Décimo domingo después de Pentecostés

La predicación de la confesión de Pedro (Mateo 16.13-20) es una oportunidad de retornar al principio de la fe cristiana vis a vis la opinión post moderna sobre el cristianismo en general y quien Jesús es en particular.

August 21, 2011

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Comentario del San Mateo 16:13-20



La predicación de la confesión de Pedro (Mateo 16.13-20) es una oportunidad de retornar al principio de la fe cristiana vis a vis la opinión post moderna sobre el cristianismo en general y quien Jesús es en particular.

La perícopa está repleta de maravillosas ideas homiléticas (títulos cristológicos, la importancia histórica de Pedro, el perdón de pecados, etc.) mas nos concentraremos en la idea que, en mi opinión exegética, es la más importante–la profesión que Jesús es Dios encarnado. 

En la tradición sinóptica el ministerio de Jesús en las regiones de Galilea (en Mateo, capítulos 5-16) sirve para revelar la identidad mesiánica de Jesús a los discípulos (acordémonos que en la tradición joánica, la revelación de quien Jesús es en realidad es abiertamente considerada desde el principio del relato evangélico). La habilidad de captar esta realidad de parte de los discípulos es el tema de la perícopa de este domingo (Mateo 16.13-20). No obstante las palabras y los milagros de Jesús conocer de veras quien Jesús es depende más de revelación divina que concepción humana. 

Notas Homiléticas
Jesús y sus discípulos se encuentran en los entornos del mar de Galilea, mas ahora se trasladan al lado pagano de la región (16.5). Cesárea de Filipo era la capital del territorio gobernado por el tetrarca Herodes Antipas. Jesús y el grupo discipular se apartan del lugar donde son reconocidos, y donde seguramente reinaba la concepción del mesías davídico y el expectativo de un retorno a la gloria de anteayer. Cesárea de Filipo era una de las ciudades más paganas de Palestina. La adoración del dios griego Pan confiero el nombre original a la ciudad, Paneas. Según el historiado cristiano Eusebio (HE 7.17) el rito a Pan persistió aun en la era cristiana. Aparentemente el traslado es intencional–Jesús intenta separar a los discípulos de la influencia de los fariseos, escribas y otros maestros para que estos puedan con libertad considerar la identidad del Maestro. 

El contexto literario apoya esta opinión. En 16.1-4 los adversarios de Jesús, principalmente los lideres religiosos y los fariseos, demandan una señal del cielo cual declare abiertamente la identidad de Jesús. El maestro les indica que la generación perversa busca signos milagroso mas no recibirá sino el signo de Jonás.  Luego en 16.5-12 Jesús advierte sobre la levadura de los fariseos y de los saduceos. Por su parte los discípulos entienden las palabras simplemente a nivel literal (meramente humano). No cabe duda que la enseñanza de los lideres religiosos (la levadura) ha influenciado aun al grupo discipular. Conocimiento espiritual se obtiene por medio de la fe (16.8)  y la falta de pan era simplemente una falla técnica y no una falta religiosa (moral o ética). Con tantas experiencias compartidas con el Maestro los discípulos han de tener fe suficiente como para identificar quien Jesús es. 

Los líderes religiosos han rechazado al Señor Jesús (16.1-4) y los discípulos carecen de fe para entender aun lo más esencial, por tanto Jesús los separa a tierra de paganos pues allá el Señor les revelará quien Jesús es. Las obras de Jesús (vea 14.33) y el rechazo de los religiosos ofrecen a los discípulos las dos opciones; la opinión del gentío presenta la opción popular.   
La primera pregunta llama la atención de los discípulos a la opinión de los hombres sobre el Hijo del hombre. Los «hombres» en general son aquellos que no son vivificados por el Espíritu Santo y no pueden descubrir por si mismos la acción divina en la realidad de Jesús. El Hijo del hombre es el portador del Espíritu de Dios (Mt 3.16). 

Careciendo de la presencia del Espíritu, la opinión popular asimila a Jesús a personajes conocidos en la tradición veterotestamentaria: una reencarnación de Juan el Bautista (vea Mt 14.2) o Elías cuyo retorno fue anunciado por el profeta Malaquías (3.23). Según 2 Macabeos 15.13, el profeta Jeremías continúa rogando por el pueblo judío, aun hasta los días postreros.  La referencia a “otros” profetas alerta a la posibilidad del profeta como Moisés (Deut 18.18). En cada caso la percepción popular depende totalmente de lo conocido, lo que la experiencia humana puede captar con sus habilidades naturales. No captan la condición única de Jesús, ni su originalidad, no comprenden la identidad del Mesías.

