Segundo Domingo de Adviento

La proclamación política de la identidad de Jesús

December 6, 2020

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Comentario del San Marcos 1:1-8



A medida que nuestros días se acercan a la celebración del nacimiento de Jesús, este segundo domingo de Adviento nos trae una lectura de Marcos 1:1-8. Estos versículos presentan el evangelio de Marcos. Incluyen una historia corta sobre Juan el Bautista y su ministerio profético. Pero hay algo más que está ocurriendo en estos versículos. Imaginemos, por un momento, cómo se sentía una persona judía al vivir en Judea a principios del siglo I durante el imperio romano, anhelando la independencia, viendo la injusticia y la corrupción a su alrededor, mientras buscaba también la restauración del reino de Dios en la tierra. Si podemos imaginar eso, entonces el comienzo del evangelio de Marcos se convierte en algo más que palabras. Anuncia una esperanza que va más allá de las realidades políticas que la gente estaba experimentando bajo el dominio romano. Estos versículos iniciales en Marcos brindan a los/as lectores/as la conciencia de que algo nuevo está a punto de suceder. Algo que nosotros/as también debemos reconocer al contemplar y anticipar el nacimiento de Jesús.

El evangelio de Marcos comienza con la frase “Principio del evangelio” (v. 1). Podemos pensar que estas palabras sólo son sobre evangelismo, pero la palabra “evangelio,” que en griego es euangelion, y que literalmente significa “buena noticia,” se había usado políticamente en referencia a César Augusto. En la ciudad de Priene, Turquía, los arqueólogos encontraron dos tablas de piedra. Incluían una inscripción dedicada al cumpleaños de César Augusto, el emperador romano, que también se anunciaba como “el comienzo de una buena noticia para el mundo,” o sea, la misma palabra griega euangelion se había usado para celebrar el cumpleaños de César Augusto. Al usar esta misma palabra para anunciar el comienzo de su libro, Marcos indica a sus lectores/as que la buena noticia de Jesús como el “Mesías” e “Hijo de Dios” es una declaración política. Significa que el hijo ungido de Dios ha entrado en nuestra historia y en nuestro entorno político y que, por tanto, debe ser recibido como la mejor noticia para todas las personas de la tierra. La verdadera buena noticia no se trata de César o de qué emperador se siente en el trono, sino que se trata de Jesús.

La proclamación política de la identidad de Jesús es seguida por la introducción de una esperanza profética en los vv. 2-3, conformada con una mezcla de varios pasajes de Isaías 40:3, Malaquías 3:1 y Éxodo 23:20, que llama nuestra atención sobre la experiencia del pueblo hebreo en el desierto y la anticipada salvación de Dios. El llamado a “preparar el camino” y “enderezar sus sendas” son frases familiares del Antiguo Oriente Próximo que describen a personas que llevan a su dios en una procesión religiosa o entrada triunfal. Marcos aplica este mensaje profético a Jesús. Marcos presenta a Jesús como el liberador político que los profetas anhelaban. Y el mensajero que anuncia esta proclamación política es Juan el Bautista.

Juan emerge en el evangelio desde el desierto. Su aparición marca un punto de inflexión en la historia de la salvación. Por primera vez en mucho tiempo, aparece en escena un profeta que habla las palabras de Dios. A Juan se le describe como predicando “el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados” (v. 4). Su mensaje atrajo a mucha gente de Judea y Jerusalén. Todos fueron a él para confesar sus pecados y bautizarse en el río Jordán (v. 5). El pueblo judío escuchó el mensaje de Juan. Y dondequiera que estuvieran, respondieron y lo encontraron en el desierto. Se prepararon porque creyeron que la visitación de Dios efectivamente iba a ocurrir. La descripción que hace Marcos de Juan el Bautista permite imaginarlo como un profeta como Elías. Se describe a Juan vistiendo ropa hecha de “pelo de camello,” con “un cinto de cuero” y comiendo “langostas y miel silvestre” (v. 6). Elías también se vestía así. Él también tenía un “un vestido de pelo y un cinturón de cuero” (2 Reyes 1:8). El mensaje de Juan era simple; era un mensaje de arrepentimiento. Predicaba: “Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, agachado, la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo” (vv. 7-8).

Mucha gente se sintió atraída por Juan y salió al desierto a verlo. En muchos sentidos, no había nada para mirar. No era él en quien la gente debía centrarse. Él era solo una voz, que instaba al pueblo a arrepentirse y prepararse para la venida del Señor. Su presencia en el desierto y la invitación a ser bautizados/as en el río Jordán era un mensaje fuerte. Le recordó al pueblo judío que no estaban listos/as para recibir una visita de su Dios liberador. Necesitaban renovarse y bautizarse en el río de la misma forma en que el pueblo hebreo se había preparado y había cruzado el río Jordán con Josué (Josué 4:1). El mensaje de Juan los/as preparó para recibir la salvación de Dios, al exhortarlos a arrepentirse de sus pecados, volver al desierto como sus antepasados y prepararse para el nuevo libertador, el que los bautizaría con el Espíritu Santo.

Uno puede preguntarse por qué el evangelio comienza de esta manera, con su trasfondo político, la anticipada salvación de Dios, y la descripción de Juan el Bautista. Lo hace porque también nosotros/as necesitamos escuchar las implicaciones políticas de la venida de Jesús. Debemos escuchar las buenas noticias, no sólo con oídos evangelísticos, sino con la comprensión de que se avecina una nueva realidad política. No viene un nuevo rey, un nuevo emperador o presidente. Viene Jesús, el Mesías e Hijo de Dios. También necesitamos escuchar el anuncio de los profetas de hoy. Aquellos que nos llaman al desierto y nos invitan a preparar el camino del Señor, reordenando la geografía de nuestra vida.

Para muchos de nosotros/as, este anuncio es realmente una buena noticia. El Señor viene. Será el mayor evento político de nuestra vida. Para otros/as, que no están dispuestos a arrepentirse, este anuncio de Juan el Bautista es una advertencia. La venida del Señor traerá una reordenación total del sistema político y del statu quo. Estamos ante una opción, la de escuchar al Bautista e ir al desierto, o la de permanecer en nuestro hogar, ignorando el llamado que nos insta a preparar el camino para el Señor.