miembros como de la comunidad en su conjunto.
Notas:
1. Bruce J. Malina y Richard L. Rohrbaugh, Social-Science Commentary on the Gospel of John (Minneapolis, Fortress Press: 1998), 10. Traducción de R. Furst.
2. Publio Cornelio Tácito, Anales 15. 44. Traducción de R. Furst.
3. Bruce J. Malina y Richard L. Rohrbaugh, Social-Science Commentary on the Gospel of John, 10. Traducción de R. Furst.
4. Ibid. Traducción de R. Furst.
5. Max Price, “The Genesis of the Near Eastern Pig,” The Ancient Near East Today: Current News about the Ancient Past published by Association of Schools of Oriental Research, 8, 4, 2020. Accessed 3/30/2020. Traducción de R. Furst.
¿A quién debo escuchar? ¿Cómo puedo distinguir la voz de Jesús en la cacofonía de voces en mi mundo?
Este es el dilema que enfrenta toda persona cristiana, ahora y en la época de la comunidad a la cual se dirige el evangelio de Juan. Lo más probable es que en el mundo de la comunidad de Juan existieran muchos grupos que se llamaban cristianos, pero que, de una u otra manera, no se encontraban unidos en su fe. El apóstol Pablo habla de este tipo de riñas desde el comienzo de la iglesia:
… he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: ‘Yo soy de Pablo,’ ‘Yo, de Apolos,’ ‘Yo, de Cefas,’ o ‘Yo, de Cristo.’ ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Co 1:11-13).
Los evangelios sinópticos hablan de la unidad en la comunidad del reino de los cielos. Pero Juan enfatiza la unidad como una relación personal con Cristo. 1 Juan 2:24-27 también exhorta a sus lectores/as a que permanezcan en Cristo, a que mantengan la unidad. ¿Qué principios de discernimiento propone este evangelio a sus lectores/as?
Para comprender el evangelio de Juan, hay que conocer su mundo social. La comunidad de Juan se encontraba como una minoría dentro de otra minoría. El mundo del primer siglo, dominado por la mentalidad helenista, se oponía al mundo judío de su tiempo. Los gentiles creían en la existencia de múltiples dioses, muchos de ellos encargados de áreas específicas de la vida cotidiana. Los greco-romanos también deificaban las virtudes o ideas abstractas como la salvación (Salus), la libertad (Libertas), o el destino (Moira). En este mundo, el monoteísmo de los judíos era una anomalía. Así pues, la nueva fe cristiana, con sus raíces en el judaísmo, era una minoría dentro de otra. ¿Qué sucede entre culturas en esta situación? La sociedad dominante etiqueta a las personas pertenecientes a minorías como inconformes o desviadas:
Como desviados, a menudo sufren una disminución pública diaria y progresiva de su capacidad para actuar como personas adultas. Se restringen sus movimientos y decisiones. En casos extremos, los funcionarios de la sociedad (dominante) evalúan públicamente a los inconformes en términos de un sistema moral que socialmente niega que sean capaces de ser agentes genuinos en su propio nombre. Para usar términos contemporáneos, se declara que no son personas.1
En el año 64 de nuestra era, el historiador romano Tácito describe las acciones del emperador Nerón quien “infligió las torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, llamada cristianos por la población.”2 Esta percepción general de los/as cristianos/as impulsa a la comunidad de Juan a crear una sociedad alternativa, con su propio lenguaje o anti-lenguaje. Esta sociedad alternativa fue creada por personas que sufrieron este tipo de despersonalización sancionada por la sociedad dominante.3
En el caso de Juan, el documento apunta a una audiencia compuesta por individuos que emergieron y se opusieron a la sociedad y los grupos que competían contra ellos. En términos concretos, los grupos más grandes, a los que se opone la colectividad de Juan, incluyen “este mundo” … y “los judíos” … Estos grupos se niegan rotundamente a creer en Jesús como el Mesías de Israel, y por eso el grupo de Juan se opone a ellos.4
En la escena anterior a esta lectura, en el capítulo 9 de Juan, vemos a un grupo opositor, los fariseos, tratando de imponer límites para crear una sociedad alternativa basada en el respeto del sábado. Como vimos anteriormente en la carta de Pablo, este impulso de separar a los verdaderos de los falsos miembros de un grupo también se suscita entre los grupos que seguían a Cristo. En esta situación, la comunidad de Juan usa imágenes del mundo del pastoreo para unir y animar a sus miembros.
