Primer Domingo de Cuaresma

El cambio de mente y corazón para la salvación

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February 21, 2021

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Comentario del San Marcos 1:9-15



Cada una de estas tres escenas del evangelio está impregnada de profundo significado. Las mismas presentan a Jesús como el Hijo de Dios, ofrecen pautas de lo que podríamos llamar una ética de entrega y dedicación, y nos presentan un modelo de proclamación. El bautismo, las tentaciones y el comienzo de su predicación nacen de la decisión de Jesús de definir el rumbo de su vida y del consentimiento o apoyo divino a su decisión. Nunca podemos eludir o evitar la necesidad de tomar decisiones. Este principio es tan cierto que podemos afirmar que el mismo hecho de no tomar decisiones es una decisión. En las muchas encrucijadas de la vida no podemos detenernos demasiado tiempo esperando resultados sin acciones que los provoquen.

La primera escena narra la historia del bautismo de Jesús. El evangelio de Marcos deja ver muy en claro que tanto la predicación como el bautismo de Juan eran una invitación al arrepentimiento y un acto simbólico (casi sacramental) del perdón de los pecados (1:4). Aunque confesamos que nuestro Señor no tenía pecado del cual arrepentirse ni pecado que necesitara perdón y que, por lo tanto, un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados no tendría sentido para Jesús, el evangelio declara que Jesús “vino de Nazaret… y fue bautizado por Juan” (v. 9).

Así, el bautismo de Jesús es el primer ejemplo de Jesús tomando una decisión que cambió el rumbo de su vida: “…vino de Nazaret.” Tal vez en Nazaret había oído hablar del predicador que anunciaba el umbral de una nueva época. Tal vez había oído acerca del predicador cuyo mensaje no dejaba espacio para la indiferencia religiosa. Y Jesús tomó una decisión, y se fue de Nazaret para ser bautizado por Juan en el Jordán.

El bautismo representa el reconocimiento de una relación especial con Dios. El bautizado no es un hombre común y corriente; Jesús ya no sería simplemente el hijo de José y María. Dios mismo le habla, lo identifica, lo afirma y lo unge de una manera espectacular. La decisión de dejar la aldea de Nazaret fue el precedente necesario para que la presencia del Espíritu Santo llenara su vida, y le revelara de forma definitiva su identidad, su vocación y su carácter. El bautismo de Jesús, como tiempo de decisión, identidad, afirmación y comisión es un modelo de lo que Dios quiere para nuestras vidas.

La segunda escena es la de la prueba. Las referencias al desierto, a los cuarenta días, al adversario y a las tentaciones han de tomarse a la luz de su significado teológico y cultural. Cada uno de estos elementos de la escena tiene su antecedente en las Escrituras del Antiguo Testamento y las tradiciones del pueblo de Israel.

Mientras que en la primera escena la iniciativa parece estar en Jesús, que “vino de Nazaret,” en esta segunda escena la iniciativa es del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios, que hacía unos instantes lo había ungido para una misión especial, lo “impulsó” (ekballei en el original griego) al desierto. En contraste con el antiguo pueblo de Israel, cuyo peregrinaje en el desierto por cuarenta años fue el resultado de su desobediencia, el Hijo de Dios, en obediencia a la voluntad divina, es llevado al desierto como oportunidad para definir su ministerio, reafirmar su vocación y resultar victorioso.

El evangelio según san Marcos no ofrece detalles de las tentaciones. Su profundidad está en su brevedad. Cada palabra está medida, y El Espíritu Santo tiene el control de la situación. El Espíritu de Dios lleva al Señor al desierto como si el desierto fuera un lugar de entrenamiento. El dilema de Jesús pudo haber sido el de ponderar las varias alternativas y el estilo de ministerio que seguiría el resto de su vida. Fue como el entrenamiento que nos reta, no tanto para hacernos caer, sino para que podamos expresar nuestro mayor potencial. Me imagino que la tentación para Jesús podía ser volver a Nazaret, a la vida anónima, a la rutina sin futuro, y perderse en la niebla de la indiferencia y la falta de compromiso.

