Vigésimo Segundo Domingo después de Pentecostés

Hay un refrán popular que dice: “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver.”

October 28, 2012

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Comentario del San Marcos 10:46-52



Hay un refrán popular que dice: “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver.”

Una vez más, Marcos nos muestra una perícopa centrada en su preocupación por la idea del seguimiento de Jesús. Para el autor del evangelio, el discipulado tiene un costo. En el camino a Jerusalén los discípulos reciben luz acerca de los padecimientos y sufrimientos que su Maestro habrá de enfrentar en Jerusalén (Mc 10:32-34). Sin embargo, según el relato de Mc 10:35-45, el concepto de Mesías que tenían sus discípulos los inducía a pensar sólo en términos de gloria y realeza. Jacobo y Juan, preocupados por el lugar que habrían de ocupar en la gloria venidera son el ejemplo de aquellos/as que no son capaces de comprender a profundidad el costo del discipulado.

En los evangelios, se utiliza usualmente el concepto del camino (en griego: hodos) para describir al seguidor de Jesús. Mateo, por ejemplo, presenta a Jesús diciendo que sus seguidores tienen que seguirlo por la puerta estrecha, ya que es “angosto el camino que lleva a la vida” (7:13-14). En Juan se afirma que el camino del cristiano está fundamentado en Cristo quien dice: “Yo soy el camino” (14:6). El camino es sobre todo el lugar teológico en donde los discípulos reciben las lecciones del Reino. Quien quiera seguir a Jesús o proclamar su Reino, no comprenderá a profundidad lo que significa ver la vida desde el camino si pretende observarla desde la orilla o el balcón. La perícopa de Marcos que nos ocupa para este domingo pone en perspectiva todo lo anterior.

En cuanto a forma se refiere, nuestra perícopa responde a un relato de milagros. Estos relatos poseen generalmente cinco elementos en común, a saber:1 1) introducción para presentar el caso; 2) petición de intervención, junto con la manifestación de la confianza del peticionario o de los asistentes; 3) intervención de aquel a quien se ha pedido el milagro; 4) resultado producido; y 5) reacción de los espectadores: miedo, admiración…

El v.46 es de carácter introductorio. En su camino a Jerusalén, Jesús y sus discípulos llegan a Jericó. La Jericó del NT debió su nacimiento a la actividad constructora de Herodes, quien había levantado allí su lujosa residencia de invierno.2 Esta era una de las rutas acostumbradas hacia Jerusalén. Debido a que la pascua se acercaba no es extraño que “una gran multitud”, probablemente de Galilea y de Perea estuviese siguiendo a Jesús.3

Junto al camino, por donde pasaban los más ilustres maestros de la Ley hacia la fiesta de la pascua, estaba sentado un ciego en quien las posibilidades para un minuto de misericordia por parte de los transeúntes eran escasas. Cabe resaltar que estaba sentado junto al camino mendigando. En esos días era común la presencia de mendigos en las afueras de la ciudad, en el camino que los peregrinos tomaban cuando viajaban a Jerusalén.

Sobre el nombre del ciego existen varias conjeturas, algunas fuera de contexto. Sin embargo, basta con resaltar lo que la tradición nos informa. Marcos es el único de los sinópticos que nos dice que su nombre era “Bartimeo” (Bartimaios), y además lo explica. El nombre quiere decir “el hijo de Timeo” o de “Timoteo.” Timeo (Timaíou), nombre helenizado, puede ser una abreviación de Timoteo o Timai fuera de toda interpretación alegórica.4 Cook y Foulker, aseguran que Bartimeo era una persona conocida en la iglesia de Jerusalén.5 

Según v.47, Bartimeo comenzó a dar voces y a decir: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Esta confesión contiene el primer reconocimiento público de Jesús con el título real de Mesías. Paradójicamente, Jesús, quien había anunciado la venida inminente del Reino de Dios (Mc 1:14-15), habría de reinar en Jerusalén, pero lo haría desde la cruz (15:26). Aclaro que la confesión del ciego debe interpretarse mesiánicamente y no en clave genealógica.6 El reclamo del ciego: “ten misericordia de mí” implica que su situación era deplorable. Como era usual en aquellas tierras, los mendigos apelaban a la piedad de los peregrinos (Mt 20:30). A pesar de que muchos lo reprendían para que se callase (v.48), Jesús no prohibe que el ciego use su título mesiánico porque el tiempo del “secreto mesiánico” ha pasado.7 Ahora que se encamina a Jerusalén, acepta dicho título abiertamente, ante la multitud. Por su parte, Bartimeo sigue solicitando auxilio y compasión con mayor fuerza (v.48b). Esto significa que no callaría para complacer a la multitud.

Marcos da un giro formidable a la escena. Hasta el momento Jesús es el centro del relato: Hijo de David. En v.49, Jesús se detiene y “mandó llamarlo.” Aquellos que reprenden al ciego son llamados a sacar al ciego del margen del camino. Son llamados a servir e integrar a otros al camino. La forma verbal de imperativo presente que usa el autor, invita al ciego a llenarse de valor gozoso: “Ten confianza; levántate, te llama.” El v.50 es sumamente interesante, pero víctima de las más fabulosas alegorías. Sólo podemos afirmar que la acción de Bartimeo de “arrojar la capa” y “levantarse” representa más bien una actitud decisiva del ciego. Se quita el manto y libre del mismo para que no le estorbe, corre de prisa a Jesús. “¿Qué quieres que te haga?” (v.51), pregunta Jesús. Lo que Jesús quiere no es sólo sanar a este hombre, sino además entrar en una relación de comunión personal con él, para que de este modo su “fe” sea más que meramente “milagrosa” y así Bartimeo pueda “glorificar a Dios” como realmente habría de suceder (Lc 18:43). El ciego es específico en su petición: “Maestro, que recobre la vista” (v.51b).