Pastor, ovejas, redil… ¿qué pautas de discernimiento propone Juan con estas imágenes tomadas del mundo cotidiano de su época? El mundo del pastoreo resuena a través del Nuevo y el Antiguo Testamento. Escuchamos su uso positivo en el Salmo 23, cuando describe a Dios: “El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará…” (vv. 1-2) Pero su uso negativo, al describir a los líderes de Israel, también es conocido: “Muchos pastores han destruido mi viña, han pisoteado mi heredad, han convertido en desierto y soledad mi heredad preciosa” (Jer 12:10). Aunque muchos reyes en el mundo del Cercano Oriente habían tomado la imagen benigna del pastor para presentarse a sí mismos como líderes compasivos de sus pueblos, esta no era la tradición en el mundo de Juan. Los pastores eran nómades, sin propiedad, y pasaban penas y penurias para ganarse la vida. Muy pocos tenían tierras y, por lo tanto, no podían ofrecer seguridad a sus familias. Como la comunidad que recibe el evangelio, el pastor existía en la periferia de la sociedad. Este es el contexto social para la imagen del pastor, pero, ¿cómo usa Juan esta imagen para crear un anti-lenguaje que anima y une a su comunidad?
El redil era un espacio cerrado, como una cueva, o un área encerrada por paredes, con una sola entrada, para facilitar la defensa de los animales. Los animales no solamente alimentaban a los humanos, sino que también proporcionaban “artículos almacenables y valiosos, como leche, lana o cabello que podía hilarse en textiles,”5 lo que aumentaba su valor económico. Al anochecer, los pastores encerraban a sus rebaños para protegerlos de depredadores, ya fueran animales feroces o humanos queriendo robarlos. Si el redil era lo suficientemente amplio, varios rebaños podían refugiarse en él. Los miembros de la comunidad de Juan podían identificarse fácilmente con los rebaños que necesitaban protección en un mundo que los rechazaba. Pero, aun estando en el redil, las fuerzas opositoras los atacaban, tratando de robar o separar a las personas de su comunidad. Jesús le da a la comunidad una pauta de discernimiento: el verdadero pastor es el que entra abiertamente por la puerta; no con sutileza y sigilo. El verdadero pastor se da a conocer, revelándose abiertamente a los ojos de sus ovejas. Pero esta revelación sucede no solamente por lo que se ve, sino también por lo que se escucha: “las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz” (vv. 3-4). La voz del pastor y la capacidad de distinguirla de la voz de otros pastores separan al rebaño de las otras comunidades que buscan seguridad en el mismo redil.
Irónicamente, el evangelio nos dice que quienes recibieron esta parábola escucharon, pero no comprendieron (v. 6). Tomando de nuevo la imagen del redil, Jesús dice: “Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos” (v. 9). Entrar y salir de la protección del redil son movimientos cruciales para la buena salud de las ovejas. Ovejas que no salen, no se alimentan y mueren. Ovejas que no entran, quedan expuestas a los depredadores y mueren. Pero el que sabe cuándo abrir y cerrar, a quién admitir y a quién sacar, es Jesús, la puerta misma. Los miembros de la comunidad de Juan tienen que salir al mundo para vivir, pero también tienen que regresar al redil para protegerse. Para sobrevivir y prosperar en un mundo que los rechaza, los miembros de la comunidad de Juan tienen que tener una imagen clara de Jesús y un oído agudo para escucharlo cuando dice: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (v. 10).
¿A quién debemos escuchar? ¿Cómo podemos distinguir la voz de Jesús en la cacofonía de voces en el mundo? El leccionario común y el romano proponen esta lectura para el cuarto domingo de Pascua. Esta lectura, en conjunto con el segundo capítulo del libro de los Hechos, destaca la dimensión comunitaria de los grupos cristianos; las fuerzas, debilidades y los problemas pastorales de las primeras comunidades. Aunque vivían la experiencia de la resurrección de Cristo y la venida del Espíritu Santo, las comunidades se encontraban bajo las presiones del mundo en que existían. La tentación en este caso, y también en nuestra época, es la de quitar los ojos de Jesús y dejar de escuchar su voz. Esta práctica de ver y escuchar fielmente a Jesús, el buen pastor que entrega su vida por las ovejas (Jn 10:15) desarrolla la capacidad de discernimiento, tanto de los miembros como de la comunidad en su conjunto.
Notas:
1. Bruce J. Malina y Richard L. Rohrbaugh, Social-Science Commentary on the Gospel of John (Minneapolis, Fortress Press: 1998), 10. Traducción de R. Furst.
2. Publio Cornelio Tácito, Anales 15. 44. Traducción de R. Furst.
3. Bruce J. Malina y Richard L. Rohrbaugh, Social-Science Commentary on the Gospel of John, 10. Traducción de R. Furst.
4. Ibid. Traducción de R. Furst.
5. Max Price, “The Genesis of the Near Eastern Pig,” The Ancient Near East Today: Current News about the Ancient Past published by Association of Schools of Oriental Research, 8, 4, 2020. Accessed 3/30/2020. Traducción de R. Furst.