Nuestro Señor, en compañía de fieras y ángeles, se levanta victorioso y afirma su vocación y ministerio. Estos días en el desierto sirvieron para reafirmar su confianza incondicional en su Padre celestial, renunciar a la fama mundana y proponerse a vivir una vida que mostrara fidelidad a Dios y a su pueblo. Estos días de prueba fueron para Jesús como su primera cuaresma, tiempo de reflexión, entrega y reafirmación.

La tercera escena, que comienza con el encarcelamiento de Juan, también representa una de las encrucijadas existenciales en las cuales se toman decisiones como respuestas a las situaciones que se imponen inesperadamente. Sin embargo, también estas encrucijadas pueden ser vistas como oportunidades para afirmar el rumbo de nuestra vida de manera consistente con nuestra fe y esperanza.

Con toda probabilidad, el encarcelamiento de Juan el Bautista impactó a Jesús. Dadas las estrategias políticas y religiosas de los oficiales del gobierno romano en Palestina, el encarcelamiento y eventual asesinato de Juan, aunque injusto y doloroso, se correspondía con la manera más común de lidiar con una persona cuyas palabras y acciones eran vistas como una amenaza contra esos líderes. Para la mayoría de las personas, el encarcelamiento injusto de un amigo, las amenazas contra la vida y la propiedad, y las dificultades para la familia son suficiente razón para detenerse y abandonar la lucha.

La historia bíblica no es tímida al lidiar con las realidades dolorosas de la vida, el sufrimiento por causa de la justicia, y las dificultades a las que se exponen quienes levantan una voz de protesta contra el pecado y la injusticia en la cual se vive. También la historia bíblica es clara cuando narra que los verdaderos héroes de la fe son personas que resistieron las más grandes dificultades y a quienes les espera una corona de justicia por la eternidad.

Como reacción a la noticia del encarcelamiento de Juan, Jesús volvió a Galilea y tomó residencia en la región de Capernaúm. Allí se escuchó por primera vez su voz y mensaje. Este primer mensaje parece un eco del mensaje predicado por el Bautista. En la sabiduría y providencia de Dios, la historia ha llegado a su momento culminante como la fruta que está lista en el tiempo oportuno: el kairos, el tiempo escatológico, ha llegado1 (v. 15), y se están experimentando las primeras señales del reino de Dios.

Para poder participar y beneficiarse de esta nueva forma de organizar la vida es necesario cambiar de forma de pensar.2 Es necesaria una revolución espiritual en las mentes y los corazones. Se necesita un cambio de dirección de vida que el evangelio identifica como arrepentimiento. No es posible participar de los beneficios del evangelio sin este cambio de mente y corazón.

Sin embargo, la predicación de Jesús tenía un tono un poco diferente a la de Juan, su predecesor. El énfasis estaba en la segunda parte de la oración. Más que una llamada al arrepentimiento, el mensaje de Jesús era un anuncio de la cercanía e inmediatez del reinado3 de Dios. Jesús, el Hijo de Dios, tenía una misión. Esta misión se caracterizaba por la proclamación de la salvación. Dios tenía un plan salvador para el pueblo.


Notas

  1. Aunque el significado de kairos, en general, es similar a chronos (C. Elmer Chen, “Time,” en el libro editado por John D. Barry et al. The Lexham Bible Dictionary. Bellingham, WA: Lexham Press, 2016), el comentario de R. T. France es muy atinado en The Gospel of Mark: A Commentary on the Greek Text. New International Greek Testament Commentary. Grand Rapids, MI; Carlisle: W.B. Eerdmans; Paternoster Press, 2002, 9: “The idea is not simply that an allotted time has elapsed (that would have been better expressed by chronos, as in Acts 7:23), but that the decisive moment (kairos) has now arrived. The use of the perfect tense indicates that this is not an announcement of something future, even imminent; the state of fulfilment already exists. This will be significant in considering the meaning of the following clause.”
  2. Véase el artículo “μετανοέω, μετάνοια” en Spicq, Ceslas, and James D. Ernest. Theological Lexicon of the New Testament. Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1994. Vol 2, 471-477.
  3. Spicq, Ceslas, and James D. Ernest. “βασιλεία, βασίλειος, βασιλεύς, βασιλεύω, βασιλικός, βασίλισσα” en Theological Lexicon of the New Testament. Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1994, Vol I, 256-271.