Decimoséptimo domingo después de Pentecostés

“¡No quiero!” “¡Sí quiero!” “Sí, señor, voy.” Pero no fue…

Moses Striking the Rock
He, Qi. Moses Striking the Rock, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn. Original source: heqigallery.com.

October 1, 2017

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Comentario del San Mateo 21:23-32



“¡No quiero!” “¡Sí quiero!” “Sí, señor, voy.” Pero no fue…

Desde la edad de los dos años hasta el momento en que son adultos, todo padre de familia ha tenido que torear1 la voluntad de sus hijos. Los berrinches de la niñez se convierten en la resistencia silenciosa del adolescente o la agresión verbal del adulto. La resistencia a la autoridad surge en el ser humano como una oposición a la imposición de límites por una voluntad ajena. Pero la autoridad del padre de familia también educa y forma al hijo para que sea una presencia positiva en el mundo.

La autoridad es la capacidad para formar y dirigir los pensamientos y las acciones de los demás para el bien propio y el de la comunidad. En esta lectura del evangelio de San Mateo, vemos a los sacerdotes y ancianos resistiendo y retando la autoridad de Jesús. En la sociedad de la época de Jesús, la autoridad de una persona era el resultado tanto de su posición social, como del reconocimiento público que recibía por sus acciones.2 Jesús había nacido en una familia humilde, pero su ministerio en Galilea le había dado gran renombre. Sin embargo, para los sacerdotes y ancianos, habituados al alto rango que tenían por ser oficiales del templo, un pobre carpintero de Galilea aclamado por el pueblo no tenía suficiente posición social para enseñar en los recintos del templo. “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?” (v. 23), preguntaron ellos. Jesús toma sus preguntas y las invierte. Cuestiona la apertura de estas autoridades religiosas y sociales a la voluntad del padre celestial. 

¿De qué manera nos interpela esta parábola a los lectores y las lectoras del siglo 21?

La Comunidad de Mateo: ¿Quién Escucha este Evangelio?

En la época en que fue redactado el evangelio de Mateo, existía un conflicto entre judíos y cristianos. Tanto unos como otros participaban en la vida diaria de las sinagogas, pero el conflicto sobre quién era Jesús agudizaba sus diferencias.3 Es posible que esta escena en el evangelio de Mateo refleje este conflicto en la vida de sus oyentes.

En el contexto dramático del evangelio, Jesús entra en Jerusalén recibiendo la aclamación de la muchedumbre. Antes y después realiza varias acciones que se pueden interpretar como signos proféticos. Sana a dos ciegos en Jericó y purifica el templo, lanzando a los cambistas y comerciantes de los recintos. Sin duda, Jesús se refiere al aspecto profético de su vocación al preguntarles a los sacerdotes y ancianos: “El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres?” Sus opositores saben muy bien que al rechazar a Juan, rechazan su autoridad profética, reconocida por la muchedumbre (vv. 25-27). Este es el marco teológico y dramático de la parábola de los dos hijos.

Reflexión

El aspecto genial de esta parábola de Jesús es que no existe una dicotomía entre el bien y el mal. Ambos hijos se resisten al deseo del padre de que fueran a trabajar en su viña. El primero de los hijos respondió de una manera muy maleducada diciendo “¡no quiero!” El otro dijo “Sí, señor, voy,” pero no fue. En cambio, el primero después “arrepentido, fue.” La palabra griega metameletheis, que se traduce como “arrepentido,” en realidad no significa arrepentimiento, o un cambio total de actitud o pensar. Sencillamente, en este contexto, quiere decir que el hijo cambió de dirección o propósito.

La imagen del viñedo seguramente evocó en los oyentes de Jesús la comparación tradicional del Antiguo Testamento según la cual Israel es el viñedo cultivado y Dios, el Señor que lo cultiva (véase Is 5). Isaías dice: “Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña” (Is 5:1). Pero en esta parábola de Jesús no hay ningún indicio de amor entre los hijos y su padre; más bien se enfatiza una actitud de rebelión.

Al preguntarles a sus opositores “¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?” (v. 31), Jesús les da una oportunidad para conocer la verdad. Invita a los sacerdotes y ancianos a “aplicar” la categoría de los dos hijos a sí mismos. Sin duda alguna, ellos podrían haberse puesto en el lugar de los hijos que de vez en cuando no hacen lo que les pide su padre, pero al final van a regañadientes. Sin embargo, Jesús no les da esta salida. 

La reacción de las autoridades hacia el mensaje de Juan el Bautista es un indicio de la profundidad de su rebelión. Las autoridades habían sido testigos del cambio de vida que producían las palabras y las actividades de Juan. “Pero vosotros, aunque visteis esto, no os arrepentisteis después para creerle” (v. 32). En este caso arrepentimiento significa cambiar de parecer después de una fuerte emoción (remordimiento). El cambio radical de las rameras y los publicanos no impacta la conciencia de los sacerdotes y ancianos. Al no comprender la obra de Dios en los demás, ellos mismos quedan encerrados en su rebelión. “Lo que es muy intrigante es que la voz de Dios a menudo es escuchada y recibe una respuesta de parte de personas que son despreciadas por los ‘justos.’”4

Nuestra Comunidad: ¿Cómo recibimos esta lectura?

Ambos hijos en la parábola se resisten a la idea de trabajar en la viña de su padre. Si no lo hacen, entonces ¿de dónde viene su sostén, su contribución positiva al mundo y su reverencia (honor) hacia el padre? El reto de esta parábola no es saber si somos el primero o el segundo hijo. El reto es preguntarnos por qué nos resistimos a trabajar en la viña de Dios. O dicho de otra manera, ¿por qué nos oponemos a la bondad de Dios?


Notas:

1. El verbo “torear” se usa especialmente en Honduras en el sentido de conducir con habilidad un asunto que se presenta difícil o embarazoso.

2. Bruce Malina and Richard L. Rohrbaugh, Social Science Commentary on the Gospel, Segunda edición (Minneapolis: Augsburg-Fortress, 2003), 108.

3. El proceso de separación tomó aproximadamente 3 siglos, hasta desembocar en lo que conocemos como el judaísmo rabínico y el cristianismo.

4. Arland J. Hultgren, The Parables of Jesus: A Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 2000), 224.