Si bien el evangelista escribió en griego, la palabra que le hace utilizar a Bartimeo cuando dice “maestro” es Rabbouni, que viene del arameo. Este era un título de alta estimación, una forma más vigorosa de “rabí” en que se unían de cierto modo los sentidos de maestro y Señor.8

Ante la petición del ciego, Jesús le dice: “Vete, tu fe te ha salvado” (v.52a). La vista del hombre le fue restaurada inmediatamente (v.52b); todos los sinópticos mencionan este gran hecho. También añaden que el ciego seguía a Jesús (v.52b). De este modo, la afirmación de la curación es más que el recobrar la vista. Bartimeo no sólo ha logrado la visión corporal, sino que, mediante su fe, ha conseguido el acceso a Jesús, que es capaz de salvarlo. Marcos enfatiza esta unión personal realizada en la fe: el que en otro tiempo fue ciego se convierte en seguidor de Jesús.9

Culmino con algunas notas hermenéuticas. La revuelta judía en contra de los romanos ocurrió entre el 64-74 DC. Es probable que Marcos escribiera el evangelio de cara a dicha problemática. Por ende, algunos estudiosos opinan que el evangelio es el reflejo de una comunidad afectada por la revuelta.10 La evidencia interna del evangelio refleja un tiempo difícil para la iglesia en la que estaban sufriendo las consecuencias de la primera persecución romana.11 Así que el evangelio pretende tener un carácter alentador para la comunidad de Marcos. Ante el fracaso de los discípulos, Marcos coloca a Bartimeo como el modelo de lo que es un discípulo, ya que este recobra la vista y le sigue por el camino.

Marcos nos muestra la ironía de un hombre ciego que tiene perspectiva espiritual, mientras que muchos que podían ver, incluyendo a los líderes religiosos, eran ciegos espiritualmente.12

El mendigo de Jericó es para Marcos verdaderamente un creyente porque alcanzó la verdadera orientación de su fe. Ella descansa en la cruz que se prepara a Jesús y a sus seguidores (8:34).13

Bartimeo como seguidor es “discípulo.” De ahí que el camino que inicia acompañando a Jesús es el camino a la pasión. El anunciante del Reino, Jesús, se ha convertido en el anunciado. Son ahora sus palabras y acciones las que se proclaman como buena nueva. Luis Alonso Shökel comenta al respecto: “El ciego, al dejar su manto, deja tras de sí una ‘vieja’ vida para asumir una nueva detrás de Jesús. Quien estaba al margen del camino, ahora sigue a Jesús, que es el camino.”14

En un sentido práctico y kerigmático se espera entonces, que la iglesia afronte su llamado manteniéndose en el camino a pesar de las crisis que pueda experimentar. De igual modo, debe responder de manera diaconal (con actitud de servicio) ante las necesidades de aquellos/as que habrá de encontrar junto al camino. Ello implica que la tarea de la iglesia se da en el camino y no como observadora; entre aquellos/as que al igual que Bartimeo gritan solicitando ser atendidos. En palabras del ya fallecido teólogo presbiteriano, Juan A. Mackay, el camino puede definirse así: “Por Camino quiero decir el lugar en que la vida se vive tensamente, donde el pensamiento nace del conflicto y el serio interés, donde se efectúan elecciones y se llevan a cabo decisiones. Lugar de acción, de peregrinación, de cruzada, donde jamás está ausente del corazón del caminante un interés serio y profundo. En el Camino se busca una meta, se corren peligros, se derrama a cada paso la vida…Muchos, cuyas vidas han transcurrido en el Camino, jamás han viajado muy lejos de su escritorio o su púlpito, su clínica del hospital o su banco de carpintero. Otros que están en el Camino, sólo están en pie, listos a servir.” Y sigue diciendo: “El Camino es el símbolo de una experiencia inmediata de la realidad, en que el pensamiento, engendrado por un serio y vivo interés, genera a su vez la decisión y la acción.”15


1Etienne Carpentier, Para Leer el Nuevo Testamento (España: Editorial Verbo Divino, 1992), 82.
2Joachim Gnilka, El Evangelio según San Marcos: Mc 8:27-16:20 Vol. II (Salamanca, España: Editorial Sígueme, 1986), 127.
3Guillermo Hendriksen, El Evangelio de Marcos: Comentario del Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Editorial TELL, 1987), 432-433.
4Joachim Gnilka, Op. Cit., 128.
5G. Cook & R. Foulker, Marcos: Comentario Bíblico Hispanoamericano (Miami: Editorial Caribe, 1990), 266.
6Joachim Gnilka, Op. Cit., 128.
7G. Cook & R. Foulker, Op. Cit., 266.
8Everette F. Harrison, Comentario Bíblico Moody del NT (Grand Rapids, MI: Publicaciones Portavoz Evangélico, 1971), 82.
9Joachim Gnilka, Op. Cit, 129.
10Joel Marcus, “The Jewish War and the Sitz-im-Leben of Mark” en Journal of Biblical Literature Vol.III No.3 (Fall, 1992), 441-462.
11Ralph Martin, Mark Evangelist and Theologian (Michigan: Zondervan Pub. House, 1972), 69.
12Earl D. Radmacher, Ronald B. Allen & H. Wayne House, Ed., Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia (Miami, Fl: Editorial Caribe, 2003), 1198.
13 Joachim Gnilka, Op. Cit., 131.
14 Luis Alonso Shökel, “Mc.10:46-52” en La Biblia del Peregrino (China: Ediciones Mensajero, 2009), 1929.
15 Juan A. Mackay, Prefacio a la Teología Cristiana (México: Casa Unida de Publicaciones, S.A., 1984), 52.