La similitud con opiniones modernas acerca de Jesús han de considerarse en la exposición de la presente perícopa. Hoy día algunos opinan que Jesús era simplemente un hombre bueno que murió trágicamente en manos de sus adversarios religiosos. Otros identifican a Jesús como un fracasado revolucionario. Aun otros opinan que era un filósofo cínico quien sus seguidores elevaron a la deidad. Todas estas evaluaciones dependen completamente de la experiencia personal del historiador y menosprecian la identificación que las palabras y las obras de Jesús indican quien Jesús es. 

Basta la opinión de aquellos fuera del círculo de discípulos. Ahora Jesús pregunta y demanda la opinión de aquellos que le han acompañado en su actividad y han disfrutado de su enseñanza. Simón Pedro toma la iniciativa y se hace el portavoz del grupo. La respuesta de Pedro es la profesión perfecta de la fe cristiana: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.» Mc preserva simplemente la primera parte de esta profesión, «Tú eres el Mesías» (Mc 8.29). Las palabras preservadas por Mt echan a un lado las expectativas populares (profetas del AT) y socio-políticas (hijo de David) confesando la divinidad de Jesús («Hijo del Dios viviente»). Pedro está dispuesto a suspender dependencia en la experiencia humana e, influenciada por el Espíritu de Dios, se aventura a lo desconocido. La frase «el Hijo del Dios viviente» equivale a la formula mesiánica «Dios con nosotros» (Mt 1.23). La referencia «viviente» opone al verdadero Dios a los ídolos muertos. Jesús posee la vida y la comunica a sus seguidores, Él es vivo y vivifica, dador de vida y vencedor de la muerte. 

Esta profesión no procede de la experiencia humana sino que es revelación de Dios. Jesús declara que Pedro es dichoso (bienaventurado) por el don recibido, es el Padre quien revela la verdadera identidad de Jesús a la humanidad. En Mt 11.25ss, Jesús declara que Dios revela Jesús a los sencillos. Los sabios y entendidos dan sus opiniones en cuanto a la identidad de Jesús, mas la asociación con los sencillos implica que el apóstol depende de Dios en su profesión. Vemos pues que los discípulos han aceptado la advertencia de Jesús de no dejarse influenciar por la opinión de los sabios y entendidos (16.5-12) y están dispuestos a recibir revelación de Dios. 

Semejantemente en nuestros días. Los sabios y entendidos hacen sus declaraciones sobre quien Jesús es, mas aun todavía Dios revela la identidad de Su Hijo solamente a los de sencillo corazón. Aquellos se jactan en su habilidad intelectual y pretendiendo conocimiento del Jesús histórico, desvinculan sus vidas de la fe salvífica; por su parte los sencillos atesoran sobre todo su fe en Jesús, quien les revela la realidad histórica-teológica de su identidad.

Tomando el nombre «Pedro» como punto de referencia, Jesús continúa acentuando la importancia de la profesión pronunciada por éste apóstol como paradigma universal. El fundamento primordial, la doctrina sine qua non, es profesar que Jesús es el Hijo del Dios viviente. La validez de la fe cristiana depende absolutamente de esta confesión. Por tanto Jesús declara que la fortaleza (la Iglesia) edificada sobre esta confesión, esto es que la esencia doctrinal y moral brotan de esta profesión, será victoriosa aun cuando se enfrente ante las puertas del Hades (la fortaleza del enemigo de Dios). La muerte es la fuerza más dominante que nosotros los seres humanos experimentamos y tememos. Con esta declaración Jesús apunta hacia su victoria final–el Hijo de Dios se presentará ante las mismas puertas de la muerte, experimentando la maldición del pecado, mas triunfará cuando resucita de los muertos, y consecuentemente asegura victoria para todos los que creen en su nombre. 

Esta victoria, consecuentemente, empodera a la Iglesia Cristiana para perdonar los pecados de aquellos que confesando el nombre de Jesús se alienan con Él y batallan contras las fuerzas malignas.
Nuevamente encontramos en esta perícopa un tema relevante a la Iglesia de nuestros días. El malestar de la incredulidad parece reinar en medio nuestro. Las iglesias históricas continúan en su deslice numérico, careciendo de influencia cultural por su falta de pertinencia. ¿Por qué? Apartándose de la profesión esencial de la iglesia, en vez de influenciar la cultura, se han dejado influenciar por las opiniones de aquellos que no confiesan la identidad de Jesús como Hijo de Dios. Este pasaje le ofrece al predicador la oportunidad de pedirle a cada persona que se pregunte a si misma cual es su opinión sobre Jesús. Después de verificar las opiniones populares sobre su persona, Jesús les pregunta a sus discípulos, pero, ¿que de vosotros, cual es su opinión de mi?  No debemos enfatizar lo que los sabios y entendidos de nuestros días opinan de Jesús. Lo mas importante es la profesión Cristiana, «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.»